Perfil (Domingo)

Elecciones, ideología y discurso

- BÁRBARA BRAVI* *Politóloga. Consultora y analista política. Docente universita­ria (@barbaritel­p).

Muchos años pasaron para que los formatos y sistemas que se anclaran en esa época nos visitaran hoy con sus consecuent­es cambios. Desde la Revolución Francesa hasta hoy, cambiando los sistemas electivos, hay algo en lo que siempre se confrontó, de manera más o menos implícita: la ideología. Más lavada, menos lavada, con sistemas hiperperso­nalistas a partir de la ruptura del sistema de partidos tradiciona­les. La ideología siempre estuvo presente, y en este punto no puedo dejar de nombrar y recomendar el libro de Mario Riorda ¡Ey, las ideologías existen!. Pues claro que sí. Porque disfrazada­s o no, forman parte de nuestra historia, nuestras creencias, de nuestras tradicione­s, de nuestros mandatos y nuestras elecciones.

¿De qué se trata esta elección? Una disputa entre oficialism­o (plebiscito) y oposición, sin ideas y con muchas críticas. Hay otras lecturas, de un proyecto de país imbuido de valores, que son propios de las ideologías. ¿Y cómo se transmiten? A través de la comunicaci­ón, claro. No hay política sin comunicaci­ón, y sin mensaje. El terreno de la comunicaci­ón es el lugar de batalla, donde las palabras cobran identidad, sentido y significac­ión.

Los eslóganes y las promesas de campaña ya son poco creíbles. Alguien dijo “Pobreza cero”, “Vinimos a unir a los argentinos”; no sólo no fue así, fue totalmente al revés. Serás esclavo de tus palabras. Coincidimo­s en que las elecciones legislativ­as no son iguales a las ejecutivas; entonces, ¿que tienen de especial estas elecciones? La carrera a 2023.

Siempre se trata de contrastes, hasta las palabras lo son, son apropiacio­nes de espacios políticos. El peronismo en sus distintas expresione­s nos habla de patria, de justicia social, de soberanía económica, de lo popular y nacional, de la inclusión, y por supuesto de los vulnerable­s, los excluidos y los trabajador­es. Es un proyecto político de país, pero también es un proyecto de vida. Ahora bien, de qué nos habla la oposición, tan fracturada hoy, de la república donde vimos que la manipulaci­ón de la separación de poderes no existe. Donde se menciona la corrupción como bandera y resulta que hasta las luces led que compraban los funcionari­os eran de un funcionari­o. Pura cháchara. Pero siempre habrá hambre de una ideología que quiere escuchar esas palabras, porque forman argumentos que responden a sus creencias. Se vio en el cierre de listas una unidad del Frente de Todos y una interna entre el PRO y la UCR, ¿por qué? Porque hasta ellos mismos tienen diferencia­s discursiva­s y de valores.

Hablemos de la famosa “libertad”. No hubo “impediment­o” de libertades, solo provocació­n. Hubo un Estado presente que veló por uno de los servicios básicos que el Estado debe prestar: la salud. Pero claro, aparece de nuevo la ideología, ¿importo yo o importan los demás?

No es una época fácil la que atravesamo­s, solo que este escenario, la pandemia, fue un elemento crítico para generar argumentos. Si el Estado te cuida, es demasiado intervento­r, y si no lo hace, es un gobierno con desidia. Claro que la informació­n juega un rol importante. Lo que resta decir es que cada uno y cada una consumen informació­n de acuerdo a la empatía con sus ideas. Como corolario, esto decanta en qué y quiénes importan. ¿El núcleo privilegia­do? ¿La patria nacional y popular?. Así las cosas, más que un problema político es un problema cultural.

Aunque algo claro hay, errores cometen todos los gobiernos, pero el actual no esquivó la pandemia, trabajó incansable­mente para conseguir vacunas y bajar los contagios. Y lo hizo. No fue promesa, fue un hecho. Siempre algo va a molestar, pero cuando moleste, miren al mundo; no a todos los países les fue bien. Los argumentos engañosos solo sirven para sembrar desinforma­ción. Falta todavía para las elecciones, y será una elección reñida. No por lo que haya hecho o no el Gobierno. Serán las ideologías las protagonis­tas. ¿Vale ganar a cualquier costo? ¿O dejar las conviccion­es en la puerta de entrada?

Siempre se trata de contrastes, hasta las palabras lo son, son apropiacio­nes de espacios políticos

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