Universidades innovadoras y emprendedoras de América Latina
Un reciente estudio revela cuales son los principales hallazgos y desafíos que enfrentan las universidades latinoamericanas que desarrollar actividades de fomento emprendedor y de la innovación. La Universidad Siglo 21 sumó su caso para representar a nuestro país.
La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) acaba de publicar un informe sobre las “Universidades más innovadoras y emprendedoras de Latinoamérica”, estudio realizado en base a once universidades ubicadas en seis países de América Latina (Chile, Colombia, México, Brasil, Argentina y Uruguay), con el objetivo de relevar cómo estas están impulsando la innovación y el espíritu empresarial en las comunidades y el ecosistema emprendedor.
Según el Banco Interamericano de Desarrollo (institución que forma parte de este trabajo), las empresas emergentes impulsadas por la tecnología en la región se han triplicado desde 2017 y han multiplicado su valor estimado de USD 7 mil millones a USD 221 mil millones en la última década. En 2021, la región tenía veintisiete unicornios (start-ups privadas valoradas en más de mil millones de dólares). Asimismo, el espíritu empresarial ha ganado importancia dentro de las agendas políticas nacionales y subnacionales, con varios países estableciendo aceleradores públicos o programas de apoyo para ayudar a las empresas jóvenes y las PYME innovadoras a ampliar sus capacidades. En algunos casos, las universidades de la región se han conectado activamente a estos programas o han establecido sus propias iniciativas.
Sin embargo, a pesar de estas tendencias positivas, varios países latinoamericanos aún se caracterizan por bajos niveles de inversión pública y privada en investigación y desarrollo (I+D) y, en general, bajos niveles de colaboración entre universidades y empresas. De hecho, la inversión en I+D en la región creció de poco más del 0,5 % del PIB a principios de la década de 2000 al 0,75 % en 2015 antes de volver a caer en los últimos años. Esta tendencia contrasta marcadamente con el promedio de 2,3% en los países de la OCDE durante la última década. Además, el entorno fiscal más ajustado a raíz de la COVID-19 ha limitado la capacidad del Estado para asignar recursos a la investigación y la innovación. A pesar de estos desafíos, un número cada vez mayor de instituciones están apoyando activamente a una nueva generación de emprendedores y brindando soluciones basadas en el conocimiento a los grupos de interés en sus propios ecosistemas locales, incluso en áreas no metropolitanas; soluciones cada vez más orientadas a los desafíos y oportunidades especiales de sus ecosistemas.
Algunos hallazgos y conclusiones
El estudio revela que todas las universidades analizadas han desarrollado actividades de emprendedorismo, incorporando contenidos en sus programas educativos, alineando sus estrategias, gobierno y organización, generando sistemas de incentivos y cooperando con gobierno, sociedad y ecosistema empresarial. Algunas universidades indican haber establecido cursos obligatorios de emprendimiento para estudiantes en varias disciplinas, en otros casos se desarrollaron actividades extracurriculares (como hackatones, concursos empresariales, ferias, festivales) y pasantías, lo que permite flexibilidad y promueve la interacción con partes interesadas externas en particular, con empresas de todos los tamaños y niveles de madurez.
El estudio halló que la mayoría de las universidades participantes de la investigación se están convirtiendo en centros empresariales que apoyan la innovación en sus ecosistemas. Muchas incluyen aceleradores, incubadoras, centros para el espíritu empresarial y la innovación, abiertas a actores externos, como empresarios y pymes. En algunos países, los gobiernos locales se vinculan con los campus de las universidades con espíritu emprendedor como medio para promover la innovación y generar empleo.
Entre las principales conclusiones se destaca que las universidades deben conectarse con otras universidades latinoamericanas para compartir las mejores prácticas sobre cómo la integración del espíritu empresarial les ayuda a conectarse con sus comunidades, incluidas las empresas y la sociedad civil. Además, se sugiere avanzar en la mejora el marco legal para regular la propiedad intelectual a nivel nacional y a nivel universitario. Las oficinas de transferencia tecnológica no cuentan con suficiente personal y se beneficiarían particularmente de un asesoramiento legal que ofrezca apoyo para la creación y concesión de licencias de patentes.
Por otra parte, el sistema requiere de un flujo de financiación sostenible para mantener las actividades de incubación o aceleración, una necesidad en la mayoría de los casos analizados. La sostenibilidad y la previsibilidad de los recursos también permitirán la creación de habilidades profesionales especializadas relacionadas con el espíritu empresarial (educación y soporte). Asimismo, una financiación más estable y predecible también permitiría proyectos de colaboración a largo plazo con las partes interesadas, incluidas empresas de todos los tamaños y niveles de madurez.
Entre otras conclusiones se destaca, además, la importancia de desarrollar un sistema de evaluación de impacto, tanto a nivel nacional como regional. La mayoría de las universidades están midiendo sus actividades de intercambio de conocimientos utilizando indicadores basados en resultados de rendimiento de conocimientos (por ejemplo: número de patentes, el número de licencias y el número de spin-offs) pero estos deben ser armonizados a nivel país y región para poder comparar, mejorar, y optimizar recursos.
En la economía del conocimiento, la formación de los profesionales – sin importar qué carrera estudien - con mentalidad y espíritu emprendedor, con habilidades para innovar y con espacios para generar ideas, testearlas, incubarlas, acelerarlas y/o escalarlas no solo dotarán a los profesionales de una experiencia única para vincularse con los problemas y desafíos reales del mercado, sino que incrementará la cantidad y calidad de emprendedores y pymes, fomentará la exportación de talento y servicios de valor agregado, y generará empleos de mayor calidad en las comunidades en las que se desenvuelvan.