Una crisis política de cuatro años
Israel vive una crisis política que llevó a realizar cinco elecciones legislativas desde 2018.
En abril de 2019, los israelíes votan en elecciones anticipadas en las que Netanyahu, en el poder desde 2009 y acusado de corrupción, obtiene con su partido Likud 35 escaños, la misma cantidad que su rival, del Azul y Blanco, Benny Gantz, antiguo jefe de Estado Mayor. Tras un mes sin poder formar gobierno, el Parlamento se disuelve y se vuelve a convocar a elecciones. El 17 de septiembre, el Likud y Azul y Blanco empatan otra vez. El 11 de diciembre, tras los fracasos de Gantz y Netanyahu para formar gobierno, se disuelve una vez más el Parlamento y se convocan nuevas elecciones.
En marzo, el Likud obtiene 36 escaños y Azul y Blanco 33. Gantz anuncia por sorpresa, un “gobierno de unidad y emergencia” con su rival Netanyahu para hacer frente al coronavirus. El 17 asume ese gobierno, pero en diciembre el Parlamento rechaza el presupuesto y se disuelve y se convoca, pero el 23 de diciembre, después de que los parlamentarios no aprobaran un presupuesto, el Parlamento vuelve a ser disuelto y hay nuevas elecciones.
El 23 de marzo de 2021, los israelíes acuden a las urnas. El Likud queda en primer lugar con treinta escaños, seguido por la formación Yesh Atid (“Hay un futuro”) de su rival, el centrista Yair Lapid, con 17 escaños. Al llegar la fecha límite del 5 de mayo, Netanyahu fracasa en su intento de formar un gobierno. Rivlin se lo encarga entonces a Lapid. El líder del partido derecha radical Yamina, Naftali Bennett, se une a Lapid, quien arma una coalición heterogénea que va de la derecha a la izquierda, pasando por un partido árabe, algo inédito. En abril, la coalición, enfrentada a tensiones internas, pierde su mayoría con la partida de una diputada del partido de Bennett.