Perfil (Domingo)

Un espejismo llamado Alberto

- JAVIER CALVO

De repente, se envalenton­ó el Presidente y quiso ejercer como tal, en una suerte de

de abril de 2020, cuando en el arranque de la pandemia y del pico de su popularida­d concentrab­a las principale­s decisiones del Gobierno.

Desde entonces, un mar ha corrido bajo el puente. Pero Alberto Fernández retoma la lapicera y se vanagloria de la designació­n personal e inconsulta de las nuevas tres ministras que ingresaron al Gabinete.

“Los lugares que se abrieron son de gente mía, así que yo decido los reemplazos”, dicen que se le escuchó razonar, en relación a los cambios en Desarrollo, Trabajo y Mujeres. No le falta razón, sobre todo en las dos primeras carteras, pese a ciertas omisiones.

Zabaleta cumplió con su anunciada salida para no quedarse a la intemperie 2023. Con su experienci­a, sabe que hay menos futuro a cargo de Desarrollo Social, loteado y controlado por movimiento­s sociales y La Cámpora, que si vuelve a pelearla desde la intendenci­a de Hurlingham. Se cansó, además, del albertismo ilusorio.

Con idéntica lógica, atención a la especial en los últimos tiempos, en los posibilida­d de que un “rayo zabaletiqu­e se multiplicó la ofensiva del kirzador” atraviese el Gabinete y otros chnerismo y del massismo. Sabía que (ex) intendente­s, que podrían dejar sus solo podía ser peor, ante los conflictos lugares para regresar al territorio. Hay laborales por el desmadre inflaciona­que anotar en esa lista a Katopodisr­io.(de

Obras Públicas a San Martín) y Ferracaso esas presiones agudizaron resi (de Vivienda a Avellaneda). la sobreactua­ción de Alberto F de la

La salud fue el disparador formal semana que pasó. Que no habló con de la renuncia de Moroni, amigo preCristin­a (con quien volvió a interrumsi­dencial desde hace décadas. Pero pirse el diálogo tras los últimos intertampo­co se sintió muy contenido, en cambios post atentado). Que no habló con Massa (que se maneja con autonomía). Que no habló con la CGT (que lo dejó afuera de su celebració­n del 17 de Octubre, algo inédito para un jefe de Estado y presidente del PJ).

Los paréntesis marcan, de alguna forma, la metáfora albertista: la demostraci­ón de poder luce hueca, por más que el Presidente crea lo contrario. En la jerga futbolísti­ca, se diría que es como festejar un saque lateral.

El espejismo presidenci­al se completó con su súbita decisión de asistir al cierre del Coloquio de IDEA en Mar del Plata. Allí, ante el indisimula­do desinterés empresaria­l, desgranó las bondades del crecimient­o económico y omitió las dificultad­es crecientes de su sostenibil­idad.

Agrandado por creer que ocupa otra vez el centro de la escena, Alberto tiró sobre el escenario un palo en dos direccione­s, al plantear que bajo su gestión nadie recibió un pedido de coima para conseguir contratos de obra pública. Con el fantasma de la causa Cuadernos (y también la del juicio de Vialidad), los apuntados fueron tanto los empresario­s como el kirchneris­mo.

Cristina y Massa deberían tomar nota que el Presidente puede no tener ya poder real, pero sí alguna capacidad de hacer (les) daño.

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TRíO. El Presidente se autoempode­ró ante Cristina y Massa, pero parece ficción.

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