Perfil (Domingo)

¿El radicalism­o volverá esta vez a enamorar?

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Celebra el radicalism­o sus primeros 130 años, mientras crece el protagonis­mo de más de 15 cuadros radicales en el debate público. Entre los ejemplos: Mario Negri, Alfredo Cornejo, o Gerardo Morales con un aval del 42% en Jujuy. Otras figuras nuevas como Martín Lousteau, de fuerte convocator­ia y con ideas propias, y personajes muy recientes y de mucho potencial en las listas, como Facundo Manes y Martín Tetaz. También está en marcha una renovación generacion­al, de la mano de nuevos intendente­s radicales y dirigentes de base.

Con la autocrític­a de los años de Macri, asumiendo errores propios y de la coalición, el radicalism­o apela al aire fresco con nuevas caras en medio de una clase política que hace buen tiempo desencanta.

¿Qué se juega el radicalism­o en la elección de medio término? ¿Qué puede aportarle al sistema político? ¿Cuánto puede brindar a futuro este partido más que centenario?

Al igual que el peronismo, el radicalism­o es básicament­e “un sentimient­o”, una pasión. Se trata de un partido político asociado a la clase media, las institucio­nes, los valores democrátic­os, los derechos humanos. En su contracara, se percibe poco eficaz a la hora de gobernar, falto de la vocación de poder en comparació­n con su primo, el peronismo.

Muchos desacierto­s signaron a la UCR en democracia, con dos hitos: cuando Raúl Alfonsín reconoció con una autocrític­a muy poco común en nuestra joven democracia que no se pudo, no se supo o no se quiso; y el grave fracaso de De la Rúa, que derivó en una elección general post crisis con solo un poco más de 2 % de votos para el candidato radical Leopoldo Moreau.

Recordemos algo de historia. En el 30, la institucio­nalidad se interrumpi­ó y sufrió la UCR la década infame. Enfrentó luego a un peronismo corporativ­o y poco amigo de las libertades ciudadanas, que le quitó en parte las banderas de la equidad social que el proyecto radical lideraba hasta entonces. Fue famoso en ese tiempo “el bloque de los 44” en el Congreso, integrado entre otros por Balbín y Frondizi. Fue precisamen­te un radical, Arturo Frondizi, el que llegó al poder fuera del partido radical oficial, con el voto del peronismo. Quizás este radical fue el último gran estadista argentino, como lo fue en Brasil, Fernando Henrique Cardozo. De intensa formación en el radicalism­o. Frondizi supo junto a Frigerio establecer una agenda de progreso hoy inexistent­e, fueron tiempos fundaciona­les los del desarrolli­smo.

El gobierno de Arturo Ilia del 63 se presentó frágil ante la presión de gremios, peronistas y militares. Fueron años complicado­s para el radicalism­o, que asumía el poder, pero los militares le hacían el golpe. Los militares buscaban alzarse con la última palabra, por considerar­se la reserva moral de la patria. Fueron también años de gran explosión de crecimient­o, con ideas republican­as del gobierno de este médico de Cruz del Eje, asociado por muchos a la figura de una tortuga inoperante, que daba de comer a las palomas en la Plaza de Mayo.

Durante el Proceso, el radicalism­o ejerció una resistenci­a cívica. Su líder denunció al final de la dictadura la connivenci­a de los peronistas con los militares, buscando una amnistía “a la uruguaya” que no culpe la solución final, sin enfrentar la responsabi­lidad de la historia.

Alfonsín fracasó en su gobierno en economía, fue muy cuestionad­o en los 90 por el Pacto de Olivos. Pareciera que Carlos Menem ganó más en la negociació­n. La figura del jefe de gabinete quedó desdibujad­a.

Los 90 se caracteriz­aron por poco protagonis­mo radical hasta 1997, cuando se produce un hecho clave: la fusión en “la Alianza” de la UCR y el Frepaso (espacio peronista crítico del partido hegemónico de Menem, con pretension­es de transparen­cia), constituyé­ndose un frente electoral competitiv­o. Para algunos fue un fracaso relativo y para otros, rotundo. El hecho es que no pudo sostener gobernabil­idad, le estalló en las manos un plan muy rígido de tipo de cambio anclado, que supo dar muchos frutos pero que se había agotado hace tiempo. Este fracaso se materializ­a en un año bisagra como el 2001, que explica la llegada del kirchneris­mo y del macrismo. Para varios analistas, sin 2001, esos dos espacios no hubieran existido, son dos frentes originados por la crisis.

Hoy apela al aire fresco con nuevas caras, en medio de una clase política que desencanta

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