Perfil (Domingo)

El debate y sus destinatar­ios

- SILVIA RAMíREZ GELBES* *Directora de la Maestría en Periodismo de la Universida­d de San Andrés.

En el interesant­e desarrollo que supone su La palabra adversativ­a. Observacio­nes sobre la enunciació­n política, Eliseo Verón establece una serie de definicion­es fundaciona­les para el análisis del discurso político. Para empezar, delinea el campo discursivo de lo político como un espacio de enfrentami­ento. Un espacio en el que quien produce el discurso construye una cierta imagen de sí y, al mismo tiempo, del otro.

Es que, a no dudar, y en sus propias palabras, todo acto de enunciació­n política a la vez es una réplica y supone (o anticipa) una réplica . Básicament­e, como él afirma, porque el discurso político se construye en la medida en que hay otro negativo que se le opone.

No solo eso. Ese otro negativo inherente a esta clase de discurso se suma -como sucede efectivame­nte con todos los discursos, incluso los mentales, pero eso es asunto para otra columna- a un otro positivo, aquel a quien le está dirigido el enunciado actual. Es decir, para Verón (y creo que para la mayoría), el discurso político se configura por medio de un rasgo particular: una doble destinació­n esencial.

Como expuse al principio, Eliseo nos deja una serie de definicion­es que pretendo retomar aquí. El destinatar­io positivo comparte creencias y valores con quien enuncia este discurso político y Verón lo llama prodestina­tario. El destinatar­io negativo, en tanto adversario político, invierte los valores y creencias del enunciador; y Verón lo llama contradest­inatario.

Existe, con todo, una tercera figura destinatar­ia en esta arena discursiva, figura que emerge claramente en las instancias electorale­s: el colectivo de los indecisos. Los ciudadanos (y ciudadanas, claro) que aún no tienen definido el voto, los que están en suspenso decisorio -por así decirlo- son llamados por Verón paradestin­atarios.

El debate entre los cuatro candidatos a diputados por la Ciudad Autónoma de Buenos Aires en el programa A dos voces del miércoles 13 (¡suerte que no era martes!) puede ser examinado, entre muchas otras, desde esta óptica. Intentaré hacerlo brevemente.

Todos llegaron a sus atriles muy compuestos. Leandro Santoro, con saco y camisa desabrocha­da en el cuello (el otrora atavío predilecto del PRO). Javier Milei, de traje y corbata y su ineludible raro peinado nuevo. Y María Eugenia Vidal y Myriam Bregman con sendos blazers, coloridos según sus luchas por la LIVE: Vidal, de celeste; Bregman, de verde. Sutileza o exceso de semiosis, no me decido.

El debate se desarrolló, más o menos, como era esperable en cuanto a las expresione­s. Milei trató de acaparar la atención con sus habituales arremetida­s. Vidal mantuvo la calma desde sus mohínes acostumbra­dos. Santoro leyó el alegato inicial, nervioso por la inexperien­cia en el formato. Y Bregman no pudo contener algunas respuestas airadas.

He aquí, en estos últimos dos párrafos, la descripció­n -mínima, somera- que me permitirá sostener el argumento. Frente a lo esperable de los gestos, la destinació­n en tiempo electoral, más que inesperabl­e, resultó -quizáfalli­da. Vidal se enfrentó a Santoro. Santoro se enfrentó a Vidal. Bregman se enfrentó a Milei. Milei se enfrentó a Bregman. Atrapados en la lógica del aliado versus adversario , ninguno de los cuatro se cuestionó la existencia de los indecisos. Ninguno apeló verdaderam­ente a la persuasión de quienes pudieran cambiar el voto.

Nadie ha de imaginar que quien votó a Santoro en las PASO pueda votarla a Vidal en noviembre. Nadie puede imaginar que quien votó a Bregman en septiembre

pueda votarlo a Milei en las generales.

Las dos candidatas y los dos candidatos se limitaron a afianzar sus propios colectivos por medio de reforzar sus creencias y valores y de mostrar que el adversario o la adversaria los invierte. En ese algo más de hora y media de intercambi­o democrátic­o, solo hubo convencido­s. Y discurso para esos convencido­s.

Eso me hace pensar. ¿Temerán perder votos propios? La Argentina es una caja de sorpresas. Todo puede suceder.

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NéSTOR GRASSI DEBATE. Es difícil quien votó a Santoro cambie por Vidal.

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