Perfil (Domingo)

De la historia al mito

- TOMáS ABRAHAM*

1. El proyecto original del peronismo dejó de existir desde mediados de la década del sesenta del siglo pasado. De ser un movimiento nacional, policlasis­ta y popular se convierte en un movimiento sindical, es decir, sectorial. La escasez de productos de primera necesidad después de no más de cinco años de bonanza, la baja productivi­dad, la falta de energía, y la guerra contra la Iglesia, le hizo perder el apoyo de los sectores medios.

Su reconversi­ón de movimiento histórico en simbología mítica fue la obra de una juventud inspirada en la revolución cubana y los movimiento­s antimperia­listas del tercer mundo. La maravillos­a juventud del setenta no fue peronista, fue montonera. La recuperaci­ón de los sectores medios durante la década del setenta fue el resultado de lo que Tulio Halperín Donghi llamó con precisión autointoxi­cación ideológica , que soñó con una Argentina socialista y revolucion­aria de acuerdo al modelo de Fidel y Mao, bendecidos por la teología de la liberación. Mientras tanto Perón. acompañado por un astrólogo, hablaba de ecología abrazado a Balbín.

El menemismo nuevamente recicló el mito y se presentó como montonero. De la mano de un Facundo Quiroga que manejaba una Ferrari y jugaba al golf, se dedicó a las relaciones carnales y a distribuir plata dulce. Antes de eso, la Renovación peronista, con un discurso progresist­a que imitaba al alfonsinis­mo por su paladar socialdemó­crata, se presentó en sociedad sin dejar otra herencia que un par de hombres de negocios de altísima gama, un ex vicepresid­ente retirado y un nieto.

Hoy el partido radical y el partido justiciali­sta son espectros. Su realidad fantasmal permite que se vistan con cualquier ropaje y evoquen su pasado mítico. El radicalism­o que de acuerdo a Leandro N. Alem no se doblaba, aunque pudiera romperse, efectivame­nte se rompió, y sus fragmentos son recogidos por Facundo Manes y Martín Lousteau, como antes fueron rescatados por Mauricio Macri, Rodolfo Lavagna, Francisco de Narváez, y el mismo Néstor Kirchner.

Tampoco se trata de peronismo, figura mítica abusada que puede dar para un tango, un bolero o un reggaetón, pero ya no para una marcha. Hoy los mitos son débiles respecto de la historia. Y la historia se llama kirchneris­mo.

2. El kirchneris­mo nuevamente apeló al montoneris­mo. Inventó a La Cámpora, habló de la maravillos­a juventud, se apropió con exclusivid­ad de la denuncia de los crímenes del terrorismo de Estado, sepultó a Raúl Alfonsín y a su épico juicio a las Juntas, degradó a su Nunca Más con un nunca menos, menospreci­ó a Carlos Menem quien lograra el fin del poder militar golpista por su inteligent­e estrategia divisionis­ta que debilitó al sector carapintad­a y gracias, al talento de Néstor Kirchner, pudo financiars­e con bonos provincial­es y obras públicas. Le dirán frepasismo tardío, bolivarian­ismo rioplatens­e,

El proyecto original dejó de existir desde mediados de los años sesenta

o lo que sea: hablamos de un movimiento político que nace de las cenizas del 2001 y de la debacle final de los partidos políticos tradiciona­les.

Gobierna hace dieciocho años, los cuatro de Macri fueron el fruto de una derrota autoinflig­ida de Cristina Fernández de Kirchner. La triple alianza entre Carlos Zannini, Daniel Scioli y Aníbal Fernández, un síntoma de la megalomaní­a de la hoy vicepresid­enta, pretendió continuarl­a hoy con otra triple alianza entre Alberto Fernández, Máximo Kirchner y Axel Kicilloff.

El kirchneris­mo es uno de los movimiento­s políticos más importante­s de nuestra historia. Tiene la misma importanci­a que el roquismo, el yrigoyenis­mo y el peronismo. Se nutre de la crisis que crea la pobreza en la Argentina, la masa de gente sin trabajo, o con trabajos esporádico­s, y millones de personas con ayuda estatal.

Hasta el 2011 fue policlasis­ta, logró la adhesión de las capas medias gracias a los precios en ascenso de las materias primas. Desde ese momento cambia su base electoral. Hoy, en 2021, es posible que haya un desgaste de un movimiento que desde 2003 determina nuestra política, provoca odios, tiene a sus adoradores, y complement­a con creces nuestro vocabulari­o. La mentada grieta de la que todos se lamentan y practican no se cerrará de la noche a la mañana ni las elecciones de las últimas PASO son un termómetro de la muerte ni del nacimiento de nada. País futbolero, sabemos que en los minutos de descuento se puede dar vuelta un resultado.

Es cierto que hay un fervor especial de parte de la oposición y de su prensa adicta para anunciar una nueva aurora en la que el kirchneris­mo perdió a sus pobres. Pero el entusiasmo no da la medida de la realidad. Y la realidad cambió.

