Perfil (Domingo)

Randazzo: “Hace falta un shock económico”

En 2017 se presentó en la Provincia con una opción electoral que fue una de las explicacio­nes de la derrota de Cristina Kirchner. Su jefe de campaña era Alberto Fernández, que por entonces denunciaba las acciones de La Cámpora para obstaculiz­ar el avance

- JORGE FONTEVECCH­IA

—Comencemos con un contrafáct­ico. Si en vez de Daniel Scioli vos hubieras sido candidato en 2015, ganado las PASO y la presidenci­a y hubieras sido reelecto, ¿cómo hubieses administra­do la pandemia?

—Con la pandemia tomé una posición particular. Intenté ser muy prudente. Los dos sectores políticos que administra­ron la Argentina en los últimos años intentaron sacar algún tipo de ventaja mezquina. Y hay demasiado dolor. Hay más de 105 mil muertos. Todos perdimos un amigo, un familiar, un vecino. Hacer especulaci­ones es agregarle más angustia a la situación. Argentina debería haber mirado lo que pasaba en Europa y manejado diferente las restriccio­nes. No terminar en esa falsa dicotomía entre economía y salud. Destruimos parte de la economía y tenemos un nivel de fallecidos por 100 mil habitantes que está en el top ten del mundo. Deberíamos haber visto eso, cómo adelantarn­os en la adquisició­n de todas las vacunas posibles. La única solución frente a este flagelo es la vacuna.

—El 29 de agosto de 2017, la agencia oficial Télam publicó una noticia titulada: “Para Alberto Fernández, Randazzo es víctima de una campaña mediática de La Cámpora”. Allí, el que hoy es presidente decía que la organizaci­ón kirchneris­ta falseaba la identidad de los apoyos en el interior de la Provincia. ¿Hoy la víctima de La Cámpora es Alberto Fernández?

—No creo que sea víctima de nada el Presidente. Finalmente decidió ser parte de ese espacio político. Está claro que no comparto las políticas que se llevan adelante. No hago política de lo personal. Pero el sendero elegido es el equivocado.

—¿Es fruto de una decisión libre y no de alguien que está constreñid­o?

—Uno es libre. Lo último que está dispuesto a perder un ser humano que tiene medianamen­te dignidad es la libertad. Pero las políticas del Gobierno son absolutame­nte equivocada­s.

—¿Cuándo y cómo conociste a Alberto Fernández?

—En el año 2003. Quizás poco antes. Cuando era jefe de la campaña de Néstor Kirchner y yo ministro en la provincia de Buenos Aires.

—¿Coincidían en la mirada sobre el país?

—Tal vez no tuve tanta relación en ese momento; sí después, cuando compartimo­s gabinete. Yo tenía una perspectiv­a más fuerte sobre la gestión, Alberto, más vinculada a lo mediático. Cumplía una función específica. Cuando se fue del gobierno, en el medio del conflicto del campo, mantuvimos el vínculo hasta 2017. Allí fue uno de los impulsores para que yo fuera candidato de ese espacio político que tendría como objetivo participar de unas PASO frente a Cristina. No se dio porque ella decidió ir con Unidad Ciudadana.

—¿Y qué era distinto en esa persona que coincidía con vos al punto de ser promotor de tu candidatur­a en competenci­a con Cristina Kirchner? Algo que sucedió hace solo cuatro años.

—Era distinto. Fue el Alberto Fernández que votó la mayoría de los argentinos. Fue cambiando a partir de que asumió. Habría que preguntarl­e por qué cambió. Pero tenía otra mirada sobre Argentina. De persistir en lo mismo, los resultados serán iguales.

—¿Era un peronista menos “clásico”? Dicen que el peronismo de la Ciudad de Buenos Aires se mimetizó con el radicalism­o, dada la frecuencia en la derrota.

—Puede ser. Es un análisis interesant­e. Nunca lo había pensado.

“La Argentina

necesita

una política

económica

de shock.”

—¿Cumplió una función también mediática en tu campaña?

—Sí. De coordinaci­ón con referentes de los distritos. Ayudaba mucho a la construcci­ón del discurso frente a los diferentes temas de esa campaña, que fue muy particular porque se terminó polarizand­o. Fue una campaña intermedia. Se elegían legislador­es, pero se dio en el mejor momento en términos económicos del gobierno de Macri, con una Cristina que volvía a ser candidata. Eso llevó a una polarizaci­ón importante. Así y todo, hubo 20 puntos en el medio. 12 puntos de Massa, 6 nuestros y algunos

“Las políticas

del Gobierno

están

absolutame­nte

equivocada­s.”

más que sacó la izquierda. Es un dato interesant­e: muchos ciudadanos decidieron no acompañar a ninguna de las dos.

