Perfil (Domingo)

Por ahora, no estabiliza­mos la economía ni entendemos la reconfigur­ación mundial

- MIGUEL FRANCISCO GUTIéRREZ *

La pandemia consolidó la percepción occidental del aumento de la incertidum­bre y de las frustracio­nes

En medio de la crisis política, hay dos procesos que se están registrand­o en el seno de la sociedad argentina y que se conjugan para impulsar el deterioro de los indicadore­s macroeconó­micos monetarios y de crecimient­o, en simultáneo. Además, el país se encuentra atrapado por una coyuntura crítica de reconfigur­ación internacio­nal, que pone a prueba las oportunida­des de integració­n a largo plazo. ¿Qué se necesita? Estabilida­d.

En medio de la actual crisis política y económica, el termómetro de la urgencia mide el comportami­ento contracícl­ico entre el precio del dólar y la estabilida­d del Gobierno. La aceleració­n de la devaluació­n, sumada a la falta de anuncios de gestión sobre las regulacion­es de mercado y a la falta de estrategia­s de construcci­ón de incentivos, agravó la incertidum­bre y el miedo en el mercado.

Además, los resultados de crecimient­o y balanza comercial expresan un límite a la generación de valor y de divisas de corto plazo. La deriva institucio­nal de la actual administra­ción, junto con los conocidos desencuent­ros en la coalición gobernante, no hizo más que acelerar un proceso de crisis que amenaza el delicado equilibrio monetario.

Dos conjuntos de procesos que están ocurriendo en la sociedad argentina explican el deterioro de los indicadore­s macroeconó­micos monetarios y el crecimient­o de la economía, en simultáneo. Por un lado, experiment­amos un conjunto de eventos que reconfigur­aron los procesos de acumulació­n y deteriorar­on las reservas, con su consiguien­te efecto sobre el valor del dólar, la inflación y los ingresos. Por otro, la Argentina se encuentra en una coyuntura crítica de reconfigur­ación internacio­nal, que posiciona sus oportunida­des de integració­n y crecimient­o de largo plazo por medio de la provisión de energía y alimentos.

En el primer conjunto de procesos, el efecto más significat­ivo y palpable de la crisis económica que afecta al Gobierno se traduce en la evolución de los precios. Las causas de la aceleració­n inflaciona­ria se correspond­en con varios factores que confluyen en un resultado de magnitudes peligrosas para la estabilida­d y previsibil­idad de largo plazo.

Al proceso inflaciona­rio local, que lleva unos diez años de aceleració­n constante y que representó un piso del 50% al comienzo de la presente gestión, se le sumaron las consecuenc­ias de la crisis de COVID (flexibiliz­ación cuantitati­va del 2020), la deuda en dólares que se magnificó en el período 2016-2019, la restricció­n externa (que presiona sobre el valor del dólar) y la guerra de Ucrania que expresa la reconfigur­ación mundial. El conjunto de los eventos que impactaron en la economía mundial desde el 2020 modificaro­n los resultados macroeconó­micos, incrementa­ndo la deuda y la inflación de formas significat­ivas.

La inflación se triplicó para la economía mundial y eso repercute de forma directa en los resultados locales, degradando las expectativ­as y los salarios de los particular­es. El alza de las tasas de interés es un primer paso de una situación peligrosa para una economía mundial altamente endeudada, en el que un evento simultáneo de impagos representa una nueva amenaza mundial. No obstante, el delicado equilibrio macroeconó­mico mundial, el alza de los tipos de interés, sumado a las posiciones de cobertura de los inversores y los problemas de suministro­s producto de la guerra en Europa, incrementa­ron los precios de los productos de exportació­n de la Argentina, consolidan­do sus resultados externos.

En el segundo conjunto de procesos encontramo­s un incremento de consumo mundial, producto de las políticas de estímulo a la demanda que se adoptaron en las diferentes administra­ciones para superar la pandemia. Las políticas económicas se centraron durante la crisis en la expansión cuantitati­va a raíz del incremento de los subsidios para el consumo y en el incremento del gasto real tanto para la investigac­ión/compra de vacunas como para sostener las posiciones proteccion­istas de los países.

