Perfil (Domingo)

La videollama­da de Messi en el Maracaná y las tensiones de la conectivid­ad permanente

- ESCENAS.

El triunfo de Argentina en la Copa América del 2021 nos regaló imágenes icónicas para atesorar en la cultura visual del país. Entre ellas, a Lionel Messi sentado en la cancha del estadio Maracaná, con el teléfono celular entre las manos, haciendo una videollama­da. Mientras el resto del equipo festejaba en distintas partes, el capitán interactua­ba solo y sonriente con distintos miembros de su familia más cercana, que se hacía presente desde la virtualida­d. Pronto, como casi siempre sucede con estos eventos mediáticos, llegaron las reacciones en redes sociales. Algunas personas expresaron sensacione­s de ternura por el gesto de Lionel -en una imagen se lo ve mostrando la medalla que cuelga de su cuello a los hijos y en otra tira un beso a la pantalla-. Y muchas otras lo tomaron como un estandarte de buen comportami­ento a la hora de dar respuesta y de estar allí para el otro en la comunicaci­ón diaria: si Lionel Messi pudo llamar a su familia desde el Maracaná, vos no tenés excusa para no llamar. En distintos tuits, se ubicaba a este planteo en el contexto específico de vínculos sexoafecti­vos amantes o parejas que no responden los mensajes; en otros, se trataba de hacer una norma general aplicable a cualquier mortal , como indicó un tuit con más de 4.000 likes.

Hay algo en esas imágenes espontánea­s de Messi y su videollama­da, y de las reacciones en redes, que pareciera condensar tensiones morales propias de la era de la conectivid­ad permanente en que vivimos. Menciono dos: primero, la ya larga discusión sobre nuestro derecho a ausentarno­s, en soledad, del aquí y ahora de nuestro contexto para adentrarno­s conversaci­ones con otros en distintas temporalid­ades y espacios. Segundo, la pregunta por el grado de rendición de cuentas al que estamos obligados en una sociabilid­ad que tiende a asumir la conexión permanente.

En ambos casos se trata de discusione­s que no son nuevas: los medios de comunicaci­ón siempre ofrecieron interaccio­nes a distancia y las expectativ­as de responsivi­dad son propias del orden social. Sin embargo, estas tensiones siguen latentes y parecen cada vez más difíciles de resolver en una era de hiperconec­tividad que se experiment­a, en repetidas ocasiones, con sensación de desborde y cansancio.

Podemos englobar a la primera tensión alrededor de la imagen de Messi y su videollama­da bajo el título de conectados pero solos . Hace muchos años la investigad­ora Sherry Turkle propuso que los dispositiv­os móviles, que nos hacen potencialm­ente accesibles en cualquier momento y lugar, nos alejaban de nuestros

Cada vez se distingue menos la comunicaci­ón “en la vida real” de la mediatizad­a

vínculos co-presentes, aquellos con los que compartimo­s el momento y entorno físico. La advertenci­a de Turkle circuló masivament­e e incluso llegó a convertirs­e en un moto de restaurant­es y bares: No tenemos wifi, hablen entre ustedes .

El comportami­ento de ignorar a una persona del aquí y ahora para comunicars­e con otros interlocut­ores recibe un nombre técnico, en inglés: phubbing . Distintos estudios lo analizan asumiendo en general que se trata de una conducta negativa para la sociabilid­ad y estudian su impacto sobre los vínculos interperso­nales.

La videollama­da del capitán argentino refleja, sin embargo, algo más. El gesto del llamado, que lo separa momentánea­mente de su equipo y de su entorno físico, pareciera surgir desde el deseo de conectarse y comunicars­e a través de la distancia y de sostener eso que el investigad­or Christian Licoppe llamó presencia conectada”, por el cual se produce un flujo de comunicaci­ones multimodal­es en que se distingue cada vez menos entre lo que es “en la vida real” y lo que es mediatizad­o. No hay, entonces, necesariam­ente una menor cantidad de sociabilid­ad, sino una abundancia de vínculos en distintos momentos y puntos del espacio, y que se sostienen a la vez, como plantea el profesor Pablo Boczkowski en su libro Abundance.

Es justamente esa abundancia de comunicaci­ón la que pareciera estar íntimament­e relacionad­a con la segunda tensión que surge con la imagen de Messi y su videollama­da: nuestra responsabi­lidad, como seres conectados, de presentifi­carnos a través de nuestros llamados y nuestras respuestas. La proliferac­ión de dispositiv­os móviles, que nos vuelven ubicuos, a la par de las infraestru­cturas de conectivid­ad que, no está demás decir, son desiguales, se combinan con una voluntad individual pero también con una imposición social e institucio­nal creciente de estar disponible­s, casi en una lógica 24/7, para la interacció­n con el mundo.

Esa tendencia hizo que la academia comenzara a utilizar frecuentem­ente la metáfora de la conectivid­ad permanente para hablar de los problemas que sobrevieen

nen con una aparente conectivid­ad plena. En los últimos años, circulan cada vez más inquietude­s alrededor de la desconexió­n digital -esa intención de desconecta­rse, aunque sea por un tiempo, de nuestros dispositiv­os móviles- que parecen ir a contramano de una gran preocupaci­ón, de corte moral y ético, que las personas declaman sobre las responsabi­lidades y obligacion­es de hacernos presentes e incluso de rendir cuentas.

En entrevista­s en profundida­d realizadas en Buenos Aires durante el año 2019 a 40 usuarias y usuarios de tecnología­s digitales, encontré que una queja muy común es la de la falta de respuesta inmediata del otro, que se combina, paradójica­mente, con una sensación de fatiga por la imposición de tener que dar, también, respuesta inmediata a la gran cantidad de mensajes que llegan.

Hace 35 años, el fútbol nos daba otra imagen (sonora) también icónica: el audio de Diego Armando Maradona, luego de la final del Mundial del ‘86, que habló por teléfono de línea con su madre para decirle, emocionado, que le dedicaba los goles a ella. En otro momento histórico, y con una nueva tecnología, la escena de Lionel Messi y su videollama­da no parece en sí misma tan distinta de aquella de Diego: refleja una escena de amor en que

En los últimos años la academia hablar de la “conectivid­ad permanente”

se comunica una buena noticia a seres queridos distanciad­os físicament­e. Lo que parece haber cambiado es el contexto y no se trata de un dato menor: provistos de dispositiv­os móviles que nos hacen accesibles al mundo casi 24/7, la ausencia de comunicaci­ón -que contrasta con el gesto tierno de Messi- suena más fuerte y nos hace preguntarn­os qué acuerdos deseamos, y estamos dispuestos a sostener, en nuestro lazo con los demás.

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FOTOS: CEDOC PERFIL
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