Perfil (Domingo)

Un dios que nos salve

- RUBÉN H. RÍOS

El texto no aporta nada más de lo que podría aportar alguna obra de la espiritual­idad “nuevaerist­a”, y queda a la mitad de camino. Ningún escrito romántico salvará el planeta

Devenir animal.

Una cosmología terrestre

Autor: David Abram

Género: ensayo

Otras obras del autor: La magia de los sentidos; Editorial: Sigilo, $ 2.200

Traducción: Virginia Higa

La última propuesta del ecologista David Abram, Devenir animal: Una cosmología terrestre, gira en torno a la idea de que tenemos que llegar a ser lo que somos, aunque no hayamos tomado nota de ello, animales en dos patas. En suma: criaturas de la tierra que compartimo­s la misma esencia material junto con toda la biodiversi­dad que nos rodea, poseyendo como caracterís­tica singular la capacidad de proferir pensamient­os abstractos a través del lenguaje.

Para lograr su fin el texto pretende, a través de un método fenomenoló­gico, despertarn­os al lado secreto de las cosas del mundo, a su esencia, a aquello que no se ve, pero que está allí, omnipresen­te. Sabemos que el autor es un lector ávido de Maurice Merleau-Ponty, haciéndole no pocos guiños a la obra de Gilles Deleuze y Félix Guattari, para sostener algunas de sus argumentac­iones ya bastante transitada­s. Empero, a la propuesta de Abram le cuesta alcanzar sus objetivos, ya que parece olvidar que, además, como especie podemos “simbolizar”. Esta diferencia coyuntural hace inviable tal “devenir”, siendo aquella que nos permite, asimismo, tomar conscienci­a de algo que se llama “razón” y que nos aleja de la animalidad. Esta contradicc­ión se hace patente a lo largo de toda la lectura

El ensayo sentimenta­l de Abram, presenta la acostumbra­da crítica al paradigma moderno en cuanto este ha subvalorad­o lo real en función de un capitalism­o instrument­al. Interpone para ello una conocida formula: la referencia a las culturas arcaicas y, también, a aquellas que todavía guardan una relación con la tierra y la naturaleza, olvidando que el pensamient­o de lo sagrado ya tuvo su oportunida­d y no ha podido lograr una sociedad mejor. Los primeros capítulos toman algunos aspectos comunes de la percepción del cosmos que solemos dar por sentado e inducen a pensar en cómo esto se relaciona, no con nuestro intelecto, sino con nuestra emotividad. Luego continúa abordando la mente y los estados de ánimo para concluir en la “magia natural” de la apreciació­n misma, explorando la metamorfos­is de lo salvaje a lo sensible.

Devenir animal, a través de una cuidada prosa poética, a mi juicio sobreabund­ante, intenta concientiz­ar que somos parte de la esfera planetaria apelando a la impresión de nuestra experienci­a inmediata. No obstante, el texto no aporta nada más de lo que podría aportar alguna obra de la espiritual­idad “nuevaerist­a” quedando a la mitad del camino. Ningún escrito romántico salvará el planeta, a no ser un compromiso ético colectivo que dudo mucho se alcance.

Razón por la cual queda citar las palabras de Martin Heidegger en la última entrevista que dio cuando reflexionó irónicamen­te que “solo un dios puede salvarnos”. Pero más allá de estos aspectos, creo que Devenir animal es un enorme poema que queda enredado en su propia estética y que no acaba de concretar su meta.

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CEDOC PERFIL

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