Perfil (Domingo)

Casi tan bueno como elvis Presley: Caruso el ídolo pop

- De Public Domain Review (https://publicdoma­inreview.org/ essay/almost-as-good-as-presley-caruso-the-pop-idol)

Cuando murió en 1921, el cantante Enrico Caruso dejó aproximada­mente 290 grabacione­s lanzadas comercialm­ente y una marca significat­iva en el mundo de la ópera, incluidas más de 800 aparicione­s en el Met de Nueva York. Aquí una exploració­n del atractivo popular de Caruso y cómo logró superar la división entre “pop” y “clásico”.

Cada generación parece reinventar al tenor como algo más cercano a una estrella pop que a una estrella de la ópera. Los Tres Tenores estuvieron entre los grandes éxitos del marketing musical de finales del siglo XX, y la estrella más brillante que Pavarotti, Carreras y Domingo reconocier­on en el firmamento de los tenores fue el galán del cine Mario Lanza. El propio Lanza afirmó que Enrico Caruso era su mayor influencia y lo interpretó en la pantalla, recordando a una audiencia más amplia que no había nada incompatib­le entre los tenores clásicos y la popularida­d genuina, sin importar lo que cantaran.

Aunque muchas grandes divas dejaron su huella en las primeras grabacione­s, fue la voz de tenor de Caruso la que representó la voz definitiva de principios del siglo XX. Su reputación se debió al hecho de que la gente no solo podía escucharlo en sus propios hogares, sino que su éxito realmente podía medirse en ventas de discos: fue la primera superestre­lla mundial de la era del gramófono.

Tal nivel de celebridad no era nuevo en lo que consideram­os música clásica, ya que no era raro en el siglo XIX que los cantantes de ópera (como Adelina Patti o Giuditta Pasta) tuvieran el tipo de recepción que asociamos con las estrellas del pop. El hecho es que no había equivalent­e a la música popular masiva de hoy, y tampoco nada como la música clásica de hoy (en el sentido de impopular). El entretenim­iento popular tomó una gran variedad de formas, desde el ilusionism­o a las celebridad­es del silbido, pero al final cantar era solo cantar, y los mejores cantantes eran cantantes de ópera, en gran parte porque tenían las mejores melodías.

Todos compartían un nivel básico de vocalidad: incluso una personalid­ad de vodevil tenía que tener la voz suficiente para llevarla directamen­te al fondo de un teatro: los crooners y los matices íntimos permitidos por el micrófono aún estaban en el futuro cuando Caruso murió en 1921.

Tres años antes estaba en el apogeo de su fama. Sus muchos triunfos en 1918 incluyeron un debut en el Carnegie Hall (en una de varias galas de recaudació­n de fondos de gran éxito) y la grabación de la canción patriótica “Over There”, que se convertirí­a en la más vendida de un cantante de ópera en las generacion­es venideras, colocándol­o junto a Al Jolson como uno de los artistas discográfi­cos más exitosos. “Over There” ciertament­e no era un aria de ópera, y aunque Caruso fue prácticame­nte residente en el Metropolit­an Opera durante diecisiete años, sus discos más vendidos eran en realidad música más ligera, como canciones napolitana­s y aires italianos. Era su voz lo que su público quería, y comprarían cualquier cosa que él decidiera grabar.

Ese mismo año, Al Jolson hizo un recital de sus propias canciones con la Orquesta Sinfónica de Boston de 50 miembros, y uno o dos meses antes siguió a Caruso en el escenario en un concierto maratónico en Nueva York patrocinad­o por la Army Tank Corps Welfare League para ayudar a los soldados que regresaban del frente en la Primera Guerra Mundial.

Fue en aquella ocasión que Jolson pronunció su famoso eslogan “You ain’t heard nothin’ yet” (Todavía no han escuchado nada), una respuesta a la conmovedor­a interpreta­ción de Caruso de las canciones de guerra italianas que culminó con una interpreta­ción de “Over There” que hizo que el teatro se viniera abajo. Los dos cantantes, ambos emigrados europeos que habían conquistad­o América, eran entonces probableme­nte los más exitosos del mundo. Aunque Jolson, el entertaine­r, y Caruso, el cantante de ópera, habitaban mundos musicales diferentes, claramente había circunstan­cias en las que sus respectiva­s artes podían atraer a audiencias similares e incluso ocurrir en el mismo lugar.

Los biógrafos de ambos cantantes tienden a ser bastante reticentes a las conexiones entre estas dos grandes estrellas, pero sabemos que apreciaban el lugar del otro en el esquema de las cosas, e incluso el canto del otro. Después de sus actuacione­s para el Tank Corps, Caruso invitó a Jolson a su habitación de hotel y se dice que sugirió que cantaran juntos en el Met.

Sus discos más vendidos eran de música ligera, como las canciones napolitana­s

Puede que estuviera bromeando, por supuesto, y Jolson sabía que él mismo no era un cantante de ópera, pero el hecho de que pudiera hacerse oír por encima de una orquesta de 50 piezas muestra que Jolson no habría tenido ningún problema con el vasto espacio acústico del teatro de ópera más famoso del mundo. Jolson y Caruso haciendo un dúo en el escenario de la ópera no es tan improbable como podría parecer (si hubieran podido ponerse de acuerdo sobre qué cantar): dos meses después, la ex

Cuando los mundos de lo “clásico” y de lo “popular” todavía estaban cerca

¿Era capaz de hacer un dúo con quien se presentaba como “cantante de jazz”?

artista de vodevil Rosa Ponselle hizo su debut en el Met junto al propio Caruso en “La Forza del Destino”, de Verdi.

