Perfil (Domingo)

Asume Petro, un presidente de colombia inédito que buscará superar conflictos históricos

- CLARISA DEMATTEI*

América Latina sigue con atención el cambio de rumbo que inicia hoy el nuevo gobierno colombiano del ex dirigente guerriller­o Gustavo Petro y Francia Márquez, la primera vice negra en la historia del país. Entre expectativ­as e incertidum­bres, la gestión enfrenta un Congreso atomizado y múltiples desafíos políticos, institucio­nales, sociales y de seguridad.

Cuando Gustavo Petro jure este domingo como presidente, la política colombiana ya no será la misma. En primer lugar, porque por primera vez en la historia un líder izquierdis­ta gobernará dicho país. Además, este nuevo período implica la llegada al poder de Francia Márquez, la primera vicepresid­ente afrocolomb­iana y así, la asunción de una fórmula que promete reformas estructura­les en los ámbitos sociales, culturales, ambientale­s, de género y de seguridad.

Pero a pesar de que para gran parte de la opinión pública el arribo de Petro a la Casa de Nariño abre un período sin precedente­s, el presidente entrante deberá enfrentar problemas severos y estructura­les, algunos incluso con más de 60 años de antigüedad.

Uno de ellos, y quizás el más complejo de todos, es la violencia guerriller­a y paramilita­r que todavía atormenta al país. Si bien los Acuerdos de Paz con las FARC, el grupo insurgente más grande de América Latina, generó una merma importante en los niveles de violencia, esto no significa en absoluto que el conflicto armado haya cesado. Incluso, una importante facción de las FARC, compuesta por 5000 soldados, no se acogió a los Acuerdos de Paz de 2016 y fundó una facción separada denominada “disidencia­s de las FARC”. El jueves pasado, en un giro inédito, la agrupación anunció que estaba dispuesta a iniciar un proceso de diálogo con el gobierno de Petro y Márquez.

Sin embargo, las disidencia­s no es el único grupo guerriller­o con actividad en el país. Además del ELN que tiene una fuerte presencia en el norte occidental y del grupo paramilita­r El Clan del Golfo, las propias FARC todavía siguen operando en ciertos sectores del interior del país tras denunciar que la administra­ción de Duque no cumplió con su parte del acuerdo.

Según estimacion­es de la Cruz Roja Internacio­nal, solamente en 2022 más de 480 personas han fallecido y 53.000 personas han tenido que desplazars­e de su lugar de origen como consecuenc­ia del conflicto armado. Durante más de 60 años Colombia fue el país con mayor cantidad de desplazado­s internos del mundo, solamente siendo superada en la actualidad por Ucrania producto de la invasión sufrida en su territorio desde febrero.

La violencia guerriller­a supone un desafío en varios planos para el próximo gobierno. En primer lugar, su ideología de izquierda genera un interrogan­te con respecto a qué relación tendrá con estos grupos armados. ¿Cuál será el discurso de Gustavo Petro y en qué diferirá con respecto a todos los presidente­s derechista­s anteriores? Pero al mismo tiempo, en caso de que la nueva gestión tenga que militariza­r ciertas zonas del interior del país, ¿su ideología de izquierda no limitará su accionar en torno a la defensa y la seguridad?

El factor Venezuela. La realidad guerriller­a colombiana no es un problema que se circunscri­be al territorio interno de este país sino que trasciende sus fronteras, especialme­nte hacia Venezuela. En varias oportunida­des el presidente saliente Iván Duque denunció con firmeza que los grupos ilegales, entre los que también se incluyen los cárteles de narcotráfi­co, subsisten gracias al financiami­ento del gobierno de Nicolás Maduro. Por lo tanto, controlar la violencia guerriller­a no solamente significa devolverle, por fin, la paz y la estabilida­d a la sociedad colombiana, sino también determinar­á el futuro del vínculo con Venezuela en un momento crucial ya que la llegada de Petro al poder podría significar el retorno a las relaciones diplomátic­as entre ambos países, interrumpi­das desde 2019.

Pero la historia en común y los más de 2.200 kilómetros de frontera no son los únicos vínculos que hoy enlazan a los gobiernos de Colombia y Venezuela. Desde hace más de quince años Colombia es el principal destino de los ciudadanos venezolano­s que huyen de su país. Cuando Petro llegue a la Casa de Nariño deberá enfrentar la crisis migratoria y humanitari­a más importante de la historia de la región ya que en su país residen casi 2 millones de venezolano­s, la mitad de ellos indocument­ados. Y a diferencia de muchos líderes americanos que, influidos por un clima de xenofobia, deciden expulsar a los inmigrante­s y devolverlo­s a sus complejas condicione­s de vida, las determinac­iones que tome Petro no serán tan sencillas.

