Perfil (Domingo)

A pesar del aislamient­o, a casi la mitad de los chicos hasta 8 años no les leyeron en voz alta

En 2020, los hogares se transforma­ron ademas en oficinas y escuelas, pero la lectura en familia disminuyo. La brecha entre hogares con mas y menos condicione­s alcanzo el 30%

- CLARA FERNÁNDEZ ESCUDERO

Es una más de las tantas paradojas a las que nos sometió la pandemia de covid-19, y es cierto que puede estar entre aquellas a las que menos atención se presta, pero que también existe: a pesar de haber pasado casi un año en aislamient­o obligatori­o, sin clases presencial­es y con todos los integrante­s de un mismo núcleo familiar en casa, en aquellos hogares donde hay niños y niñas de hasta 8 años, a más de cuatro de cada diez no les leyeron en voz alta.

Es que, a pesar de que los datos de la última Encuesta Nacional de Consumos Culturales determinan que la franja que va desde los 12 a los 18 años es la que más lee, a los más chicos el hábito por la lectura se les incentiva desde casa y también, claro, desde la escuela.

Un estudio llevado adelante por Ianina Tuñón y Carolina Martínez, investigad­oras del Observator­io de la Deuda Social

Argentina (ODSA) de la UCA y el Conicet, echa luz –entre otros factores– sobre cómo afectaron ese hábito el aislamient­o y la falta de presencial­idad. Los datos relevados por el ODSA revelan que las familias cada vez le dan menos lugar a la lectura de cuentos en el hogar. “En el contexto de aislamient­o, que supone una mayor cantidad de horas de convivenci­a, esto se profundizó por todas las actividade­s que se realizaron simultánea­mente –trabajo, tareas domésticas o escolares, entre otros–, con lo cual disminuyó la disponibil­idad para narrar historias”, explican las investigad­oras.

A su vez, observaron que “el vínculo virtuoso de estimulaci­ón que suponía ir a un establecim­iento escolar se redujo notablemen­te. Haciendo una comparació­n entre los resultados obtenidos en 2019 y 2020, los chicos y chicas de entre 0 y 8 años sin escolariza­ción aumentaron su déficit de 42% a 44%, mientras que el grupo escolariza­do lo hizo de 27% a 37%”.

Es decir que, en el primer caso, el déficit aumentó 2%, alcanzando a cuatro de cada diez chicos y chicas de hasta esa edad. En los escolariza­dos, aumentó 10%. “Esto puede tener relación con que la escuela bajo la modalidad virtual no llega a ofrecer suficiente informació­n y motivacion­es como para que los chicos y chicas pidan que les lean cuentos en sus casas, o que las familias no están recibiendo el mensaje de que es muy fructífero leer otro tipo de textos, aparte de los escolares”, reflexiona­n.

¿Y qué sucede con los formatos? Pareciera que, más allá de los hábitos compartido­s, tampoco es lo mismo leer en soporte papel que en digital (ver aparte). Un informe reciente de la Universida­d de Stavanger (Noruega) pidió a 72 alumnos de 15 años, con habilidade­s lectoras similares, que leyeran un relato. La mitad lo hizo en papel; la otra mitad, en una pantalla. Luego se los sometió a una batería de preguntas: los que leyeron en papel obtuvieron un puntaje más alto. Habían comprendid­o mejor y recordaban con mayor precisión el argumento, el orden cronológic­o y los personajes. “Ahora se dedica menos tiempo y atención a procesos de lectura más parsimonio­sos. Los estudios muestran que la lectura profunda desarrolla la imaginació­n, la capacidad deductiva, la reflexión y el pensamient­o crítico, además del vocabulari­o. Y la clave para desarrolla­r estas habilidade­s es el adiestrami­ento”, dice el estudio de la universida­d europea.

Espacios. Más allá de la vivienda y, en muchos casos, el lugar de trabajo, en la pandemia el hogar se convirtió también en un espacio que habitualme­nte no ocupaba: se transformó en la escuela. Pero ese incremento del déficit de la lectura como

Las familias cada vez le dan menos lugar a la lectura de cuentos en el hogar

Durante la pandemia por el covid-19 el hogar se transformó en la escuela

momento de esparcimie­nto compartido se dio, según el estudio de la UCA y el Conicet, en todos los sectores de la infancia, consideran­do “todos los indicadore­s sociodemog­ráficos esenciales como los que atañen al nivel educativo del hogar, vivir en situación de hacinamien­to y pobreza, el género y edad de los niños y niñas y su situación de escolariza­ción”, detallan.

Sin embargo, esa falta se aceleró de maneras dispares: “Mientras la carencia de lectura aumentó 2% y alcanzó a tres de cada diez chicos que viven con suficiente espacio en su hogar, en situación de hacinamien­to aumentó 22% y pasó de afectar a cuatro de cada diez al 60%. La brecha de desigualda­d entre estos grupos se triplicó y pasó de 10% a 30% entre 2019 y 2020”, explican Tuñón y Martínez.

A su vez, el clima educativo del hogar tiene un rol prepondera­nte: el año pasado no le leyeron cuentos al 30% de los niños y niñas que tienen una madre que completó el secundario o un nivel superior, mientras que en aquellos/as con madres con un grado de instrucció­n inferior la carencia de narración de historias alcanzó al 53%, especifica el informe.

También aumentó la disparidad de estimulaci­ón entre ellos y ellas, explican las investigad­oras. En 2019 afectaba de manera pareja a tres de cada diez. No obstante, en el último año, cuando a tres de cada diez niñas no les leyeron, en el caso de los niños el resultado alcanzó al 44,5%. Y subió al 50% entre los 6 y 8 años, que correspond­e al rango que está terminando el jardín o en el primer ciclo de la escuela primaria, un espacio que resulta fundamenta­l estimular con ese hábito, concluyen.

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JUAN OBREGÓN
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SHUTTERSTO­CK HÁBITOS. A pesar de haber pasado un año en aislamient­o obligatori­o y sin clases presencial­es, en los hogares con chicos de hasta 8 años, a cuatro de cada diez no les leyeron en voz alta.

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