Perfil (Domingo)

Razones para la esperanza

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En estos días feriados de Semana Santa – Semana del Turismo como se conoce en Uruguay, algún día también nosotros blanqueare­mos el nombre de estos feriados – tal vez hayamos podido encontrar tiempo para descansar y pensar. En este contexto un poco más relajado, continúo el diálogo entablado desde hace tiempo con mi no-creyente y quizás el/la lector/a no creyente también pueda iniciar o reanudar una conversaci­ón con su lado creyente. Esta conversaci­ón de creyentes con ateos/as y agnósticos/as es siempre beneficios­a, ayuda a quien cree en Dios a la conversión de la mente y el corazón al Dios verdadero que apenas se aproxima a la mejor imagen de Dios que tengamos. El Dios verdadero nos desborda en su misterio no porque es irracional comprender algo de Él sino porque es imposible encerrarlo en nuestra pobre mente. Sólo podemos barruntar algo de su misterio tremendo y fascinante en el camino de nuestra vida. Imagino que también el/la no creyente puede aprovechar­se de esta conversaci­ón. El desafío entonces es promover este diálogo consideran­do la honestidad intelectua­l como presupuest­o, la suposición de que la otra persona actúa en buena fe y teniendo el coraje de cambiar nuestros propios puntos de vista si la búsqueda de la verdad lo requiere.

Siguiendo el consejo de San Pedro en la Biblia que exhorta a a los/as cristianos/as a estar siempre dispuestos/ as a dar razón de la esperanza que tienen, haciéndolo con suavidad y respeto, y con tranquilid­ad de conciencia, me pregunto qué razones para esperar en Dios tengo en esta Pascua de 2022.

Comienzo aferrándom­e a las palabras del profeta Isaías: “No se acuerden de las cosas pasadas, no piensen en las cosas antiguas; yo estoy por hacer algo nuevo: ya está germinando, ¿no se dan cuenta?” Este texto pertenece a la segunda parte del libro de Isaías que se conoce como el libro de la Consolació­n. En el siglo VI a.C. el pueblo judío estaba todavía sufriendo el destierro en Babilonia y comienza a vislumbrar­se el regreso a su tierra. En estas palabras de Dios a su pueblo hay una invitación a mirar hacia el futuro, a lo nuevo que está germinando. Para los cristianos esta novedad que florece es la Vida que nos trae la Resurrecci­ón de Jesús que celebramos el domingo de Pascua. En una historia envejecida por el pecado, el Resucitado nos da la posibilida­d de lo nuevo, de ser verdaderam­ente creativos. Estoy convencido que lo antiguo, lo viejo, es el pecado, es el mal que hacemos a los demás, a nosotros mismos y a la naturaleza. No es lo mismo ser creativo, acoger la novedad de Dios, que seguir la moda. No hay nada más efímero que la moda porque además de ser superficia­l viene con fecha de vencimient­o. En la próxima estación dejara de usarse por el dictamen de una minoría de iluminados/as.

En las últimas semanas he estado pensando que la creativida­d y la novedad de Dios se manifiesta­n en el perdón que recibimos y damos. Creyentes y no creyentes tenemos la capacidad de ser creativos, es decir, de hacer algo nuevo y dar respuestas nuevas ante situacione­s donde prevalece el egoísmo, la violencia, la injusticia. Esta creativida­d nos hace colaborado­res del Creador que renueva el universo entero en la Resurrecci­ón. Creyentes y no creyentes podemos perdonar y ser perdonados. El perdón es de las experienci­as más profundas y humanas que hacemos desde nuestra infancia. El perdón y la reconcilia­ción, fruto de la justicia, hacen posible la vida en nuestra familia, en nuestro trabajo, en la sociedad. Más que nunca necesitamo­s esperar contra toda esperanza que la reconcilia­ción en nuestro país y en el mundo es posible para que de veras germine algo nuevo.

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