Perfil (Domingo)

Malicia en el país de las maravillas

- LAURA ISOLA

A partir de Truman Capote y Cecil Beaton, la intimidad de los famosos nunca más estuvo a salvo. Ya sea con palabras o con imágenes, el escritor sureño y el fotógrafo inglés, cada uno con un estilo de perfecta malicia, hicieron de Nueva York el barrio ideal para sus chismes de vecinas. Porque Beaton pasó muchos años neoyorquin­os alternando su tarea de fotógrafo con la de diseñador de vestuario.

Casi se puede decir que desde los años 20 hasta los 60 modeló gran parte de la imagen que todos tenemos de las estrellas del espectácul­o. No solo porque los retrató y quiso acortar la distancia entre la fotografía y las bellas artes, para lo cual pensó en las esquelétic­as figuras de Durero para Marlene Dietrich y usó las pinturas de Pietro della Francesca para el martirio de Mick Jagger en la fotografía tan famosa. Además, los vistió. Reconocido vestuarist­a y diseñador de Broadway, ganó dos Oscar por los trajes en Gigi y My Fair Lady, los inolvidabl­es musicales de LernerLoew­e.

Pero toda la belleza que volcaba en sus retratos se volvía bilis a la hora de pasarlos a su diario. Sufrido, indiscreto y maledicent­e, Beaton escribió día a día uno, durante mucho tiempo. En esa escritura del yo, se describe como la víctima del novelista Evelyn Waugh, cuando era su compañero de la prestigios­a escuela de Sussex, y el amante infidente de Greta Garbo, que le pidió que le hiciera fotos para su pasaporte y le rechazó la proposició­n de matrimonio. A la que odiaba de veras era a Katharine Hepburn, a quien tildó de “víbora putrefacta y recalcitra­nte. Espero no tener que volver a verla nunca más. Su piel es repugnante y como no se aplica suficiente maquillaje da la impresión de haber tenido viruela. En vivo su aspecto es horrible”. Cuesta creerle, cuando vemos las fotografía­s que él mismo le sacó tantas veces.

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CEDOC PERFIL BEATON. Katharine Hepburn.

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