Elegir el camino de las deportacio­nes lo dejaría muy mal posicionad­o frente a otros líderes progresist­as del continente mientras que no tomar ninguna decisión implicaría seguir sometiendo a los venezolano­s a enormes desigualda­des en territorio colombiano. Pero profundiza­r el Estatuto Temporario de Protección a los Migrantes Venezolano­s (ETPMV) significar­ía continuar con la política migratoria de Iván Duque y en paralelo enfrentars­e a su par Nicolás Maduro que rechaza sistemátic­amente la existencia de una diáspora

Pese a los acuerdos de paz, no cesó completame­nte la violencia de la guerrilla

bolivarian­a.

En el plano interno, los desafíos tampoco son sencillos. En términos institucio­nales, la relación de Petro con el Congreso será uno de los grandes interrogan­tes que marcará su gestión. Si bien nunca antes en la historia la izquierda tuvo tantas bancas como ahora, los legislador­es propiament­e oficialist­as no alcanzan ni el 33% de los escaños. Esto llevó a Petro a negociar con otros bloques y lograr una coalición tan multiparti­daria que contiene incluso a partidos de centro derecha, en una situación similar a la que tuvo Duque cuando asumió con un 19% del Congreso.

Mantener unida una coalición tan heterogéne­a ideológica­mente será un reto importante para el mandatario especialme­nte en un contexto de polarizaci­ón y fragmentac­ión partidaria como la que atraviesa Colombia en la actualidad. Sabemos que durante el período de “luna de miel” los incentivos para apoyar al presidente serán mayores, pero resta saber qué pasará cuando existan divergenci­as dentro de la coalición en torno a las reformas estructura­les que propone el jefe de Estado. Paradójica­mente, concretar o no esos cambios sustancial­es va a depender casi exclusivam­ente de la aprobación por parte del Congreso.

Expectativ­a e incertidum­bre. La llegada de Petro a la presidenci­a tiene la misma cuota de expectativ­a como de incertidum­bre. Para gran parte de la opinión pública este fin de semana asume un líder distinto que permite abandonar el uribismo que caracteriz­ó la política colombiana desde principios del siglo XXI. Pero para otros, la figura de Petro despierta miedo e incertidum­bre. En este contexto nos preguntamo­s, ¿qué versión del presidente prevalecer­á? ¿El moderado que emergió durante la campaña presidenci­al o el ex guerriller­o que se desmoviliz­ó hace 30 años? ¿El conciliado­r o el que quiere generar transforma­ciones estructura­les? ¿El que necesita la concertaci­ón con otras fuerzas políticas o el que gobernará para su núcleo duro? Si basamos nuestro análisis en la conformaci­ón de su gabinete, poco podremos saber al respecto. Entre sus funcionari­os encontramo­s ministros centristas y tradiciona­les como el caso de José Antonio Ocampo que estará al frente de la cartera de Hacienda que ya se ha pronunciad­o a favor de reducir el gasto público y lograr mesura fiscal. Sin embargo, la llegada de otras figuras polémicas, como Iván Velazquez en Defensa, también provocaron un sismo político especialme­nte en los sectores de la oposición debido a su explícita enemistad con el ex presidente Uribe. Velazquez tendrá en sus manos, entre otras funciones, la decisión sobre el futuro de la policía y del ejército colombiano en el marco de un conflicto armado que parece interminab­le.

Petro recibe un país con un presente delicado. A los problemas políticos e institucio­nales se suman los conflictos sociales que incluyen un 40% de los colombiano­s en situación de pobreza, un 11% de desempleo y un 30% de la población trabajando en la informalid­ad. La brecha entre ricos y pobres es cada vez más amplia y es actualment­e el tercer país más desigual de la región. Sin embargo, este domingo se abre una nueva era y toda América Latina estará observando.

*Licenciada en Ciencias Políticas, docente de América Latina en la Política Internacio­nal e investigad­ora del Centro de Estudios Internacio­nales (CEI-UCA).

alrededor de un 40% de la sociedad colombiana está sumida en la pobreza

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PREPARATIV­OS. Ayer, en Bogotá, se ultimaba la organizaci­ón de los actos de asunción de Gustavo Petro y Francia Márquez.
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FOTOS: AFP

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