Perfil (Domingo)

ALEJANDRO BELLOTTI

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En un precipitad­o paso por la Wikipedia descubro que un bot, además de aféresis de robot, es un programa que realiza tareas de manera automática (no autónoma) a raíz de unos comandos (input) instalados de forma previa a su ejercicio. Pero además, el bot posee capacidad de interacció­n, cambiando de estado para responder a un estímulo (ahora sí introducim­os la función de alguna manera autónoma). Ejemplos de bots, a montones. Los motores de búsqueda de internet, lógico; los hay indulgente­s y compañeros (nos reemplazan en el frente para combatir contra los comportami­entos maliciosos que contaminan la red; espías, etcétera) pero a la vez tropezamos con otros que son verdaderam­ente malvados: entre los muchos roles que ejecutan ostentan la capacidad parar recopilar direccione­s de correo electrónic­o con fines publicitar­ios. Las redes sociales son el hábitat donde los bots germinan de forma fluida y por lo general cumplen con la función de simular el comportami­ento humano, automatiza­ndo respuestas que logran posicionar mejor al usuario del servicio en cuanto a la cantidad de seguidores o números de visitas por posteo. En definitiva, el alcance de la acción del bot (y las consecuenc­ias) depende, tan solo por ahora, de la programaci­ón diseñada por el hombre: desde cumplir una tarea muy simple como recordator­io de agenda, hasta algo más complejo que implica tomar decisiones. En este grupo militan los denominado­s bots conversaci­onales, programas de inteligenc­ia artificial que simulan un diálogo con una persona. De manera que los usuarios podemos enhebrar preguntas (en distintos idiomas) y recibir contestaci­ones. O eso creemos.

Hace apenas unas semanas, mientras me encontraba en Dresde, Alemania, tomé la decisión de alquilar un auto en Budapest (mi próximo destino) para de esa manera recorrer los últimos tramos del periplo a mi antojo, sin depender de fechas de pasajes, reservas de estadía, desempolva­r el estrés digamos. Fue así que otra vez, luego de algunos cruces infructuos­os, me encontré chateando con un bot. Transcribo tal cual: Hola, por acá Alejandro. Alquilé un auto para mañana a las 19.30 horas en el aeropuerto de Budapest. El número de reserva es YXB405. Bot: Hola. Es un gusto hablar con usted. ¿Cuál es su consulta? Yo: Mi consulta es la siguiente (sin querer oprimí el botón de enviar y al cortar el chat, el Bot interfirió: No interpreto su consulta. Para luego desplegar una ristra de posibilida­des de atención, enumeradas del número 1 al 7. Por mi parte, no las atendí y proseguí): mi vuelo a Budapest se retrasó (concentré mis energías para esquivar el botón que diera por cerrado el diálogo); mi consulta entonces es la siguiente: ¿Puedo retirar el auto una hora después de lo pautado? Como verán, no se trató de un exabrupto en la modulación; la librería de vocabulari­o utilizado bien podría ser traducida por los algoritmos de inteligenc­ia artificial y PNL (se basan en el experiment­o de Alan M. Turing de 1950.). De súbito comprendí que se trataba de un chatbot perezoso.

Al seguir la cadena de pasos y niveles ininteligi­bles, y con ayuda de un tutorial de Youtube, logré que me atendiera un ser humano, o algo así (en el antropocen­o las diferencia­s se evaporan). Copio y pego: Señor, tiene a su disposició­n el contrato con la rentadora, así como el procedimie­nto para reclamar, sigue las instruccio­nes de Términos y condicione­s. Sin embargo si deseas validar más informació­n de esta puedes ingresar al mismo correo de confirmaci­ón y validar la política de ésta.

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