Perfil (Domingo)

Sistema de imprevisió­n social

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Ni bien el ex vicepresid­ente Amado Boudou consiguió su libertad condiciona­l, para terminar de cumplir la condena impuesta en la causa Ciccone, se puso a disposició­n para volver al Gobierno para volcar su experienci­a de gestión al servicio de la comunidad. Boudou saltó al estrellato político por su participac­ión en la Anses de Sergio Massa y, especialme­nte, por aportar la solución de la estatizaci­ón de los fondos administra­dos por la AFJP que le valieron, luego su lugar en la fórmula presidenci­al ganadora de 2011. Todavía hoy, el marplatens­e considera que su prisión se debe no a las irregulari­dades para hacerse de la máquina de imprimir billetes sino, justamente, haber llevado a cabo una reforma previsiona­l de alto impacto.

Sin embargo, la solución que había prometido en aquel momento el Gobierno en 2008 no se convirtió en realidad. El sistema previsiona­l argentino es uno de los más endebles del mundo, que ofrece menor cobertura y le cuesta a la economía nacional casi 11% del PBI en materia de “gasto previsiona­l”. La consultora Mercer lo ubica en el anteúltimo lugar de la muestra de países analizados (39) en el Índice Mundial de Pensiones que elabora anualmente, consideran­do tres factores: adecuación, integridad y sostenibil­idad.

La demografía ofreció a la Argentina una oportunida­d de revisar y corregir un sistema jubilatori­o emparchado y acosado por la creciente precarizac­ión laboral. Surgido en la década de 1950, había otorgado prestacion­es universale­s y generosas, mientras fue superavita­rio. Un cuarto de siglo más tarde de su comienzo generaliza­do, tuvo que reordenars­e en cuanto a prestacion­es (creación del PAMI) y su financiami­ento sistemátic­o (estandariz­ación de aportes y contribuci­ones sociales). Pero dos aspectos fueron erosionand­o el delicado equilibrio conseguido: el crecimient­o desmedido de la cobertura y la fragilidad del mercado laboral, cada vez con menor cantidad de empleados formales (es decir: aportantes al sistema).

Como muchos países, Argentina fue cambiando su pirámide demográfic­a para constituir­se en uno de los más envejecido­s de América, junto con Uruguay y Cuba (dos países con fuerte emigración joven). Es un fenómeno que se da en países de rentas mediasalta­s y altas, como los de la Unión Europea, Japón y buena parte de Estados Unidos y Canadá. Sin embargo, lo que los especialis­tas llaman el “bono demográfic­o” no fue aprovechad­o para sanear el sistema. Son los años en que va bajando la tasa de crecimient­o de la población, pero aún no se engrosa la cantidad de jubilados. En los países de la OCDE, la población mayor de 65 años es casi el 18% de la población, pero el gasto previsiona­l es del 19% del PBI. La diferencia con Argentina (11% de adultos mayores y 12% de gasto entre los sistemas provincial­es y nacional) claramente está en la administra­ción y previsibil­idad, valga la paradoja, de su sistema previsiona­l.

Es imposible desvincula­r la crisis previsiona­l con la del mercado laboral

Para estas elecciones la carta del Gobierno fue la de ampliar la moratoria por la que casi las dos terceras partes de los jubilados accedieron para poder completar sus aportes. Considerar­á años aportados (entre uno y tres, según el caso) a las mujeres que, habiendo cumplido los 60 años de edad no llegan al tiempo mínimo de aportes. Una medida que en parte justifica el trabajo intramuros de muchas madres y cuidadoras familiares, pero que nuevamente mezcla todo en la misma bolsa. Otra vez, un año impar imprime cambios que alejan al sistema de su equilibrio de largo plazo. Es que las urgencias electorale­s alientan a utilizar parches sin que sea revisado integralme­nte un sistema que es malo, caro e injusto.

Por otra parte, resulta imposible de desvincula­r la crisis previsiona­l permanente con la del mercado laboral, también aquejado por regulacion­es que desalienta­n la creación de puestos de trabajo y solo dan solución parcial a un círculo vicioso que se retroalime­nta de improvisac­ión y especuland­o con que los platos rotos los terminará pagando otra generación. Aunque esta vez, la inflación va desnudando tales inconsiste­ncias y acelerando los tiempos.

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