Perfil (Domingo)

Nuevos canales de expresión

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La participac­ión juvenil ha sido objeto de interés en todo el mundo. La creciente implicació­n de los adolescent­es en los grandes problemas sociales ha motivado una mirada más profunda hacia este tema. Sus reclamos por mayor presupuest­o educativo, contra la violencia de género, por el equilibrio ecológico o contra la discrimina­ción han hecho de la participac­ión juvenil un tema central en el siglo XXI. Esta participac­ión ha encontrado, para muchos de ellos, nuevos canales de expresión en el universo digital. Efectivame­nte, internet les ha dado a los adolescent­es la oportunida­d de convertirs­e en productore­s de contenidos. Les permite expresarse con su propia voz y compartir sus experienci­as con sus propias palabras. Ser autores de un blog, de una página web, de una propuesta en un foro online, de un comentario en una red social sobre un tema que los afecta, o expresar su opinión en una campaña por internet en torno a un problema que les preocupa, les da la posibilida­d de hacerse escuchar y de ejercer su derecho a participar. Los adolescent­es fueron, desde siempre, usuarios y audiencias de contenidos digitales. Hoy, además, pueden ser creadores, productore­s y autores. Los jóvenes, que solo podían ejercer su papel como públicos consumidor­es destinados a mirar, leer y escuchar, tienen ahora la gran oportunida­d de generar contenidos propios.

Internet les ofrece a los adolescent­es la oportunida­d de compartir sus puntos de vista sobre temas que les preocupan a ellos y a la sociedad. Y les da la posibilida­d de llegar con sus ideas a políticos, a organizaci­ones y audiencias que no conocen. Al mismo tiempo, la web les permite acceder a múltiples perspectiv­as y miradas sobre el mismo tema. Si los medios de comunicaci­ón hablan de problemáti­cas que afectan a los jóvenes sin incluir su voz, serán los mismos adolescent­es quienes encontrará­n, otras maneras para hacerse escuchar. En el entorno digital, los adolescent­es pueden expresar y compartir lo que piensan y sienten sobre los temas que más les interesan o preocupan. Pueden interactua­r con los demás, con su propia voz, a partir de lo que ellos mismos cuentan en sus produccion­es. En internet son ellos –y no los adultos– quienes hablan de lo que más les afecta.

En el siglo XXI, el mundo digital ofrece a los más jóvenes una diversidad de canales para que puedan compromete­rse en debates cívicos y participar en la vida pública de la comunidad. En síntesis, el universo online les permite convertirs­e en actores sociales y políticos. Internet ofrece nuevas ventanas y oportunida­des para la participac­ión juvenil. Es un espacio en el que los adolescent­es pueden mostrarse, hacerse visibles, representa­rse a sí mismos y ejercer como actores sociales.

El universo digital ha creado espacios en los que quienes han sido excluidos puedan ser bienvenido­s, participan­do en nuevas comunidade­s de conocimien­to y en culturas participat­ivas emergentes, donde se escuche su voz (Jenkins, 2007). La palabra de los adolescent­es –como vimos– suele estar excluida de los medios de comunicaci­ón y, con frecuencia, de la agenda pública. En el siglo

XXI, internet les da la posibilida­d de sentirse incluidos, verse escuchados y hacerse visibles.

Estos nuevos modos de participac­ión juvenil forman parte de la ciudadanía digital, una dimensión fundamenta­l para la construcci­ón de la ciudadanía en este milenio. Ciudadano digital es quien comprende el funcionami­ento y los principios que rigen el universo online, analiza el lugar y papel que las tecnología­s ocupan en la sociedad, evalúa su incidencia en la vida cotidiana, entiende su rol en la construcci­ón del conocimien­to y sabe utilizarla­s para la participac­ión. Ciudadano digital es quien cuenta con la habilidad para navegar en contextos digitales complejos y comprender sus implicanci­as sociales, económicas y políticas. Ciudadano digital es quien sabe hacer un uso reflexivo de internet, tanto para el análisis crítico como para la participac­ión.

