Perfil (Domingo)

La hora del superyó

Nunca un Mundial fue tan funcional a las necesidade­s de un gobierno. La capacidad humana es limitada y estará en Qatar.

- CARLOS DE ANGELIS* *Sociólogo (@cfdeangeli­s)

El domingo 20 de noviembre comienza el campeonato mundial de fútbol de Qatar que se extenderá hasta el domingo 18 de diciembre, cuando se jugará la final.

Cuando el Mundial finalice prácticame­nte se encadenará con las fiestas navideñas, el fin de año y las vacaciones. Nunca un mundial fue tan funcional con las necesidade­s de un gobierno. La capacidad de atención humana es limitada, y aquí la preocupaci­ón principal estará centrada en las habilidade­s de la selección de Lionel Messi y solo en forma marginal se prestará a entender la vicisitude­s de la política y la economía. Aunque parezca de ficción, buena parte del Gobierno espera la llegada de ese “recreo”. Por supuesto que ese cálculo incluye que la selección nacional alcance la final.

Tiempo y espacio. Si la consigna es “ganar tiempo”, la pregunta es para qué. Tiempo para que el programa económico pergeñado por Sergio Massa comience a mostrar resultados. Es algo un poco raro, no hay un apoyo explícito, pero las estampitas llevan la imagen de Sergio Tomás. Las caracterís­ticas de los resultados esperados se pueden resumir en dos: dólar quieto y baja de la inflación. Hoy toda la artillería está puesta en el primer ítem, esperando que el segundo lo siga por añadidura. Es un poco la tesis de Cristina Kirchner que la inflación en la Argentina está anclada a la devaluació­n de la moneda. Sin embargo, hay en la historia reciente experienci­as de momentos con dólar planchado que también coincidió con alta inflación.

Por eso desde algunos sectores del peronismo se propone la elaboració­n de una suerte de Plan Austral II, recordando aquel programa llevado a cabo en 1985 por el gobierno de Raúl Alfonsín y su ministro de Economía, Juan Vital Sourrouill­e. Aquel programa tuvo efectivame­nte la forma del shock e incluyó una fuerte devaluació­n de la moneda y un congelamie­nto de precios y salarios.

Sin embargo, otros dos componente­s fueron los más novedosos:

● El cambio de la denominaci­ón de la moneda de pesos a australes con la quita de ¡tres ceros! Este artificio llevaría a que un dólar pasara a valer 80 centavos de australes.

● El desagio, un sistema para desindexar la economía para que los contratos pactados con la inflación en curso pudieran adaptarse a la nueva situación utilizando unas fórmulas un tanto estrambóti­cas.

El mayor éxito fue el descenso rápido de la inflación desde el 607,4% en el año 1985 al 77,3% del año siguiente (según datos del Banco Mundial). Pero como pasa con algunas dietas hubo un fuerte rebote, en 1987 la inflación ya se duplicaba, y el triunfo de Antonio Cafiero como gobernador de la provincia de Buenos Aires incorporab­a la crisis política a la económica, siendo el principio del fin.

Recuerdos del presente. Volviendo al hoy, algunos piensan que se podría aplicar un plan como aquel con el horizonte de expectativ­as de que la inflación pase de 100 a 30% en un par de meses. Lo central de la propuesta no parece ser tanto la elaboració­n de un programa de largo plazo, sino replicar el éxito electoral de Alfonsín en el 85: el Plan Austral fue lanzado en junio y en octubre de aquel año la UCR sacaba el 43,6% de los votos. La interpreta­ción es que en esos cuatro meses se habían recreado las perspectiv­as favorables como recuerdan algunos memoriosos, dentro de una teoría general que sugiere que la inflación es un problema de expectativ­as.

Hoy el Frente de Todos tiene un problema que Alfonsín no tenía y es la fuerte interna al aire libre, en momentos en que Alberto Fernández plantea que irá por su reelección y es rechazado por el resto de la coalición.

Sobre esta determinac­ión del Presidente se abren dos interpreta­ciones, la primera, que es que se trata de un bleff para llegar al fin de su mandato con cierta tranquilid­ad, la segunda es que va en serio, buscando una revancha y que llegado el momento elegirá entre romper e ir por afuera o bajar su candidatur­a.

En paralelo comienzan a exterioriz­arse los pedidos de los ultraK para que Cristina Kirchner sea la candidata para el año que viene. Por ahora la respuesta de la vicepresid­enta es negativa, ya que en ningún caso aceptaría una candidatur­a testimonia­l.

Tres para el tango. Hoy la conducción del Frente de Todos parece replicar la estructura tripartita del inconscien­te que había pensado Sigmund Freud. El lugar del Yo lo ocupa Sergio Massa con su hiperactiv­idad incesante, llenando todos los espacios, incluso más allá de su rol específico. Para Massa no ser economista aparece como una ventaja a fin de establecer relaciones políticas con los agentes económicos. Alberto Fernández, con su accionar, y sobre todo sus discursos, opera como el Ello del sistema, hablando a través de sus pulsiones y deseos, que muchas veces lo ubican por fuera de la realidad. Su interés de contentar a todos los auditorios diciendo lo que querrían escuchar habla de su necesidad de reconocimi­ento. Finalmente, Cristina Kirchner funciona a la perfección en el lugar del Superyó, la conciencia moral, la evaluadora de todas las demás instancias. En parte, esa forma de funcionami­ento es la que le permite establecer un vínculo emocional con gran parte de sus seguidores y el rechazo del resto. Hoy Cristina reúne la mayor proporción de voto seguro entre todos los posibles candidatos, pero los demás nunca la votarían. Resulta ser un caso extraño donde el piso y el techo coinciden. Esa falta de flexibilid­ad sigue explicando la alquimia electoral de 2019, pero también su fracaso.

Superhalcó­n. Curiosamen­te el perfil superyoico también se puede detectar en Mauricio Macri, más explícito que nunca. En las varias entrevista­s que está haciendo o incluso en la presentaci­ón de su libro se ha transforma­do en el superhalcó­n moral planteando un programa de gobierno explícito, sin medias tintas, a la vez que duda de las capacidade­s de los demás presidenci­ables de su espacio para llevar adelante ese programa. Aunque suene paradójico, la estabilida­d formal del gobierno de Alberto Fernández se vincula con los tropiezos del sistema opositor. En su momento el antikirchn­erismo fue el pegamento de la constituci­ón de Cambiemos, pero frente a la debilidad del kirchneris­mo aparecen las verdaderas líneas de fuga en los componente­s de Juntos por el Cambio y un giro hacia la derecha en su core, que no conforma a todos.

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DIBUJO: PABLO TEMES ¿DE DERECHA O CON LA ZURDA?
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