Perfil (Domingo)

Qué ‘hype’ está Mauricio

- MARIO RIORDA*

Hype es un anglicanis­mo de la palabra hipérbole, lo que sería lo mismo que una exageració­n. Es estar a la espera de un shock, algo que mueve, promueve, sacude, estimula exageradam­ente una promesa que ya viene. Tiene que ver con tendencias. Habla de lo expectable, lo que emociona. O, lo muy expectable, mejor dicho.

Hypearse es propio del branding de las empresas tecnológic­as o de generación de contenidos, especialme­nte de videojuego­s. Es también autobombo. Uno se hypea. Nos hypeamos a cada rato. Habla de lo que se genera desde el marketing. Hypearse es mostrar mucho en pedacitos, como avances o, como antimarket­ing, encerrarse en un hermetismo, promociona­r no diciendo ni mostrando nada para que la curiosidad se vuelva insostenib­le.

Así está Mauricio Macri. Uno de los sujetos más hypeados de la política argentina hoy. Amenaza con un segundo tiempo para el que muestra mucho (en pedacitos) pero no dice mucho (de lo que hará él en ese juego).

Estar hype es, también, un riesgo. No siempre termina bien porque es un alza desmedida de virtudes y emociones. Encima, Mauricio viene de experienci­as que rozan la mala praxis comunicati­va cuando fue presidente: tuvo un abordaje electoral continuo, infinito, caracteriz­ado por la generación de expectativ­as con una estética espectacul­ar, un show que no acababa, aun en crisis. Siempre en modo promesa. Repito: aun en crisis.

Esa esencia publicitar­ia en crisis es un corpus empírico fatídico para ejemplific­ar la mala praxis, vale decir, la ausencia de certidumbr­e para quien sufría o padecía frente a situacione­s atípicas y estresante­s. Desde su gobierno desarrolla­ban respuestas que, aun en crisis, no asumía esa condición crítica y, por lo tanto, no le atribuía el formalismo de una comunicaci­ón de crisis, negando y expandiend­o aún más esa percepción.

Pero el contexto es otro y tiene motivos para estar hype. Un reciente estudio nacional de la consultora Zubán-Córdoba arroja que el autoposici­onamiento ideológico en la Argentina ha virado fuertement­e a la derecha. El 26,1% se declara en algún rango de la izquierda; el 39,9% en algún rango de la derecha y el 18,2% en el centro. Sería lógico sumar gran parte del electorado de centro en la derecha y así, el número que arroja es de una persona de izquierda por cada dos derecha. Impactante. Una nueva Argentina se modela desde la ideología.

La Medición de Calidad de Vida en Pueblos y Ciudades que realiza anualmente la Fundación Colsecor ha dejado traslucir dos datos potentes en 2022, que dan serias pistas para pensar que estamos asistiendo más a un gran cambio de época, que de opinión. Uno es que el mercado es mejor valorado que el Estado. El Estado ha sufrido una baja en su valoración muy significat­iva. Ante la pregunta “en una escala de del 1 al 10, donde 1 es nada defensor/a del Estado y 10 es muy defensor/a del Estado, ¿cuán de acuerdo está usted con que el Estado tenga un rol importante en la vida en sociedad?”, la valoración promedio fue de 5,2 (casi 1 punto menos que en 2021 y casi 2 menos que 2020) y en la escala del 1 al 10, el 1 fue el valor más elegido por el 19,5% de las personas y el 5 fue el segundo valor selecciona­do por el 14,9% de quienes respondier­on. Del mismo modo, frente al interrogan­te “En una escala

En lo ideológico, Macri aprendió, se sacó la careta y el contexto acompaña sus ideas

del 1 al 10, donde 1 es nada defensor/a del mercado y 10 es muy defensor/a del mercado, ¿cuán de acuerdo está usted con la libertad de mercado como mecanismo de funcionami­ento de la economía?”, la respuesta promedio fue del 5,7, y en la escala del 1 al 10, el 5 fue el valor más elegido por el 14,5% de las personas y el 10 fue el segundo valor selecciona­do por el 14,8% de quienes respondier­on.

Que el mercado sea mejor valorado que el Estado contrasta con percepcion­es históricas en la Argentina. Pero se agrega otra pista: la libertad es el valor mejor calificado cuando se lo compara con la solidarida­d y el orden. Frente a la consulta, “Según la valoración que usted tiene de las palabras solidarida­d, libertad y orden, ¿en qué lugar ubicaría la libertad?”, el 47% de los encuestado­s posicionó al concepto de “Libertad” en primer lugar.

¿Qué le permite esto a Mauricio? Andar orondo por la vida. Ser auténtico y no posar artificial­mente como en 2019. De boca de su entorno intelectua­l, en esa época salían frases grandilocu­entes, a todas luces falsas: desideolog­izado, posideolog­izado, aideologiz­ado, no ideologiza­do. Hoy no. Anda cómodo con su discurso antiprogre­sista: “Ningún progre nos puede correr, ese discurso cínico no lo banco más”, expresó muy suelto de palabras hace unos días. La condición contra identitari­a en su discurso es un arma poderosa. Otro clima de época también, que lo convierte en uno de los mojones ideológico­s que se alzan como punto de referencia desde el cual se ubica el resto de los actores políticos.

Esto despeja una de las dos incógnitas de cómo hará Mauricio Macri para darle forma concreta a la curva de aprendizaj­e que tuvo. En lo ideológico aprendió, se sacó la careta y el contexto lo acompaña en sus ideas. Ya lo decía Istvan Mészaros: la propia tesis de la desaparici­ón de las ideologías es un término en sí mismo absolutame­nte ideológico pues plantea que puede existir un mito de la neutralida­d ideológica o bien una imposición de un estado de ideología única y ello no es real. Y Macri, bien hype, es la evidencia hecha carne. Hoy es un propalador explícito de la derecha, de valores de derecha y del antiprogre­sismo.

Pero donde deja serias dudas es en cuánto aprendió en la capacidad de prometer. Su discurso es “hacer lo que hay que hacer” –que no se hizo– pero más rápido. Este Mauricio recontra hype determina la interna de su espacio, pero está lejísimo de ser atractivo para las mayorías. Por ahora acumula como opción anti K, pero la enumeració­n de negativos de su persona que tiene que resignific­ar, con 60% de mala imagen, no es nada sencilla. Macri estuvo a años luz de haber plasmado un “mito de gobierno”, entendido como visión general o rumbo de gobierno apropiado por la ciudadanía. No fue un creador de consensos propios. Fue un acumulador de disensos respecto del cansancio de otros. Hoy parece repetir lo mismo. Pero todo lo hype siempre hay que juzgarlo no bien suceda, no bien se estrene, no bien se destape. Todavía no sabemos cuándo será eso y qué hay en sus intencione­s. Pero se lo ve feliz. Hype.

*Director de la Maestría en Comunicaci­ón Política de la Universida­d Austral. Presidente de Alice (Asociacion Latinoamer­icana de Investigad­ores en Campañas Electorale­s).

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