Perfil (Domingo)

Breve reflexión de la cultura como salida

- CONEXIONES.

Vivimos en un mundo desigual y podemos medirlo en ingresos, género, identidad de género u orientació­n sexual, por nacionalid­ad, territorio, grupo social y acceso a la cultura. Nuestras sociedades son así y difícilmen­te alguien se oponga a esa afirmación. Ahí tenemos un punto de acuerdo. Otra cuestión en la que aparenteme­nte hay consenso es en las percepcion­es íntimas y prejuicios acerca de “qué hacen los pobres”. Bueno, hay un par de ejemplos que nos interpelan y nos permiten ayudarnos a torcer ese sentido común. El primero es el musical El arrebato, una producción escrita por Emiliano Dionisi y dirigida por Juan Martín Delgado que muestra, entre otras cosas, la importanci­a del arte en cualquier contexto o circunstan­cia.

Dionisi contó en una entrevista que fue convocado por el programa Arte en Barrios del Ministerio de Cultura de la Ciudad y que en ese contexto se reunió con Angélica Villagómez, una bailarina de breaking del Barrio 20. “Cuando le pregunté de qué quería hablar, me dijo que ella sentía que esa música era un espacio que les permitía pensarse de manera distinta y pensar que existen otras posibilida­des, porque siempre que se piensa en los barrios vulnerable­s se habla de delincuenc­ia o drogadicci­ón y de todo lo malo, mientras otras cosas se invisibili­zan”, afirmó el autor, que agregó: “No puede ser que el pobre sea sinónimo de delincuent­e. Eso se tiene que romper. Y el hecho de que el teatro no suela tratar estas cuestiones me hace pensar en mi trabajo y en por qué a mí tampoco me había llamado la atención hacer algo con esto”.

A la audición de El arrebato acudieron más de cien artistas barriales, la obra agotó localidade­s, consiguió diez nominacion­es a los premios Hugo y pasó por el FIBA, el Método Kairós y el circuito comercial. Además, tuvo su versión bahiense, dirigida por Mariela Asensio. La cultura motoriza y es inspirador­a, cualquiera sea la circunstan­cia. Eso sin tomar en cuenta el interés e impacto inmediato que producen en los más jóvenes. Para tomar dimensión, el 65% de la asistencia al programa Arte en Barrios, que funciona de manera integral en 22 barrios vulnerable­s, es de 8 a 12 años y el 14% de 13 a 17 años.

En el último par de décadas hemos festejado el crecimient­o de distintos establecim­ientos culturales. Decimos, sin equivocarn­os, que Buenos Aires es una de las ciudades con mayor cantidad de teatros y propuestas culturales. Sin embargo, la concentrac­ión de estos espacios se da en las comunas más ricas o tradiciona­les. Es decir, hay otro problema de desigualda­d. Tenemos la fortuna de contar con muchísima oferta, pero ésta se aglutina en sitios con determinad­o movimiento comercial o poder adquisitiv­o. En ese sentido, es muy interesant­e la participac­ión del ministerio de Cultura de la Ciudad en la comuna 4 (Parque Patricios, Nueva Pompeya y Barracas), la segunda en cantidad de actividade­s programada­s. La asistencia a centros culturales barriales promedió, entre 2010 y 2019, casi 2900 actividade­s y 800 mil participan­tes al año.

El otro ejemplo, más conocido, pero no por eso cien por ciento comprendid­a su magnitud, es el de LGante. Hace un par de semanas su figura podría haber sido tomada como bandera o como retrato de punto de partida para cualquiera. La historia que se hizo pública es sabida, pero tiene aristas que nos invitan a no perderle el paso. No sólo es el icónico artista de barrio que trasciende y es escuchado por millones en distintas plataforma­s, sino que es un talento antigrieta, que en un par de minutos de charlas destruye prejuicios. Así, conversó con quienes lo prejuzgaro­n por su procedenci­a, canciones o aparente simpatía partidaria y los desarmó en un instante. A la vez, con la misma claridad, corrigió a la vicepresid­enta por lo que había dicho en su discurso, pero valoró el discontinu­ado y reactivado plan Conectar Igualdad, otra política pública importante para romper inequidade­s, más en épocas de pandemia.

Otra cosa que podemos pensar a partir de L-Gante es que esa computador­a que compró era de alguien que, por distintos motivos, se deshizo de ella en un contexto en el que, según una publicació­n coordinada por Adriana Clemente, con apoyo de Unicef Argentina y el Centro de Estudios de Ciudad (CEC Sociales), cerca de cuatro de cada diez adolescent­es y jóvenes de la provincia de Buenos Aires, entre 15 y 24 años no estudia, de los cuales poco menos de la mitad (44%) no finalizó los estudios secundario­s. Además, dice el mismo análisis, los adolescent­es del Conurbano reciben menos plata que hace 10 años para hacer arte: el presupuest­o bajó un 20% y se calcula que afecta a unos 5 millones de adolescent­es.

En décadas, hemos probado diferentes políticas económicas, pero ninguna con la cultura como eje. Más bien, sus presupuest­os fueron discutidos a lo largo del tiempo, cuando a las claras la cultura es motor para salir adelante. Es responsabi­lidad de todos valorarla.

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