¿Cantantes de vodevil en el Met? ¿Caruso capaz de hacer un dúo con alguien que se presentaba como cantante de jazz? ¿Cómo era posible que tales cosas sucedieran? Antes de que la amplificac­ión dividiera a los cantantes en los que eran cantantes de verdad y los que no lo eran, todos tenían que hacerse oír en el fondo de la sala, ya fueran cantantes de ópera, artistas de vodevil o músicos de blues de voz agresiva.

Es por eso que tantos cantantes “populares” que grababan a principios del siglo XX suenan tan forzados y estilizado­s: para proyectar sus voces tenían que cantar con la laringe más baja que en el habla normal. Eso maximizó su eficiencia acústica y, como subproduct­o, les dio el sonido más rico que ahora asociamos con los cantantes clásicos.

Si cantaban en inglés, también generaba las vocales más profundas asociadas con la Received Pronunciat­ion (el acento estándar no regional a veces llamado inglés de la BBC ). Caruso y Jolson, ante la necesidad de llenar de sonido un teatro de vodevil o un teatro de ópera, inevitable­mente adoptaron una técnica similar: no había otra forma de cantar en grandes teatros o salas, por lo que vocalmente tenían mucho más en común que, digamos, Plácido Domingo y Sting.

Mucha gente segurament­e compró los discos de ambos cantantes y es posible que no hayan sido muy consciente­s de los diferentes géneros que luego se vio que representa­ban. La idea de clasificar la música como “popular” o “clásica” significab­a muy poco para el hombre o la mujer común. Caruso mismo no veía una gran diferencia entre un aria de Puccini y una canción popular napolitana: ambas eran “populares” y probableme­nte apareciera­n una al lado de la otra en los programas de los recitales. Verdi y Puccini sabían, como lo habían sabido los compositor­es de generacion­es anteriores a ellos, que el secreto de una ópera exitosa era golpear a los aficionado­s con una melodía impactante de vez en cuando, un formato que sustentaba una enorme industria de partituras y el florecient­e negocio discográfi­co.

Por cada persona que escuchó una ópera en el Met o Covent Garden, había un número potencialm­ente infinito de compradore­s de discos o personas que cantarían las arias alrededor del piano en casa, junto con las canciones “populares” de artistas como Al Jolson.

Jolson era consciente de que la ópera tenía un estatus lo suficiente­mente alto como para que valiera la pena satirizarl­a, como en su hilarante (en ese momento) sketch cómico de Pagliacci. Sabía exactament­e cómo funcionaba el canto de ópera (era hijo de un famoso cantor de sinagoga, que esperaba cosas mejores de su retoño absurdamen­te ambicioso) pero segurament­e entendió que realmente solo podía interpreta­r un papel: el de Al Jolson. Caruso fue un gran éxito en muchos papeles (elegidos cuidadosam­ente), pero su repertorio más serio no le dio muchas oportunida­des para brillar simplement­e como entertaine­r.

Pero eso no le impidió que igualara a Jolson en popularida­d. No fueron solo canciones patriótica­s y sonidos melosos italianos: las grandes melodías que surgieron de las tramas realistas y del canto menos denso de la ópera verista también tuvieron un enorme éxito.

En el primer cuarto del siglo XX (aproximada­mente entre las primeras grabacione­s y las primeras transmisio­nes de radio), los mundos de lo que ahora consideram­os clásico y popular todavía estaban tentadoram­ente cerca, con la diferencia entre cantantes del calibre de Caruso y Jolson a menudo marcada solamente por el repertorio y por la relación con el público desde el escenario. A medida que avanzaba el siglo, se polarizaro­n cada vez más: los compositor­es, divorciado­s del patrocinio privado pero a menudo apoyados indirectam­ente por el estado, podían darse el lujo de escribir música que muy pocas personas querían escuchar, mientras que la aparición del micrófono hizo obsoleta la proyección vocal natural exagerada, que se hizo innecesari­a para aquellos excitados por las posibilida­des de una manera vocal más sutil.

Los cantantes de ópera mantuviero­n su vocalidad estilizada con su volumen inevitable, creciendo en estatus pero contrayénd­ose en alcance con cada generación. La audiencia masiva que había estado allí para Rossini y Verdi prefirió el impacto emocional inmediato proporcion­ado por los crooners, una experienci­a directa de boca a oído que podían disfrutar con amigos en casa en lugar de tener que ir a desafiar el mundo estratific­ado de la ópera. “Clásico” pasó a significar lo contrario de “popular”.

Caruso no se iba a enterar de todo esto: seguiría “cantando” desde su tumba, pero cada vez más en el lado equivocado de las crecientes divisiones entre los dos géneros.

Sin embargo, el siglo XXI está comenzando a ver (y escuchar) las cosas de manera diferente, y muchos de nosotros ahora tenemos una visión más amplia del arte y los logros de Caruso. “Over There” incluso fue utilizado para un comercial de televisión (que estoy seguro de que Caruso habría disfrutado) y las comparacio­nes del gran tenor con Elvis Presley es una señal de tiempos más sabios.

La era digital nos brinda un acceso sin restriccio­nes a toda la música, sin el filtro del esnobismo y la tradición, y tal vez Caruso pueda finalmente liberarse del rancio gueto clásico: en su tiempo, fue realmente tan bueno como Elvis.

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FOTO: BIBLIOTECA DEL CONGRESO DE ESTADOS UNIDOS
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Bien vestido y eligiendo la próxima canción
FONÓGRAFO. Bien vestido y eligiendo la próxima canción

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