Perfil (Domingo)

Eso que llamamos infierno

- FERNANDO MURAT

La gota en la piedra es una novela de dos tiempos narrativos, que son dos formas de construcci­ón del relato y la realidad: uno narra el infierno privado y abre con una mujer a quien le amputan una mano, pero el otro se trata del infierno expandido, del infierno como la única forma de codificar la realidad, y entonces la mutilación es la identidad de los cuerpos en un pueblo víctima de las guerras internas en Sierra Leona. No se trata de dos relatos, sino de la progresión y transforma­ción de una misma matriz, de las mismas palabras y de un solo problema, el sentido, que aquí toma todo su valor para impactar contra su vacío y disolverse.

Son secuencias que se hilvanan a partir de ese primer núcleo, la mano que falta, pero en la novela rige un movimiento por el cual cada vez que presenta un relato, una forma de organizaci­ón, lo desprende y conserva sólo las palabras que lo sedimentan para avanzar hacia ese momento, en Sierra Leona, donde todo su sistema encuentra su llegada y su transforma­ción, porque es el territorio donde se abole el sentido de las cosas y lo que se narra es la descomposi­ción de los cuerpos, el hambre, ese estado en el cual se trata menos de la vida que cesa, que de la vida que presenta su agotamient­o y su sujeción.

¿Entre qué puntos se mueve el relato de Mercedes Alvarez? En principio, entre las formas de significac­ión e indagación del sujeto, sus economías, y abre allí: con un sueño y la posición de la mujer a quien le amputan la mano izquierda. Empieza por la amputación y por la vida, porque la mujer sueña que le brotan flores del cuerpo, que es un terreno fértil, una superficie hecha de tierra y abono. Y desde allí el relato nos conduce por las voces de sus amantes, el médico que la opera y un empresario, y parece que vamos a leer el discurso amoroso de un cuerpo fragmentad­o.

Pero se trata, en verdad, de una forma narrativa que avanza sólo para modificar su rumbo y aumentar en cada desvío su espesor. El relato se fortalece en una economía de todo lo que se pierde, funciona con ese motor, y eso le permite extender ese recurso desde la mano de la mujer a los hijos y esposas muertas, y los abandonos. En cada movimiento renueva la pregunta por el sentido, la resolución de ese vacío, y se desliza al campo de la interpreta­ción, porque allí están los saberes y las formas de auscultaci­ón, el sueño y sus mecanismos.

Ese espesor, la forma en que la novela acumula el sentido de todo eso que falta y descompone, de la belleza y de la muerte, lo que constituye su miembro fantasma, progresa sólo para resolverse en la zona donde esos elementos se expanden y se convierten, toman todo su sentido y diluyen el sentido. Es el cirujano el que llega al pueblo de Sierra Leona y entonces la novela mueve las mismas palabras, pero las transforma: cierra en el infierno de la mutilación masiva, cierra con la misma palabra con que abre en el epígrafe, guerra, y deja otra palabra, Auschwitz. Llega hasta allí: a la desolación, a eso que llamamos infierno y que, sabemos, es la devastació­n de nuestra razón política

El relato se fortalece en una economía de todo lo que se pierde, y eso le permite extender ese recurso desde la mano de la mujer a los hijos y esposas muertas, y los abandonos.

 ?? ??
 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina