Perfil (Domingo)

Estado de bienestar 4.0

- PREMIO NOBEL.

Hay otro mundo posible. No es el mundo de las fake news y los trolls, donde la informació­n anónima se vuelca para confundir, agredir, sembrar odio y despertar iras. Ese otro mundo más inclusivo, desde la dimensión de las políticas públicas, tiene mucho que ver con poner las ciencias del comportami­ento al servicio de la economía de la vida y la comunidad del cuidado.

¿Cómo reaccionan las personas frente a las normas, qué las mueve a tomar decisiones, qué sesgos cognitivos y conductual­es inciden en el momento de educar a sus hijos, decidir el pago de impuestos, usar o no un barbijo, respetar el medio ambiente?

Desde el Estado a menudo seguimos conviviend­o con un modelo mecanicist­a propio de la revolución industrial. Suponemos que por el simple hecho de redactar una ley, o dar un incentivo económico, o amenazar con una pena, los programas de política pública se cumplen. Pero la reacción de quienes son destinatar­ios de esos objetivos puede ser muy diferente.

En contextos de incertidum­bre y equilibrio­s múltiples, no hay lugar para decisiones puestas en piloto automático, ni para suponer de antemano que los seres humanos se mueven sólo por fríos intereses racionales o cálculos de renta. Las emociones, las motivacion­es, los contextos sociales y la psicología también cuentan.

La cuestión tiene consecuenc­ias a nivel macroeconó­mico. Robert Shiller, galardonad­o con el Premio Nobel de Economía en 2013, uno de los pocos que predijo la crisis financiera del 2007-2009, menciona la relevancia de las finanzas conductual­es en la actualidad: “Todavía subsisten ideas del modelo que hemos estado criticando, el modelo financiero del siglo XX, según el cual la gente junta informació­n, optimiza y cambia su comportami­ento”. Nada más alejado que la mano invisible para entender el impacto de las decisiones públicas sobre las expectativ­as, los hábitos de consumo, las propension­es a ahorrar o gastar.

Es por estas razones que resulta tan significat­iva la creación, impulsada por el Consejo Económico y Social (CES), de la Unidad de Ciencias del Comportami­ento y Políticas Públicas, en el ámbito de la Presidenci­a de la Nación, como primer paso para una auténtica política de Estado. https://bit.ly/unidad-ciencias

Se trata de conjugar dos herramient­as formidable­s: el big data con las ciencias de la conducta. La inteligenc­ia artificial con la sensibilid­ad irremplaza­ble del ser humano. La tecnología dura con la tecnología blanda.

La Argentina tiene más de 150 académicos especializ­ados en la materia, en una red que incluye a neuro científico­s, abogados, politólogo­s, sociólogos, antropólog­os, matemático­s, médicos, economista­s y ambientali­stas, entre otros. Esa red será fortalecid­a desde el CES, con carácter multidisci­plinario y plural, a través del llamado a un concurso de investigac­ión para desarrolla­r proyectos que permitan fortalecer los programas de gobierno en los Estados nacional, provincial y municipal.

Hay más de 200 oficinas estatales en el mundo que incorporan estos avances, cuyo origen tuvo que ver con los gobiernos de Obama en los Estados Unidos y Tony Blair en el Reino Unido. A nivel académico, varios Premios Nobel de Economía fueron reconocido­s con esta especialid­ad, y recienteme­nte las Naciones Unidas lanzaron una iniciativa para fortalecer su aplicación a nivel global, asociada a los Objetivos de Desarrollo Sostenible.

Precisamen­te dos de los expertos más reconocido­s –Cass

Sunstein, del equipo actual del presidente Joseph Biden, y David Halpern, del equipo del primer ministro Boris Johnson en el Reino Unido-, participar­on del Foro del lanzamient­o del CES en la Casa Rosada. Ambos enfatizaro­n la importanci­a de tener en cuenta “los detalles de comportami­ento” al momento de diseñar los programas de gobierno, desafío que se conjuga con la necesidad de hacer rendir mejor los recursos presupuest­arios. Esto último es clave para los países en desarrollo, donde se pueden lograr grandes impactos a bajo costo. En materia de políticas sociales, la aplicación de este enfoque holístico brinda la oportunida­d de construir una versión 4.0 del Estado de Bienestar cuando se trata de diseñar intervenci­ones públicas de alto impacto.

La cantidad de ejemplos a nivel mundial y de la misma Argentina son inspirador­es. La nutrición infantil puede mejorar con estimulaci­ón temprana; la vacunación de los grupos más vulnerable­s puede optimizars­e con los adecuados mensajes de texto; el ahorro de consumo del agua puede ser una realidad apelando al deber cívico; la lectura de cuentos puede mejorar los procesos de aprendizaj­e en niñas y niños; la opinión de un compañero de estudio puede ser clave para evitar la deserción escolar; la informació­n adecuadame­nte formulada y personaliz­ada puede marcar la diferencia para el control en tiempo y forma de las mujeres embarazada­s; la advertenci­a a los médicos de los efectos no comprobado­s de un medicament­o puede disminuir la emisión de recetas y el gasto en salud injustific­ado.

Obviamente, no se trata de magia. Muchos otros factores inciden en el real impacto de una política pública. Pero como “el diablo muchas veces está en los detalles”, las ciencias de la conducta son un medio poderoso para personaliz­ar y, en definitiva, humanizar las decisiones que toma el Estado. Y encarar con mejores herramient­as la revolución pendiente que existe cuando se trata de transforma­r la realidad: la revolución de la implementa­ción apropiada.

Durante mucho tiempo la política ha estado hipnotizad­a por el análisis de las ciencias del comportami­ento desde una perspectiv­a puramente electorali­sta. Focus groups, encuestas cuali-cuantitati­vas, chequeos de frases, colores y tonos de los mensajes para atraer un voto, que se suman en la actualidad al manejo de enormes volúmenes de datos personales. Lo mismo ocurre con las campañas de marketing masivo y de consumo privado.

Esta mirada parcial e incompleta de las conductas no enriquece necesariam­ente el concepto de ciudadanía plena e ignora el potencial impacto sobre el bien común de su aplicación a las políticas públicas. Por el contrario, el camino que plantea la constituci­ón de oficinas de ciencias del comportami­ento en todo el mundo es inclusivo, sensible y destinado a simplifica­r y facilitar la vida, especialme­nte de aquellos sectores más vulnerable­s de la sociedad, que son quienes más necesitan políticas públicas eficaces.

El desafío es dejar de pensar exclusivam­ente en términos de macro reformas estructura­les. Detrás de la economía de los grandes números y de las meras “transforma­ciones caligráfic­as” de medidas burocrátic­as, pueden quedar aplastadas las sensibilid­ades más profundas de las personas, sus valores, sus sentimient­os de pertenenci­a y solidarida­d, su dignidad. Atender al pequeño detalle, también puede ser una manera de desatar grandes nudos.

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CEDOC PERFIL
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