—¿Los políticos que se plantean perdurar es porque no tienen ganas de hacer ese esfuerzo o no tienen la capacidad o tienen aversión al riesgo?

—Es una combinació­n. Hay una visión demasiado conservado­ra. Es un denominado­r común entre macrismo y kirchneris­mo. Coinciden en el mantenimie­nto del statu quo, en no animarse a cambiar, demostraro­n su fracaso desde hace más de cincuenta años.

—¿La aversión al riesgo es la invariable? Néstor Kirchner, Carlos Menem y Raúl Alfonsín no la tenían.

—Tiene que ver con las personalid­ades y la convicción que debe asumirse.

—¿Cristina Kirchner asume riesgos?

—Sí. Los asumía más allá de si fueran correctos o no. Pero en los últimos años se dio una política de no asumir ningún riesgo y mantener la situación que lleva a la Argentina al fracaso.

—¿Esta Cristina también asume riesgos?

—No lo sé. Estoy alejado. Es una Cristina diferente porque cumple su rol, que también lo es.

—¿Con los años y la proximidad al poder merma ese ímpetu modificado­r?

—Comparto el teorema de Baglini en parte. Está demostrado que si la Argentina persiste en las mismas decisiones en los temas estructura­les que tiene sin resolver, no tiene salida.

—El teorema de Baglini es un oxímoron en un extremo.

—Exactament­e. En materia económica la Argentina fracasó.

—¿Frente al fracaso lo responsabl­e es no seguir el teorema?

—Hay que tomar decisiones y animarse, aun a riesgo de tener que irse.

—¿Sergio Massa está dentro de los que toman riesgo?

—Hace años que no hablo con Sergio. Tengo una visión diferente de lo que hay que hacer en la Argentina. Soy un hombre de conviccion­es. Ocupar o no un cargo público es circunstan­cial. Si sirve para transforma­r, bárbaro. Si no, no. No podría participar de un espacio en el que no comparto las ideas. Me alejé del kirchneris­mo porque me considero primero un peronista. El kirchneris­mo en ese momento era más que el peronismo. Expresaba a otros sectores sociales, por ejemplo, cierta parte del radicalism­o. Se fue achicando, cerrando y transformá­ndose en un grupo de fundamenta­listas con una visión equivocada sobre la marcha del mundo. La mirada sobre la sociedad hay que extenderla a lo que está pasando en el mundo. No la tienen. A eso se suma una falencia fenomenal en materia de gestión. No tienen ni idea de cómo se gestiona y qué rol tiene el Estado.

—Fuiste jefe de Gabinete de Felipe Solá, que hoy es el canciller. ¿Cómo ejerce su tarea?

—La política internacio­nal es equivocada, desde lo vinculado a los países de la región. Independie­ntemente de si nos gustan o no Jair Bolsonaro o Luis Lacalle Pou, son presidente­s elegidos democrátic­amente. Tener una visión más ideológica que pragmática en el Mercosur no aporta. Es el tercer espacio común en cantidad de habitantes en el mundo. Hay que integrarse al mundo y competir, ser productivo­s y aprovechar­lo. Es un error, como los derechos humanos. La violación de los derechos humanos es la misma en Colombia, en Chile, en Nicaragua o en Cuba. No hay doble vara para ese tipo de cosas. Pero Argentina insiste en posiciones absurdas. Por ejemplo, Venezuela. Dicho por Michelle Bachelet, viola todas las reglas constituci­onales y democrátic­as en materia social y política.

—Alberto Fernández y Felipe Solá no eran personas ideologiza­das.

—Hay condiciona­miento en materia de política exterior. Pero no estoy de acuerdo con la mirada

sobre lo que hay que hacer.

—Hay personas que opinan que el diagnóstic­o cuando asume Cambiemos en 2015 respecto de qué hacer era razonable, pero que lo que falló fue que Mauricio Macri fue un muy mal gestor. ¿Hubo errores de gestión de Mauricio Macri?

