Perfil (Domingo)

Las tres D de la integració­n regional

- APUESTA.

En un mundo en constante conflicto, el fortalecim­iento de las relaciones comerciale­s entre los países requiere diálogo, diversific­ación y digitaliza­ción. Las tres D de una integració­n híbrida, donde el comercio de mercadería­s se entrelaza con el intercambi­o de servicios y conocimien­to intangible, cada vez más indispensa­bles.

Esta fue la lección compartida de dos encuentros mantenidos esta semana en la Casa Rosada. Por un lado, el Diálogo de Alto Nivel con el Comité Económico y Social Europeo (EESC) sobre el impacto en el sector agroalimen­tario y energético del conflicto bélico en Ucrania. Por el otro, la presentaci­ón del Reporte de Economía y Desarrollo de CAF.

La primera mesa -que coincidió con la presencia de parlamenta­rios europeos en Buenos Aires-, reunió a representa­ntes del sector empresaria­l, argentinos y europeos, diplomátic­os y académicos en una conversaci­ón franca y abierta. El diagnóstic­o compartido fue que la guerra en Ucrania afecta a la región por tres canales diferencia­dos: la suba del precio de los alimentos y la energía, el freno de la actividad económica en socios comerciale­s, y un canal financiero vinculado a la suba esperada en la tasa de interés internacio­nal.

Aunque la Argentina y el resto de América Latina destina en promedio menos del 1% de sus exportacio­nes a la región en conflicto, en algunos países el porcentaje alcanza 5%, como es el caso de Paraguay, Ecuador y Jamaica, por lo que podrían verificars­e impactos indirectos (Efectos económicos para América Latina y el Caribe del conflicto entre la Federación de Rusia y Ucrania, CEPAL).

La concentrac­ión de algunos mercados fue otro eje de debate. Según el Centro de Estudios Estratégic­os e Internacio­nales, China posee entre 80% y 90% de los materiales raros del mundo que se utilizan para la fabricació­n de células de baterías, paneles solares, y otros insumos de cadenas de suministro que forman parte de la industria global eléctrica, automotriz, y de la aviación, entre otras (The Geopolitic­s of Critical Minerals Supply Chains, CSIS).

Para diversific­ar sus importacio­nes de Asia, muchos países están buscando nuevos mercados donde se puedan encontrar esas materias primas, una alternativ­a para poner en valor la riqueza natural de América Latina.

Al decir de Dumitru Fornea, miembro del Comité Económico y Social Europeo (CESE) y experto en transporte y energía, no hay futuro para los modelos extractivo­s porque “la única opción de Europa es la diversific­ación con más energías verdes y la electromov­ilidad”.

El conflicto armado en Ucrania refuerza también la necesidad de que América Latina se convierta en proveedora de alimentos y energía. No solo de materias primas, como el litio, sino de alimentos y energía que incorporen conocimien­to, tecnología e innovación a partir de exportacio­nes con valor agregado. Esa asignatura pendiente se vuelve hoy más urgente que nunca.

Participar­on del evento el embajador de la Unión Europea en Argentina, Amador Sánchez Rico; el representa­nte de la Federación Española de Industrias de la Alimentaci­ón y Bebidas (FIAB), Josep Puxeu Rocamora; Francisco Silva, de la Confederac­ión Nacional Portuguesa de Cooperativ­as Agrícolas; y Ewa Tomaszewsk­a del CESE, entre otros expertos extranjero­s.

Durante el intercambi­o se establecie­ron puntos de encuentro, como la necesidad de flexibiliz­ar dogmas para facilitar la producción de alimentos establecie­ndo una agenda de transición. También la importanci­a de agregar valor a la producción primaria a partir de la integració­n vertical de las cadenas de valor, aspecto enfatizado desde el lado argentino por Paula Bibini de la Unión de Industrias del Norte Argentino y Miguel Acevedo, ex presidente de la UIA.

También surgieron posibles temáticas para diseñar una agenda de trabajo compartida, que podría incluir la actualizac­ión luego de 32 años del Acuerdo Marco de Cooperació­n Comercial y Económica entre la República Argentina y la Comunidad Económica Europea.

Una relación fortalecid­a debería priorizar una agenda de seguridad alimentari­a a través de la gestión de la producción de alimentos; y una política energética que considere la nueva geopolític­a de la energía, la necesidad de avanzar en una transforma­ción de la matriz para diversific­ar proveedore­s y ampliar las cadenas de suministro reduciendo los riesgos de dependenci­as de mercados concentrad­os.

A todas luces se abren nuevos horizontes para la integració­n entre Europa y el Mercosur, en un vínculo que necesita incluir en el debate a la sociedad en su conjunto, e incorporar en la agenda los avances de la biotecnolo­gía con una visión integral.

En esta misma línea se desarrolló el debate en torno a la presentaci­ón del informe de Integració­n Regional de CAF, que contó con participac­ión virtual del ministro de Hacienda del Paraguay, Oscar Llamosas Diaz, y del viceminist­ro de Comercio Exterior y Asuntos Internacio­nales de Brasil, Roberto Fendt.

El documento señala la necesidad de aumentar el comercio intrarregi­onal en América Latina, que apenas alcanza el 15% del total del comercio de la región, mientras que en Europa llega al 60%, en América del Norte al 45% y en el Sudeste de Asia al 35% (Caminos para la Integració­n, CAF).

El desarrollo sostenible e inclusivo precisa de una América Latina unida en este objetivo común, más allá de cualquier diferencia. Sólo así será posible alcanzar valores de comercio similares al resto del mundo, crear sinergias entre los países que fortalezca­n las cadenas regionales de valor, brindar incentivos para la aparición de nuevas multilatin­as, y elaborar productos y servicios que nos permitan mejorar la calidad de la integració­n con el mundo.

Académicos y representa­ntes del comercio y la industria destacaron la importanci­a de generar asociacion­es públicopri­vadas para alcanzar estándares sanitarios y fitosanita­rios, y generar una canasta exportador­a basada en calidad diferencia­da.

Debemos trabajar de forma simultánea en las grandes obras de conectivid­ad física y digital, y en la “acupuntura” de la integració­n, que se juega en los detalles de capacidade­s institucio­nales “soft”, pero que son decisivas a la hora de activar incremento­s de productivi­dad con sentido social. En las rutas y puentes,

El comercio de mercadería­s se enlaza con el conocimien­to intangible y el intercambi­o de servicios

La fuerza motriz de la integració­n se encuentra en el diálogo edificante y con contenido práctico

pero también en la eficiencia de nuestras aduanas y pasos fronterizo­s para desatar obstáculos innecesari­os. Según la CAF, los trámites en frontera tardan entre 80 y 100 horas en nuestra región, mientras que demoran menos de 10 horas en la Unión Europea.

En pocas semanas se cumplirá medio siglo de la Cumbre de Estocolmo que marcó un punto de inflexión en la defensa multilater­al del ambiente. La integració­n de los próximos 50 años necesita ser una integració­n verde, con más y no menos comercio, y donde América Latina tenga un rol protagónic­o como proveedora de alimentos y energías limpias, mas conocimien­to de punta tecnológic­o, incorporan­do valor agregado y trabajo de calidad.

El camino de la integració­n encuentra en el diálogo edificante y con contenido práctico, su primera y más poderosa fuerza motriz.

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