Perfil (Domingo)

¿El fin del mito revolucion­ario?

- POBREZA.

bién estaban previstos ayer actos en otras ciudades del país como Santiago de Cuba, Bayamo, Camagüey y Santa Clara.

La represión policial de las manifestac­iones, difundida por las redes sociales o apreciada por los cubanos en las calles, ha generado críticas de artistas y otros sectores, tomando distancia del gobierno.

“Nos han tirado con todo y, lo peor, han querido dividirnos”, dijo Gerardo Hernández, diputado de la Asamblea Nacional y otro orador del acto.

Hernández es uno de los

Luego de asumir, muchos demócratas le pidieron a Biden que revirtiese las decisiones de Trump sobre Cuba. Ochenta legislador­es urgieron acciones para “regresar al camino de la diplomacia lanzado por la administra­ción Obama-Biden, y terminar con más de seis décadas de embargo”.

En particular, pidieron que se deje de designar a Cuba como Estado patrocinad­or del terrorismo. Pero las protestas la represión cambiaron la ecuación, y los republican­os acusan a los demócratas de apoyar al régimen de La Habana.

“La administra­ción Biden está traicionan­do al pueblo de Cuba, amante de la libertad. Luché por Cuba, ellos no”, lanzó Trump.

La realidad, afirma Dan Restrepo, del Center for American Progress, es que los demócratas podrían necesitar el apoyo de la poderosa comunidad cubanoesta­dounidense para retener cinco agentes cubanos que guardaron prisión en Estados Unidos, acusados de espionaje, y que fue devuelto a la Isla gracias a un acuerdo de intercambi­o de prisionero­s en 2014.

Es considerad­o héroe en Cuba, donde es coordinado­r nacional de los Comités de Defensa de la Revolución, una masiva organizaci­ón barrial, de vigilancia y control. “Han querido destruir la tranquilid­ad de nuestros barrios, destruir la paz con que hemos vivido”, agregó y, pese a la dureza de la represión y de los anatemas lanzados

el control del Congreso en las elecciones parlamenta­rias de medio término, en noviembre de 2022. “La política hacia Cuba y la política doméstica son muy difíciles de separar”, resumió.

Los demócratas perdieron cinco escaños en 2020 en Florida, dos en Miami, lo que los dejó con un exiguo margen para controlar la cámara. Por eso muchos demócratas piden a Biden que se mantenga firme con la política cubana.

“Tenemos que desafiar al régimen”, dijo el senador demócrata Bob Menéndez, presidente del poderoso Comité de Relaciones Exteriores del Senado.

“Somos solidarios con miles de manifestan­tes pacíficos en toda Cuba que están desafiando al régimen represivo. Que su coraje y este momento histórico lleven a un cambio real”, tuiteó Debbie Wasserman Schultz, legislador­a demócrata por el gobierno, aseguró que “nadie es enemigo de los revolucion­arios por pensar diferente”.

“Cuba es de todos”, dijo el diario Granma al convocar a los actos, pero señaló que en las calles no se admiten “ni delincuent­es ni anexionist­as” a Estados Unidos, como el discurso oficial califica a cualquier cubano que disienta con el gobierno.

nde Florida.

Restrepo señaló que negociar el apoyo de la comunidad cubana es difícil: la posición de línea dura sobre Cuba hoy es muy extrema entre los cubanos del sur de Florida, donde el alcalde de Miami llama a una intervenci­ón militar”, indicó.

Según una encuesta del Instituto de Investigac­ión sobre Cuba de la Universida­d Internacio­nal de Florida, el 60% de los cubanoesta­dounidense­s del sur de Florida apoya el embargo que rige desde 1962.

Pero el estudio también mostró que grupos significat­ivos apoyan las políticas de Obama-Biden de relaciones diplomátic­as, que permitían vender alimentos y medicinas a los cubanos, viajar sin restriccio­nes a la Isla y enviar remesas, con las que Trump terminó.

nPuede ser que el castrismo, en manos de Díaz-Canel, supere el estallido social del 11-J, y que en los próximos días, el 26-J, asistamos a un deslucido acto conmemorat­ivo del 68 aniversari­o del asalto al cuartel Moncada. Puede incluso que muy pronto el castrismo implosione en la desdichada isla de Cuba.

Pero el mito revolucion­ario va a sobrevivir como un virus que se esconde en lugares insospecha­dos del cuerpo y reaparece cuando el sistema inmunológi­co falla. La historia se ha encargado de demostrarl­o una y otra vez. Desde México hasta la Argentina. Salvo una excepción (Costa Rica), que viene a confirmar la regla.

Podemos buscar razones de toda índole –históricas, políticas, económicas, sociales– en los títulos de la vasta y rica tradición ensayístic­a del continente latinoamer­icano. O en los títulos más decantados de la sociología, la antropolog­ía y la psicología. Y siempre encontrare­mos la pequeña llama del mechero que, de una mano a otra, propagará el incendio de la revolución.

Quizá porque las élites han colonizado el Estado para asegurarse el enriquecim­iento sin límites. Quizá porque las masas resentidas, abandonada­s a su suerte, sientan la poderosa atracción del fracaso. Quizá porque “he pecado de palabra, obra y omisión”. Y aquí hay una clave. Todos los habitantes de América Latina somos culpables, porque entendemos la política como una variante del cristianis­mo, como una religión. Es la tesis de Loris Zanetta. Pero también es la permanente búsqueda de la utopía. La incomprens­ión de la historia y la condena de volver a repetirla.

Del marxismo han abrevado las más variopinta­s corrientes políticas en América Latina. Incluida la Iglesia Católica, muy a pesar del catastrófi­co saldo de la Teología de la Liberación. En Centroamér­ica, en Colombia, en Brasil, en todas partes. De la teoría del foco, cuyo exponente más encumbrado es el Che Guevara, sobrevivió Pepe Mujica para extenderle la mano a Hugo Chávez y a Nicolás Maduro. Son hilos que se entretejen en la psiquis, en la conciencia de los latinoamer­icanos. Hilos que nos llevan del populismo al totalitari­smo.

La buena prensa de la que ha disfrutado Cuba, la extensa producción intelectua­l que la encumbra como un faro ante el odioso imperio estadounid­ense. Ese manual ensangrent­ado que son las páginas de Las venas abiertas de América Latina. Ni siquiera Hollywood se ha resistido a la mitología revolucion­aria. Oliver Stone, en Scarface, rinde culto, cuando el barbudo, iracundo por el escape de Mariel, vocifera: “Aquellos que no pueden soportar el sacrificio, el heroísmo de una revolución, no los queremos, no los necesitamo­s”. Del mar de la felicidad no huyó Reinaldo Arenas sino Tony Montana, un gánster, un asesino que, como Martí, conoció el monstruo por dentro. El monstruo que lo devoró en una orgía de drogas y violencia.

Allí está el caso de Perú, con su ensombrera­do maestro que lo viene a rescatar del neoliberal­ismo. Allí están las réplicas del terremoto populista zarandeand­o a Chile hasta verlo caer. Y Colombia al borde del abismo. El grito de libertad de Cuba, luego de sesenta años de férrea dictadura, de la asfixia a la que la somete el aparato policial, no lo escuchan el dictador designado a dedo ni los herederos del castrismo. Siguen ahí, agazapados para hacer su apuesta.

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FOTOS: AFP

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