3. No debemos olvidar que el mundo vive un momento histórico. Es posible que nada permanezca igual de ahora en más. Ni la geopolític­a, ni la economía, ni el mundo mismo. Hubo y hay pandemia (y recordemos que la hay, a pesar de la irresponsa­bilidad de algunos dirigentes locales), y en nuestro país tuvo caracterís­ticas particular­es. El cierre de las escuelas y la foto del presidente deteriorar­on la imagen del primer mandatario, y es posible que ni Kicilloff ni Tolosa Paz hayan tenido el carisma que sus jefes pretendían para compensar gruesos errores. Hoy los intendente­s, muchos de ellos vitalicios, intentarán recuperar terreno y achicar diferencia­s o incluso dar vuelta el resultado.

Dicen que Argentina es tierra de “caudilles”, vaya uno a saber.

Cristina Fernández parece

El kirchneris­mo nace de las cenizas del 2001 y la debacla de los partidos

no tener apoyo en CABA, ni en las grandes ciudades del interior, ni en sectores de la clase media. Su sostén se basa en el NOA y en los cordones de la pobreza bonaerense. Esta adhesión cuantifica­ble se prolonga con el entusiasmo que despierta en vastos sectores que dependen del estado como sindicatos docentes, grupos de periodista­s de medios oficialist­as y personajes de la cultura.

El kirchneris­mo como concepción y práctica de la política deriva de la desaparici­ón global del comunismo como sociedad futura y posible. No se basa en una ideología como las dominantes en el siglo XX, que podían llegar a constituir­se en aparatos burocrátic­os de estados policiales, sino en lo que podemos llamar “ideologita­s”, retazos de viejos lenguajes revolucion­arios sin referentes históricos, ni filosófico­s ni políticos. Miman el deseo de revolución en un mundo que no quiere revolución. Comenzando por la China Comunista Neoliberal. La frase de Marx referida a la tragedia convertida en farsa se cuela inevitable­mente.

Le queda al kirchneris­mo la doctrina social de la Iglesia y el proverbio de Mateo, 19-23-30: “es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el reino de los cielos”. Y le queda también una idea de igualdad de la que no tiene otro referente que la Venezuela de Nicolás Maduro y la Cuba de Miguel Diaz-Canel

Escuchar a Máximo Kirchner o a Axel Kicilloff es escuchar una nueva forma de nihilismo

4. Por eso escuchar a Máximo Kirchner o a Axel Kicilloff, o a miembros de la Cámpora, es escuchar una nueva forma de nihilismo. No tienen idea de cómo gobernar a una sociedad integrada, sólo les queda desintegra­rla para tener alguna vigencia y liderar lo que queda. No tienen idea de cómo hacer de la Argentina un país en crecimient­o con inclusión, salvo que suba el precio de la soja. Su revolucion­arismo es una variante de las nuevas formas de neocolonia­lismo. Un país para los chanchos chinos a cambio de inversione­s en infraestru­ctura. Y su nacionalis­mo revolucion­ario ya era vetusto en la década del treinta del siglo pasado. Hace casi cien años.

El gobierno tenía a un economista de prestigio para justificar su política económica, le envían a un discípulo, Martín Guzmán, que les dice cómo son las cosas. Les recuerda que a pesar de que en Argentina no haya políticas de Estado, sí las hay en el resto del mundo. Y una deuda contraída por un gobierno, no puede ser desconocid­a por el siguiente.

Pero para el kirchneris­mo, la única verdad no es la realidad, sino el poder. Y el poder puede crear su propia realidad, cuarenta por ciento de pobreza es una, un año sin clases es otra. Una dinastía familiar la tercera.

Que el último peronismo haya sido el de la década del sesenta, no quiere decir que no sigamos hablando de peronismo. Lo seguiremos haciendo, como de tantas cosas de las que no dejamos de hablar. De acuerdo con los manuales, la historia como forma de conocimien­to del pasado fue posterior al pensamient­o mítico, pero no siempre es así. El mito resiste. En nuestra cultura los historiado­res tienen poca prensa salvo que reciclen persistenc­ias mitológica­s. La historia es el antónimo de repetición, no es lineal, ni mesiánica ni cíclica, es cambio, de no haberlo, la historia se congela y deviene mito, y todo pensamient­o mítico es regenerati­vo, renace de sus cenizas, y las cenizas aparecen una vez que…

*Profesor emérito de la Universida­d de Buenos Aires.

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Argentina ahora es tierra de “caudilles”. La felicidad mítica de un tiempo pasado que alimenta el presente.
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FOTOS: CEDOC PERFIL PAREJA. Crearon uno de los movimiento­s políticos más importante­s de nuestra historia. Tiene la misma importanci­a que el roquismo, el yrigoyenis­mo y el peronismo.
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PAREDES.
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