Perfil (Domingo)

Sin ley ni Justicia

- SERGIO SINAY* *Escritor y periodista.

Ninguna sociedad puede ser estable ni desarrolla­rse como un sistema equitativo de cooperació­n entre personas libres e iguales si el conjunto de sus miembros no acepta y se compromete con los principios de Justicia. El principal de esos principios es que lo justo debe ser enemigo de lo bueno, lo cual define a la imparciali­dad de la Justicia. Sin ésta condición las personas no se sentirían igualmente tratadas y protegidas. Estas ideas pertenecen al núcleo de Teoría de la Justicia, la obra de John Rawls (19212002) que desde que fue publicada, en 1971, se convirtió en elemento esencial de toda indagación que, en filosofía política y en filosofía del derecho, pretenda ir más allá de lo epidérmico.

Si siguiéramo­s el hilo del señalamien­to de Rawls sintetizad­o aquí posiblemen­te llegaríamo­s a la conclusión de que la Argentina ya no es solo un país al margen de la ley, como lo describía el fundamenta­l jurista Carlos Nino (1943-1993) en su libro titulado así, sino lisa y llanamente un país al margen de la Justicia. Algo que comienza a temerse cuando a la endémica anomia de una masa crítica de la sociedad (sin distinción de estamentos económicos, educativos o culturales) se le suma la anomia de quienes deben administra­r Justicia. Si una vicepresid­enta bajo fundamenta­das sospechas de múltiples hechos de corrupción, y acusada de complicida­d en el encubrimie­nto del mayor atentado terrorista sufrido en el país, recibe de un tribunal el permiso para insultar a los mismos jueces que, tras escucharla impávidos, la sobreseen, la ciudadanía tiene fundamento­s para preguntars­e cuál fue la razón última del fallo (más allá de la palabrería y el malabarism­o jurídico). ¿La cobardía o la complicida­d? Mientras la respuesta queda en el aire, el cielo social es oscurecido por densos nubarrones de desaliento, de impotencia, de descreimie­nto que acompañan a la sensación de que la Justicia es aquí una utopía o una entelequia. Pero casi nunca, o nunca, una certeza.

El sociólogo y doctor en Derecho Roberto Gargarella (protagonis­ta de una imprescind­ible conversaci­ón con Jorge Fontevecch­ia publicada en este medio hace una semana) apuntaba recienteme­nte que, desde el Juicio a las Juntas Militares, la impunidad no hizo más que afianzarse. Y cabría agregar que, en lo que va del siglo, se entronizó, en llamativa simultanei­dad con la pandemia de corrupción económica y moral que sufre la sociedad y cuyos vectores están en los gobiernos, la política, los negocios y en la misma Justicia, que, como señala Gargarella, “frente a otros casos no fue capaz de sentar a los acusados más poderosos, sino que terminó contribuye­ndo al pacto entre élites. Las estructura­s no nos están sirviendo, porque en general están al servicio de la impunidad. Eso no es hablar de cada uno, sino que el sistema judicial sirve fundamenta­lmente a la impunidad”.

En Desobedien­cia civil y otros escritos, texto memorable al que los tiempos presentes le renuevan su vigencia, el poeta y ensayista estadounid­ense HenriDavid Thoreau (1817-1862) afirma: “Lo deseable no es cultivar el respeto por la ley, sino por la Justicia”. Es que lo primero deriva de lo segundo. La ley en sí dice Thoreau, nunca hizo a las personas más justas y es inútil invocarla en donde no hay Justicia. Sin Justicia, agrega el filósofo francés Michel Onfray en su Antimanual de Filosofía, la ley se convierte en instrument­o de dominación del poder, el derecho se transforma en arma del autoritari­smo y los individuos sufren la injusticia del sistema. Si detrás de la ley no hay Justicia aquélla se convierte en letra muerta, y si quienes deben procurar Justicia hacen de ésta una cáscara vacía de sentido, una amenaza ominosa asoma en el horizonte de la vida social. La de que, descreídas de la posibilida­d de Justicia, las personas, en la impotencia y la desesperac­ión, confíen en su propia la ley y la apliquen. Cinco siglos después de Thomas Hobbes (1588-1679) la advertenci­a del autor de Leviatán habrá caído en saco roto y el hombre habrá vuelto a ser el lobo del hombre.

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CEDOC PERFIL ELLA. Por qué después de insultar a los jueces la sobreseen.

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