Cuba, la verdad y el ejercicio de un periodismo responsable
distintas a las de un simple “tanto por ciento por sobre la inflación” y sanseacabó), que nadie en el Congreso (donde se pronuncian encendidos discursos) puede demostrar que no fracasarán hasta que llegue la hora de la verdad, que será a los seis meses, como mínimo, cuando se comprobará que nuevamente el cálculo implementado ha dado un resultado menor al que se reemplazó. Entonces se recurrirá a un bono (que no se incorporará a los haberes) y que además se otorgará a los haberes mínimos.
Mariano Aldao maldao1966@gmail.com
CAMPEONATO Y PORRO
La selección argentina de fútbol ganó la final del campeonato frente a Brasil y se desató el triunfalismo: “Le ganamos a Brasil”, “le ganamos a Bolsonaro”, “somos los mejores”. Todos los medios se llenaron de elogios por el triunfo. Uno de ellos (cordobés), intentó adivinar el pensamiento por el triunfo de un comentarista fallecido. Pero la verdad es que solo ganamos un partido y un campeonato; al día siguiente pasaron los que puerta a puerta mendigan ayuda para subsistir; diariamente hay más muertos por covid y siguen faltando vacunas; la desocupación sigue creciendo; se sigue ahogando la clase media y las empresas, con una voracidad que no para de buscar nuevas víctimas para financiar el gasto público improductivo creciente (hay que ganar el próximo comicio). Basta de porro que nos hace olvidar la realidad y enseñorea el engaño.
Carlos A.N. Rivero canr66@gmail.com
SINDICALISMO
La entrevista con Hugo Moyano, publicada por PERFIL el domingo 4, me permitió descubrir que comparto con el sindicalista la pregunta de “¿por qué el gas vale igual en barrios laburantes que en el Barrio Norte”. Pero, me pregunto, ¿subsidiar las tarifas de servicio público sin límites de consumo es adecuado? Sería más justo tener una diferencia tarifaria como la que existe entre la primera clase y la clase ejecutiva, pues estamos todos en el mismo avión, llegaremos al mismo destino, pero según la posibilidad de cada uno. Por otro lado, mi desacuerdo con el señor Moyano se basa en la explicación superficial que él hace del conflicto entre Amazon y los sindicatos, calificándolo como una “maniobra”. Teniendo en consideración el documental American Factory, quisiera preguntar si tal hecho no se fundamenta en un cambio de paradigma que los sindicatos todavía no captaron. ¿Están los sindicatos capacitados para enfrentar los desafíos creados por la inteligencia artificial (IA), como lo estuvieron mutatis mutandi en la época de la revolución industrial?
Renata Vieira rmcmvieira@gmail.com
Decía semanas atrás –y también antes, en otras columnas– que el mayor desafío, el mayor compromiso, la misión superior del buen periodista es acercarse a la verdad para luego entregar el resultado de su trabajo a sus destinatarios: la sociedad, el público. La verdad como objetivo aunque definirla, asirla, es tarea ímproba: no es un valor absoluto aunque quisiéramos que lo fuera.
Ese valor llamado verdad vuelve a estar en discusión cuando –como tantas veces en la Historia– los acontecimientos que la rodean, la confirman o la relativizan, son contaminados por distintas miradas, diversas ideologías, diversos objetivos políticos, económicos, sociales que afectan a los actores. Así, y para entrar en tema de manera más directa, diferentes sistemas de gobierno y formas de administración han sido definidos como democráticos, como autoritarios, como dictatoriales o tiránicos.
La democracia tiene su origen en la antigua Grecia, pero se trataba de un sistema autoritario que daba el poder a una minoría y sometía a 200 mil esclavos que carecían de derechos mínimos. También llegó a actuar como tiránica, al condenar a penas terribles a quienes manifestaban pensamientos considerados subversivos por el poder. Destierro o muerte esperaban a quienes sacaban los pies del plato, como Sócrates. La democracia moderna no es impoluta, salvo en un puñado de países que piensan más en el pueblo que en sus gobernantes. Rige como tal en estados que no vacilan en promover o administrar guerras, invasiones, crímenes políticos. El poder, en algunos de ellos, no se somete a las mayorías que votan sino a las corporaciones económicas que dominan dictatorialmente, a veces de manera tiránica, a otros pueblos y también al propio.
Dicho esto, hablaré ahora de Cuba y su actualidad cargada de pobreza, condenada a las carencias de recursos elementales para la vida y con la carga adicional de una pandemia que afecta la vida cotidiana de su pueblo. Esa extrema tensión social parece insoluble para el gobierno, que cuenta sus moneditas limitadas por un embargo que lleva ya casi tanto tiempo como su sistema político, el socialismo que eligió el país tras la revolución de 1959. Limitadas también porque Donald Trump y ahora Joe Biden, los dos últimos presidentes de los Estados Unidos (país generador del embargo y de sanciones internacionales a quienes lo violaran), vedaron el envío de remesas de los cubanos en el exilio a sus familiares en la isla. Y heridas casi mortalmente por la caída de uno de sus principales ingresos genuinos, el turismo, que cayó de 3 mil millones de dólares anuales a solo mil como consecuencia de la pandemia. La economía cubana está en caída libre y no aparecen signos de recuperación en el futuro inmediato. Aquellos primeros años cargados de pasión, ideas, acciones movilizadoras, ya son pasado.
Durante la semana que termina, un número indeterminado de cubanos y cubanas salieron a las calles para protestar; reacción razonable, legítima dadas las circunstancias. El gobierno ordenó reprimir, una respuesta dramática que ya hemos visto en circunstancias parecidas en Colombia, Chile y otros países, en algunos casos con resultados luctuosos. Según Amnistía Internacional, las manifestaciones derivaron en el encarcelamiento de 136 personas, entre ellas algunos periodistas, intelectuales y artistas.
Volviendo al comienzo: acercarse a la verdad no se logra sino por la información pura y dura. Toda. Entonces, sí, será legítimo hablar de democracia o dictadura, o tiranía, o autoritarismo. Ni represión ni bloqueo son la solución.
Nada es lo que parece.