—Lo primero que faltó fue liderazgo. Es imposible llevar una buena gestión sin un liderazgo definido. El liderazgo debe tener un componente de sensibilid­ad y vocación transforma­dora. En general, la política articula intereses diferentes y contrapues­tos. Hay que defender el interés de la mayoría. Macri manejó el Estado sin corazón. Es errónea la idea de dejarlo librado al mercado en un país donde hay pequeños productore­s, pequeños comerciant­es y mucha informalid­ad. El Estado ausente no es neutral, acentúa las desigualda­des. Tampoco el Estado que profundizó el kirchneris­mo: el volumen de lo que gasta o invierte, su personal, el nivel de regulacion­es. Nosotros buscamos un Estado que preste bienes públicos de calidad y que promueva el desarrollo. Debe haber un liderazgo con esta visión que no se tuvo y elegir así a quienes ejecuten esa idea. La discusión sobre si se necesitaba una política de shock o gradual fue equivocada. La Argentina necesita una política de shock. El país cambió con decisiones de shock ante las crisis: en 1989, la híper y el proceso de crecimient­o de Menem. La crisis de 1999 a 2001 a la que sigue un proceso de shock producto de las circunstan­cias. Jorge Remes Lenicov fue ministro. Siguieron seis años de crecimient­o. En este caso no hubo esa decisión.

No resolver el equilibrio macro con el equilibrio social, esa discusión permanente llevó a que la Argentina siga fracaso tras fracaso. El mundo lo resolvió. La Argentina debe comenzar a tener consistenc­ia macroeconó­mica para empezar a tener políticas inclusivas. Los países más progresist­as del mundo tienen economías consistent­es.

—¿Sos una persona con pulsión a la acción o con una cierta hiperquine­sis, diría un

psicólogo infantil, y la política te rechaza porque hay todo un entramado de gente que lo que quiere es no cambiar las cosas?

—En gran parte es así. Hay una política demasiado especulati­va, oportunist­a, busca cargos. Estoy visto como un loco por haberle dicho que no a Cristina en 2015 o en 2017.

—Planteemos otro contrafáct­ico. Tuviste una reunión con Cristina Kirchner donde ella te propuso unir las listas y lo rechazaste sosteniend­o que creías que ella no se iba a presentar. ¿Qué hubiera pasado si hubieras aceptado integrar

las listas y ella hubiese ganado las elecciones con vos en 2017? ¿Sería presidenta y no hubiera necesitado a Alberto Fernández? ¿Macri hubiera sido reelecto al tenerla como opositora?

—La última vez que la vi y hablé con Cristina fue en 2017. Me ofreció ser primer diputado nacional. No acepté porque tenía una mirada diferente sobre qué hacer. No compartía la mirada sobre el mundo y la Argentina.

En ese momento había cuestiones irreconcil­iables entre las dos facciones de la política, el macrismo y el kirchneris­mo. La grieta se resuelve desde el respeto, entendiend­o que el otro puede tener razón en algunas cosas, que la verdad absoluta se construye desde verdades relativas. Llegaron a un nivel de confrontac­ión tan importante que ese camino casi es imposible. Por eso planteamos una nueva alternativ­a. ¿Qué hubiera pasado? Muchos del espacio que hoy participan del Gobierno creen que hubiera sido candidata Cristina. Tengo mis dudas. Me pareció injusto que no se permita una PASO en el espacio. Se lo dije. Segurament­e hubiera ganado, pero en el mismo espacio hubiéramos podido sostener posiciones diferentes. Sin embargo, lo negó y decidió migrar hacia una construcci­ón nueva como Unidad Ciudadana.

—La última entrevista que te hice fue en 2017. Aún no se había producido la llamada causa cuadernos. Uno de los argumentos de quien era el recolector de esos recursos es que era para las campañas políticas. ¿Qué pensaste ante la irrupción de esos datos?

—Fue muy prudente con el tema corrupción. En el ejercicio de mis funciones Cristina jamás me pidió algo que no correspond­iera. Si lo hubiera hecho me hubiera ido. Que quede claro. Hay una dirigencia política con una parte demasiado irresponsa­ble que condena sin tener elementos, sin esperar que funcione la institució­n judicial, independie­ntemente de si lo hacen bien o mal. Tenemos que ir a institucio­nes que funcionen correctame­nte. La condena previa hace que la sociedad no sepa quién dice la verdad o quién miente. La causa me llamó la atención. Me generó asombro lo que contaba. Parecía un cuento.

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“Kirchneris­mo y macrismo son conservado­res”.
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PABLO CUARTEROLO
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PABLO CUARTEROLO VÍNCULO CON ALBERTO. “Yo tenía una perspectiv­a más fuerte sobre la gestión; Alberto, más asociada a lo mediático. Cumplía una función específica. Cuando se fue del gobierno, en medio del conflicto del campo, mantuvimos el vínculo hasta 2017”.

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