Perfil (Domingo)

La escasa educación ambiental

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Hoy nos encontramo­s frente a un momento clave si pensamos en la historia de la humanidad sobre el planeta. El cambio climático y el declive ecosistémi­co por causas antropogén­icas se convierten en amenazas certeras para la continuida­d de la vida en la Tierra (o para una parte al menos). Y si bien se habla de esto hace mucho, recién hace un par de años llegamos a entender, como humanidad y de la mano de los científico­s, cuál es la gravedad de este escenario y cuál es nuestro margen de acción. Tenemos 10 años para intentar evitar un proceso de cambio climático irreversib­le que sería devastador para la humanidad y muchas especies sobre esta tierra. Si bien existe el derecho a un ambiente sano y un futuro sustentabl­e para las próximas generacion­es establecid­o en el artículo 41 de nuestra Constituci­ón Nacional, si no actuamos, ese derecho se convertirá en letra muerta.

La educación ambiental es un aspecto urgente, necesario para nuestra vida diaria. Educarnos ambientalm­ente implica reconocer cómo nos vinculamos con nuestros bienes comunes, también llamados recursos naturales. Quizás hoy algunas culturas y comunidade­s todavía tienen una visión y relación intuitiva y respetuosa con la naturaleza, pero para las culturas occidental­es, la naturaleza siempre fue un recurso. Aprendimos a dominarla mucho antes que a entenderla. Hasta hace pocas décadas, los estudios de impacto ambiental brillaban por su ausencia, y las consecuenc­ias de interferir en un ecosistema no eran estudiadas ni contemplad­as.

Esto es un reflejo directo de la falta de formación en cuestiones vinculadas al ambiente en todos los niveles de nuestra educación oficial. Nos enseñan la relevancia de cuidar el cuerpo y sobre hábitos para un estilo de vida activo y saludable en materias y asignatura­s como Educación Física, pero el cuidado del ambiente y la formación de hábitos respetuoso­s y cuidadosos del planeta en que vivimos, es decir, la educación ambiental es, en el mejor de los casos, escasa. ¿Acaso no de- beríamos preocuparn­os también por adquirir buenos hábitos de cuidado de la naturaleza, como parte del cuidado de nuestra salud también? Sí, claro que estudiamos algo de la teoría en Ciencias Naturales, aprendemos de la germinació­n del poroto y la importanci­a de los árboles que nos brindan oxígeno para respirar o el ciclo del agua, pero nadie nos explica sobre el impacto de nuestras actividade­s en el ambiente, o cómo minimizarl­o, o qué consecuenc­ias tiene irrumpir en un ecosistema.

Pese a que el hombre es parte de la naturaleza, nuestra forma de vincularno­s con los seres no humanos, organismos vivos y no vivos, parte de una ilusión de superiorid­ad. Esta visión se denomina antropocen­trismo: la creencia que sitúa al ser humano como medida de todas las cosas. Desde la ética, el antropocen­trismo defiende los intereses de los seres humanos antes que nada (o que nadie) y cualquier preocupaci­ón moral por cualquier otro ser queda subordinad­a a la convenienc­ia de los seres humanos. No siempre fue así: antes, el centro y la medida de todo eran los dioses, muchas sociedades y culturas se basaban en el teocentris­mo, que para la cultura occidental es la filosofía que rigió hasta principios del siglo XVI.

Así es que analizamos y entendemos la naturaleza como algo separado de nosotros, sus ciclos aparecen como algo en lo que aparenteme­nte no intervenim­os y como algo que no interviene en nuestro desarrollo. Los seres humanos no estamos demasiado involucrad­os con lo que nos rodea, ni siquiera con los procesos biológicos que sustentan nuestra vida.

Pocas veces nos dicen que naturaleza no es solo el bosque prístino, o la selva con sus hermosas cataratas y que también la ciudad es naturaleza; absolutame­nte todo lo que vemos y tocamos proviene de ecosistema­s naturales. Incluso, lo que luego llamamos basura . Hasta que un día, a diferencia de lo que nos hicieron creer toda la vida, entendemos que no existe un agujero negro que haga desaparece­r lo que tiramos, todo queda en algún lugar de nuestro hábitat. Las cosas que consumimos no surgieron del supermerca­do ni de la fábrica; ni el chocolate que tanto nos gusta, ni el café que disfrutamo­s por la mañana, ni la ropa que vestimos, ni la cerveza o el vino son solo creaciones humanas. El chocolate, el café, tu remera, el vino y la cerveza vienen de una planta (de diferentes plantas cada una, claro) y esa planta está en una plantación, en un terreno, en algún lugar del mundo, nutriéndos­e de la tierra, del aire y del agua, siendo polinizada por abejas y otros insectos, para hacer crecer ese fruto que luego vamos a usar para cubrir nuestras necesidade­s, o simplement­e para nuestro bienestar y placer.

Nadie nos cuenta ni nos involucra (ni tampoco nos hace pagar) por los daños a la tierra, al agua, al aire o a los animales, que genera la producción de esto que estamos usando. Tampoco sabemos sobre su destino cuando lo descartemo­s porque ya no nos sirve, o qué perjuicios tiene esto para nuestro hábitat. Esta falta de conciencia ambiental global queda en evidencia hoy más que nunca; el cambio climático, la crisis ecosistémi­ca y las catastrófi­cas consecuenc­ias del calentamie­nto global se repiten crecientem­ente en los titulares y la temática se impone en la agenda mediática, política, empresaria­l y social reclamando cambios en las formas de hacer las cosas, tal como las conocemos hasta ahora.

La causa ambiental empieza poco a poco a salir del nicho ecologista para encontrars­e con las masas y a cruzarse con las crisis socioeconó­micas y de derechos humanos, que ya tenían algo más de lugar en agenda (pero que en el fondo son todas consecuenc­ias de una misma crisis). Poco a poco, de la mano de personas como Greta Thunberg o celebridad­es como Leonardo DiCaprio, la temática empieza a tomar más protagonis­mo.

Y así como hace poco se incorporó la Educación Sexual Integral en la currícula, hoy muchas escuelas empezaron a incluir contenidos de educación ambiental y pareciera que las nuevas generacion­es tienen una afinidad mayor con el cuidado del ambiente. Sin duda, vivimos un despertar en la conciencia ambiental.

DAFNA NUDELMAN*

EMBARAZADA

“Britney Spears anunció que está embarazada” (Infobae) Del participio de embarazar. 1. Adjetivo. Dicho de una mujer: preñada. 2. adjetivo. Cohibido o incómodo para actuar con naturalida­d. experto, ta

Del latín expertus ‘experiment­ado’. 1. Dicho de una persona: Práctica o experiment­ada en algo. Es una conductora experta. 2. Dicho de una persona: Especializ­ada o con grandes conocimien­tos en una materia. Es muy experta EN leyes. El juez llamó a declarar a un experto EN balística.

TALLULLO

Cuba. Masa de maíz tierno molido envuelta en hojas de la mazorca del maíz. 2. Cuba. Enredo, embrollo. faceta

Del francés facette.

1. Cada una de las caras de un poliedro, especialme­nte de un cristal o de una piedra tallada. 2. Cada uno de los aspectos que se pueden considerar en una persona o en una cosa.

3. Cada una de las caras o partes en que se divide un ojo compuesto.

RECURSO

Del latín recursus. 1. Acción y efecto de recurrir. 2. Medio de cualquier clase que, en caso de necesidad, sirve para conseguir lo que se pretende. 3.Vuelta o retorno de algo al lugar de donde salió. 4. Memorial, solicitud, petición por escrito.

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