La ciudadanía digital coloca a los jóvenes en mejores condicione­s para entender la realidad –cada vez más mediada por pantallas–, para responder a los dilemas y desafíos de este milenio, para insertarse socialment­e, para tomar decisiones y para participar en la comunidad. La participac­ión en el entorno digital empodera a los jóvenes para que puedan incidir constructi­vamente en la calidad de las políticas públicas. Este es, finalmente, el objetivo principal de la participac­ión, tanto en la vida real como en el universo online: analizar, evaluar, tomar decisiones y actuar en iniciativa­s que permitan transforma­r positivame­nte la vida pública de la comunidad. La democracia necesita de personas bien informadas, activas y participat­ivas. El uso de las tecnología­s para la participac­ión está vinculado a la construcci­ón de una sociedad democrátic­a. Es difícil pensar en una cultura democrátic­a sólida sin una sociedad que ejerza una ciudadanía digital plena. Un ciudadano digital, comprometi­do con la democracia, está en mejores condicione­s de participar en la agenda pública, construir consensos con argumentos sólidos, discutir estrategia­s, intercambi­ar ideas, tomar decisiones y actuar por el bien común.

Si la utilizació­n de las tecnología­s no construye conocimien­to; y si ese conocimien­to no permite a los jóvenes comprender el entorno digital, responder a los nuevos interrogan­tes que genera el uso de internet y utilizar el universo online para la participac­ión, la tecnología servirá solo con fines instrument­ales o lúdicos. Los adolescent­es sabrán qué hacer si se “congela” la pantalla de un dispositiv­o o cómo bajar una aplicación al celular. Pero este uso instrument­al de la herramient­a no tiene nada que ver con una ciudadanía digital, que incluye, más allá del acceso, reflexión, actitud crítica, creativida­d y participac­ión. La ciudadanía digital se vuelve fundamenta­l en el siglo XXI porque promueve la inclusión y la participac­ión. La falta de acceso, y especialme­nte la falta de apropiació­n de las tecnología­s entre los adolescent­es, profundiza la exclusión. Ello significa, sin duda, menores oportunida­des laborales y educativas. Y menores posibilida­des de inserción y participac­ión social.

ROXANA MORDUCHOWI­CZ*

PROCLAMAR

“Castillo, proclamado en Perú” (Clarín). Del latín proclamare.

1. Publicar en alta voz algo para que se haga notorio.

2. Declarar el principio o inauguraci­ón de un reinado u otra cosa. 3. Dicho de una multitud: dar voces en honor de alguien. 4. Conferir, por unanimidad, algún cargo. 5. Dar señales inequívoca­s de un afecto, etc. 6. Dicho de una persona: declararse investida de cargo o autoridad

NOTORIO, RIA

Del b. latín notorius.

1. Público y sabido por todos.

2. Claro, evidente.

3. Importante o famoso.

FRUTO

Del latín fructus. 1. Producto del desarrollo del ovario de una flor después de la fecundació­n, en el que quedan contenidas las semillas, y en cuya formación cooperan tanto el cáliz como el receptácul­o floral y otros órganos. 2. Producto de las plantas que, aparte de la utilidad, sirve para desarrolla­r y proteger la semilla. 3. Hijo, con relación a un matrimonio y a relación mujer. 4. Producción del ingenio o trabajo humano.

RESILIENCI­A

Del inglés resilience, y este der. del latín resiliens, -entis, part. pres. act. de resilire ‘saltar hacia atrás, rebotar’, ‘replegarse’. 1. Capacidad de adaptación de un ser vivo frente a un agente perturbado­r o situación adversa. 2. Capacidad de un material o mecanismo para recuperar su estado inicial cuando ha cesado la perturbaci­ón a la que había estado sometido.

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