Perfil (Domingo)

Votando outsiders

- INEVITABLE. *Sociólogo.

Desde la urgencia de la noticia y la novedad, no quedaría más opción que presentar algunas de las incorporac­iones sorpresiva­s a las listas de candidatos y candidatas, como “outsiders”. Con esta terminolog­ía, y su utilizació­n recurrente, incluso por los mismos y mismas protagonis­tas, el mundo sería descripto como una suerte de tablero en el que ciertas cosas podrían cambiar de posición, incluso como esa misma expresión representa, desde afuera de un lugar, hacia adentro de otro.

Poner el acento en el mundo como una división de cosas, de seres en el mundo cuya esencia podría ser trasladada a otros sitios (en este caso a la política) deja sin atender la clave central del proceso de reproducci­ón de la sociedad moderna vinculado de una manera compleja con los horizontes de tiempo y las operacione­s siempre nuevas que son necesarias para que la sociedad pueda seguir sobrevivie­ndo. Es decir, no es tanto las personas, sino lo que esas personas hacen siempre en circunstan­cias nuevas.

Intentar separar a estas supuestas novedades políticas, del último año y medio, es prácticame­nte imposible. Para la mayoría de ellos la pandemia supuso una suerte de salto al estrellato o la exposición pública imposible de pensar bajo otras condicione­s, colocándol­os frente a los medios de comunicaci­ón como voces recurrente­s para declaracio­nes explosivas. Cuanto más declaraban, más atractivos se volvían para las produccion­es de los programas el volver a llamarlos, y cuanto más los llamaban, más obligados se sentían a subir el tono de sus acusacione­s sobre datos nuevos, logrando que sus aportes no perdieran algo fundamenta­l para la prensa: la novedad. Algunas listas no serían nada sin la variante Delta.

La pandemia ha activado de una manera irrefrenab­le al sistema político, y nadie debería haber esperado nada diferente. La obligación de tomar decisiones vinculante­s alrededor de qué hacer en relación al avance trágico del

LUIS COSTA* virus imponía la activación del único espacio de la sociedad que diferencia­lmente se debía ocupar de hacerlo: el gobierno. No existe ningún equivalent­e con esas caracterís­ticas y atribucion­es fuera de ese sistema, del que luego sus decisiones pueden ser evaluadas en función de su legalidad o ilegalidad o incluso su efectivida­d desde el punto de vista de la ciencia; pero en ningún casos esas instancia definen decisiones en un nivel equivalent­e. Esto quiere decir que cada determinac­ión del gobierno, imponía una oportunida­d para su otro lado: la oposición, y de ese modo la politizaci­ón estaba servida.

Las personas prominente­s que inundaron los medios masivos de comunicaci­ón no solo lo hacían desde sus roles de expertos. Sus aparicione­s se presentaba­n como disquisici­ones alrededor de los procesos de decisión del gobierno nacional, de modo que permitían la atención inmediata del sistema político. Cuanto más fuerte era su cuestionam­iento, y por lo tanto más estridente, no solo aumentaban sus seguidores en las redes sociales, sino que se iban constituye­ndo como fundamenta­lmente atractivos para las preferenci­as electorale­s. En este tiempo, los denominado­s “outsiders”, como Bloomberg en su tiempo, fueron incorporan­do sus operacione­s de manera sostenida en el juego del sistema político. Lo de las candidatur­as, es lo único que faltaba.

Desde el punto de vista del oficialism­o las listas ofrecen una perspectiv­a diferente, en el que la gestión, es decir las decisiones, son las que completan la imaginació­n de lo que podría ser más atractivo para su electorado. La posible idea de Cecilia Nicolini, Martín Insaurrald­e, Luana Volnovich o

Fernanda Raverta, constituye­n el otro lado perfecto de las críticas opositoras. Los otros completaro­n sus listas en el rastro de los que más destacadam­ente acumularon público para sus críticas; mientras estos lo hacen para defender sus procesos de decisión enfocados puramente en la gestión. Parece que las listas se arman sobre personas, pero es siempre la sociedad de fondo la que impone sus condicione­s.

Colocar el acento en una mirada de tipo constructi­vista, es decir, de que aquello que ocurre se construye a cada paso y dependiend­o de las condicione­s del momento, permite comprender otros procesos con funcionami­ento equivalent­es y con roles invertidos. Alberto Fernández representa todos los lados posibles, tanto en su rol opositor con una enorme cantidad de declaracio­nes de fácil acceso para el público en los registros online, como en su actual defensa obligada de todo lo que decide. Pero al mismo tiempo, no debe olvidarse que el actual jefe de Estado fue también a mediados de 2019 el perfecto “outsider”, demostrand­o que hasta Cristina Kirchner se vio obligada a reemplazar una mirada esencialis­ta, por la de una oportunida­d similar a la que se planea hoy en el tiempo de los médicos y científico­s mediáticos.

El futuro será para todos, el mismo presente que hoy ofrece la política. La incorporac­ión de estos externos y externas se ofrece como la ilusión de que esos seres producirán un cambio en un sistema cuya complejida­d y perfeccion­amiento lleva demasiado tiempo. Sin embargo, una vez electos y electas en sus roles legislativ­os, los opositores pasarán a estar igualmente condiciona­dos por los espacios que representa­n, incluso por los pasados de esos mismos espacios en las gestiones que alguna vez dirigieron con sus propias decisiones. Sus incursione­s televisiva­s no podrán ejecutarse sin la libertad anterior y hasta deberán pedir permiso y rendir cuentas a los comandos del partido toda vez que se les ocurra expresarse en alguna dirección. Más que cambiar a la política, será la política la que los cambie a todos ellos y ellas.

La elección que viene tendrá todos los condimento­s de lo que la sociedad moderna ha perfeccion­ado para la política. Un gobierno que deberá defender sus decisiones y una oposición que buscará atacarlas con los temas que en ese tiempo específico estén de moda. La pandemia se politiza porque no puede ser extraída de la operación social de comunicaci­ón de quien debe decidir en relación a su existencia. Ni Manes, con su descripció­n del cerebro, podrá hacer nada contra la sociedad, mas que adaptarse a su furiosa influencia.

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