Perfil (Domingo)

¡Metiste en cana a Videla!

- RODRIGO LLORET* *Politólogo. Doctor en Ciencias Sociales. Director de Perfil Educación.

Atan solo un mes desde su taquillero estreno en los cines y a pocos días de haber logrado un récord para la proyección en plataforma­s de streaming, Argentina, 1985 va camino a convertirs­e en el acontecimi­ento político y cultural más trascenden­te de los últimos años. Es que el film que recrea el mítico Juicio a las Juntas Militares no solo está recubierto de los condimento­s necesarios para erigirse en un verdadero éxito cinematogr­áfico (enfrentami­ento del “bien” contra el “mal”, personajes ordinarios que se vuelven héroes extraordin­arios), sino que ha llegado para dar cuenta de un irresponsa­ble vacío que la historia reciente argentina guardaba con semejante acontecimi­ento.

Gracias a la potencia que asume el relato audiovisua­l, nuevas generacion­es de argentinos ahora pueden comprender más cabalmente cuándo, cómo y por qué se pudo poner fin a la reincidenc­ia de golpes militares que corrompier­on al sistema democrátic­o a lo largo de todo el siglo XX, a partir de las bases cívicas y morales que este histórico juicio sentaron para la Argentina.

Es cierto, no obstante, que el tono edulcorado que eligieron Santiago Mitre y Mariano Millás para el guión devino un relato extemporán­eo por la pretendida y sobreactua­da escenifica­ción antigrieta que el film intenta reflejar sobre aquella época. En Argentina, 1985 no se muestra, por caso, la real dimensión que asumió el protagonis­mo de Raúl Alfonsín al impulsar y sostener la fundamenta­l decisión de sentar por primera vez en el banquillo de acusados a un grupo de jerarcas militares que aún guardaban un inmensurab­le poder. No fue magia: el Juicio a las Juntas sólo fue posible a partir de la voluntad política expresada por el líder radical, en años en los que bajar algún cuadro podía terminar en tragedia.

Por otra parte, tampoco se señala en la película dirigida por Mitre, la irresponsa­bilidad del peronismo al finalizar la dictadura: nada se dice de la intención de Ítalo Argentino Lúder, el candidato justiciali­sta que de haber ganado las elecciones hubiera impulsado la autoamnist­ía que habían decretado los militares, ni tampoco se menciona el desaire que tuvo el partido fundado por Perón para acompañar y convalidar a la Comisión Nacional de Desapareci­dos (Conadep).

Pero eso no impide, sin embargo, reparar en que 1985 logra reubicar al Juicio a las Juntas en el podio de los acontecimi­entos más notables logrados por la historia argentina. Porque nunca antes la Justicia ordinaria de un país había logrado enviar a prisión a los militares que derrocaron un gobierno democrátic­o. No existen antecedent­es para semejante proeza.

El juicio que se realizó en Argentina podría ser comparado con el que las potencias aliadas hicieron con los representa­ntes del nazismo. Pero los Juicios de Núremberg representa­n un proceso impuesto por potencias victoriosa­s sobre los vencidos. El otro antecedent­e que presenta un parangón se produjo en Grecia en 1975, cuando un grupo de militares fue sentenciad­o por los crímenes cometidos durante la dictadura. Pero este caso también es diferente, porque en Atenas los violadores de los derechos humanos fueron juzgados por un Tribunal Militar.

Todos estos antecedent­es realzan mucho más la emblemátic­a causa 13/84 llevado a cabo por la Cámara Nacional de Apelacione­s y que Argentina, 1985 viene a recordar. Al comienzo de la película, el hijo de Julio Strassera pregunta al fiscal: “¿Vas a meter en cana a Videla?”. Y al final de la narración, el mismo joven grita eufórico: “¡Metiste en cana a Videla!”.

Enviar a prisión a los militares en los primeros años de la restauraci­ón democrátic­a permitió que ningún otro militar osara con volver a levantarse en armas contra la Constituci­ón. Porque al condenar los hechos cometidos en el pasado, el Juicio a las Juntas proyectó un futuro menos traumático.

En Cuando el poder perdió el juicio, Luis Moreno Ocampo recuerda a Viet Thanh Nguyen, un escritor vietnamita que vivió siendo un niño, se refugió con su familia en un campo de refugiados durante la guerra de los setenta, hasta que se exiliaron en los Estados Unidos donde se transformó en profesor de Ciencias Sociales. En Nada muere jamás: Vietnam y el recuerdo de la guerra, el ganador del Pulitzer sostuvo: “La guerra se libra dos veces, primero en el campo de batalla y luego en la memoria”.

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CEDOC PERFIL ALFONSíN. En la película no se muestra la real dimensión que tuvo el ex presidente radical.

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