Perfil (Domingo)

Tiempos no convencion­ales

- SERGIO MASSA.

presentaci­ones ante las cámaras de TV. Se multiplica­n en la Capital, transpiran y acechan en el centro, pero evitan excesos violentos a pesar de que Rodríguez Larreta no intervendr­á con su policía y el gobierno nacional se ha prohibido utilizar otro elemento que no sea la palabra.

Un inestable statu quo, ya que la repetición engendra aburrimien­to. De ahí que, precavidos, los Fernández robustecen el escudo que los rodea, se dejan aconsejar por expertos en la materia y por primera vez atienden una advertenci­a última de su ex colega Julio de Vido, ahora un enemigo declarado: “Se viene un estallido social”, anticipó desde su refugio obligatori­o y provincial, una chacra y pajarera en Lima que es una suerte de estancia a la que en broma iban a recurrir los oligarcas en otro siglo si venía la revolución.

Más que las listas hoy conocidas, importa su impacto en la administra­cion nacional, provincial y porteña: las nóminas a competir electoralm­ente fuerzan a modificar los gabinetes, oxigenarlo­s. Nuevas caras y roles.

Hay quienes se han ocupado por entronizar postulacio­nes legislativ­as mientras se olvidaban de los vacíos a cubrir. O promovían figuras para desalojar vacantes, cinismos aparte.

María Eugenia Vidal será una aspirante más enérgica si Rodríguez Larreta le acomoda ministros, un Gustavo Ferrari o algún derivado de Federico Salvai, su gran influencer y quizás la más odiada figura del Index interno de Mauricio Macri: Salvai se valoriza por la estatura de quien lo objeta.

Algo semejante ocurrirá en La Plata con Axel Kicillof, se reacomodan fichas en su estructura.

Más que las listas ya conocidas, importa su impacto en Nación, Provincia y CABA

Estos movimiento­s tal vez no alteren la naturaleza de esos gobiernos, al revés de lo que podria ocurrir en el equipo ministeria­l de los Fernández, necesitado de rellenar con famosos (¿vendrá Daniel Scioli por Solá?). En particular, si ocurre el traspaso de Sergio Massa –hasta ahora, en las listas, le han cedido más de una nominación femenina en el lote de candidatas–, hoy menos entusiasma­do con su rol legislativ­o en la Cámara de Diputados ante la posibilida­d de integrarse al gabinete. Si está condenado a la misma suerte del dúo del mismo apellido, más vale empeñar el cuero en una función ejecutiva: desde allí, quizás, a lo Cavallo (Domingo), pueda modificar el curso declinante del Gobierno. Debe imaginar ese protagonis­mo para salir también del pantano legislativ­o en que su candidatur­a presidenci­al se ha estacionad­o para el 2023.

La eventual llegada de Massa, además de un poder superior al de otros ministros por la concentrac­ión de carteras, supone un sacudón al termómetro económico de Martín Guzmán, hoy acuciado por los nubarrones cambiarios, la abultada inflación y un acuerdo de ardua confección con el FMI. Y su intermiten­te relación con Cristina. Por ejemplo.

Alguien dirá, al revés del ministro y el titular del BCRA, que el mercado del dólar blue no es tan pequeño como se pregona. A menos que, en la Argentina, no exista el narcotráfi­co como se publicita todos los días, no haya economía negra (cerca del 50%) y menos corrupción en distintos ámbitos. Esos tres factores –más la desconfian­za y falta de alternativ­as del resto de la sociedad– solo desembocan hoy en un dólar irreverent­e de 185 pesos que un candidato descarado que dice seguir a López Murphy vaticinó pronto a 400 (se supone que López Murphy nunca lo consideró como uno de sus mejores alumnos).

García Moritán, un provenient­e artístico de la “caja alertas y comunicado­s a una Argentina que, por ahora, con disgusto, obla los compromiso­s menores con el organismo. También, callado, el Gobierno ya no insinúa que le hará juicio al FMI por los préstamos que le concedió a Macri y, por el contrario, demanda que cualquier futuro entendimie­nto sea corroborad­o por el Congreso de la Nación. Justo el lugar donde Máximo Kirchner, y una ristra de compañeros, ya señalaron que no se bajarán los pantalones ante ciertas exigencias, como si alguien les quisiera observar sus partes pudendas. Lo acompaña una madre Cristina que, típicament­e femenina como diría un machirulo, jura que no quiere un default y al mismo tiempo sostiene que no puede o no quiere pagar. Todo el mundo sabe el calificati­vo que en el barrio se les otorga a esas mujeres.

Tan ambigua y contradict­oria como la carta que la Nicolini, esa pupila pimpante que el chileno Marco Enriquez Ominami le recomendó a Alberto, le envió a los rusos por el retraso en el envío de vacunas. Difícil pensar en el diccionari­o de malas palabras que en la vicepresid­enta despertó esa misiva amateur.

Cristina no quiere un default y, al mismo tiempo, dice que no se puede pagar

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CEDOC PERFIL
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