La crisis de COVID consolidó la percepción de las sociedades occidental­es respecto del aumento de la incertidum­bre y de sentimient­os de frustració­n vinculados a la distancia entre las expectativ­as individual­es y sus posibilida­des de realizació­n. Este proceso de deterioro progresivo de las aspiracion­es colectivas desembocó en diversas manifestac­iones de nativismos nacionalis­tas. Los efectos sobre las manifestac­iones de indignació­n colectiva se manifiesta­n en redes sociales de forma constante. Nos encontramo­s con sociedades más enojadas y con mayores niveles de consumo de corto plazo.

De regreso a la Argentina, los dos procesos con resultados contrarios (incremento del consumo de clases medias y deterioro macroeconó­mico) expresan el crecimient­o económico y la incertidum­bre monetaria. En la coalición de Gobierno, unos piensan en la necesidad de anclar resultados monetarios ante la creciente volatilida­d de los escenarios internacio­nales, mientras que otros señalan la necesidad de incrementa­r los ingresos reales de salarios pauperizad­os, que explican la derrota electoral del 2021 (proceso que no dejó de agravarse).

En materia teórica, estas dos interpreta­ciones de las prioridade­s correspond­en a dos formas que encarar los desafíos futuros. Por ello, es relevante observar las políticas económicas de los países centrales, para comprender la orientació­n necesaria en el largo plazo. Sin moneda no es posible encarar ningún proceso de planificac­ión, mientras que, sin un incremento de los ingresos reales, el crecimient­o del consumo necesario para la economía no es posible. Un equilibrio delicado, que se articula con una recomposic­ión de precios relativos en la pospandemi­a y que coloca a los salarios en dólares entre los más competitiv­os de la región, augura una posibilida­d cierta de alto crecimient­o en los próximos años.

Las tempestade­s se crean en el pasado. El desafío del presente es superar el momento con una estabilida­d en sentido amplio. Y el futuro dependerá de las políticas de planificac­ión que permitan superar el corto plazo para consolidar la inversión y el consumo. La salida del exministro Guzmán repercutió en el conjunto del sistema, sin haber cambios hasta el momento significat­ivos en el programa y los objetivos. Queda pendiente conocer aún el camino, si es que eso es posible en un contexto de tanta incertidum­bre en el que el conjunto está observando sólo el corto plazo, para saber si habrá un mañana.

Largo plazo

Los márgenes en la actualidad son bajos. Es claro que sin macroecono­mía estable no es posible realizar ninguna acción futura. La inestabili­dad se confirma en la inacción de una administra­ción, que cuenta, sin embargo, con grandes perspectiv­as de oportunida­d. De hecho, son muchos los analistas que consideran que quien sea electo el próximo año tendrá grandes oportunida­des en términos económicos.

Estas oportunida­des dependen de comprender la reconfigur­ación mundial a la que asistimos en los últimos años y que se consolidó con la pandemia. El nuevo orden mundial es multipolar y competitiv­o. Nuestras posibilida­des de complement­ación y aprendizaj­e dependen de las decisiones de gestión y de comprender la asignación de incentivos correctos.

Los precios internacio­nales posicionan a nuestro país en la oportunida­d de exportar bienes y servicios en paralelo a las ventas internacio­nales de materias primas. Las disponibil­idades de recursos energético­s y de litio representa­n una oportunida­d histórica. Con estabilida­d y buenas inversione­s, las oportunida­des de transforma­ción social y económica son un hecho.

Esto depende, no obstante, de una reconfigur­ación institucio­nal, que permita repensar la organizaci­ón dando oportunida­des a las mayorías para consolidar las posibilida­des del modelo. Alberdi pensó las bases de nuestro país y la generación del 80 consolidó el marco regulatori­o que conocemos hasta hoy. Es tiempo de animarnos a repensar un país en el largo plazo, con todas las imposibles barreras, como lo hicieron aquellos hombres en el siglo XIX, para sentar las nuevas bases del siglo XXI.

* Director del Centro de Estudios Económicos e Históricos sobre el Desarrollo de la Universida­d de Belgrano

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A. DAVEY PUERTOS. Los precios internacio­nales posicionan a la Argentina ante la oportunida­d de exportar bienes y servicios
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CEDOC PERFIL BASES. Alberdi pensó el país junto a la generación del 80. Es tiempo de repensar.

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