Mientras haya alguien a quien asustar
En 1897 el dramaturgo Oscar Metenier funda en París el Teatro del Grand Guignol con el expreso objetivo de mostrar que los humanos no somos más que grandes marionetas de nuestros deseos. Las funciones conmocionaron y horrorizaron al público durante décadas y resultaron la génesis necesaria de todo el cine de terror desde el Nosferatu de Murnau hasta hoy. El género en la pantalla grande se fue desplegando durante desde el fin de la segunda guerra mundial pero a tropezones, con el relativo éxito de las películas de la productora inglesa Hammer o los sangrientos thrillers del italiano Mario Bava, aunque sin verdadera masividad. Pero en el cine todo puede cambiar cuando menos se lo espera y el 19 de febrero de 1970, un joven Dario Argento estrenará su ópera prima, El pájaro de las plumas de cristal, y dará un sorpresivo comienzo a una época dorada, no solo en el cine de terror sino en todos y cada uno de sus subgéneros alrededor el mundo.
La autobiografía del cineasta italiano, que ha editado Letra Sudaca, es también, por la importancia y particularidad de quien referencia su vida, el singular devenir de una cinematografía que se propone hacer estallar los sentidos.
Argento comienza el relato en su infancia rodeada de imágenes fotográficas de las sensuales divas de la época, a quienes retrataba su madre en el estudio Luxardo, propiedad de la familia, al mismo tiempo que su padre, encargado gubernamental de la difusión del cine italiano de posguerra, recibía cotidianamente en casa a los grandes actores y directores de la época. Vendrán después, entrados los años 60, un intenso trabajo como cronista de cine en el diario de izquierda Paese Sera y su comienzo en la industria como guionista, junto a Bernardo Bertolucci, para el gran Sergio Leone –entre otros–, que lo hicieron pensar que ese sería su destino.
Pero no. Había algo profundamente rojo en el corazón de ese joven escritor que requería más: espacio, imagen, sueños proyectados en technicolor y un ingobernable deseo de provocar. Resulta particularmente revelador el pormenorizado relato de Argento sobre lo que tuvo que hacer –con una gran colaboración de su padre– para llevar a buen puerto, contra viento y marea, su primera película, la cual le dará, de inmediato, reconocimiento internacional. Después vinieron las brujas, la ópera y hasta un Drácula en 3D pero, a decir verdad, toda la vida y la obra de Argento, la que nos cuenta con fluido estilo de manera intrigante y pormenorizada, está constituida
Resulta particularmente revelador el pormenorizado relato de Argento sobre lo que tuvo que hacer para llevar a buen puerto, contra viento y marea, su primera película, El pájaro de las plumas de cristal.
por sus conflictos y pasiones personales que se mezclan con la experiencia artística. El amor por las mujeres, a quienes asesina una y otra vez en sus films, y por sus hijas Fiore y Asia, a quienes cría y educa con especial dedicación, comparte el camino con los diversos desafíos estéticos autoimpuestos para no repetirse, para buscar siempre una forma nueva de poner en pantalla la violencia humana porque, como él mismo reconoce, mientras haya alguien ahí, afuera, a quien asustar, se sentirá una persona feliz. Esa fue siempre su tarea y hoy sus películas impactan a los jóvenes lo que le da la impresión de que cuanto más envejece, más rejuvenece su público.