Perfil (Domingo)

‘El TiEmpo pErdido’ “Tengo fascinació­n

En busca del tiempo pérdido.

- COSTUMBRE. ESTILO. RESISTENCI­A.

la directora maría Álvarez filma a un grupo de personas que hace 18 años se reúne en un bar a leer

María Alvaréz ha logrado, de forma amable pero con mirada sentida, generar una vida en el documental que atienda a la memoria, a la tercera edad. En primer lugar, Las cinephilas, una hermosa oda a la pasión, y ahora, otra vez, lo espectacul­ar escondido en lo cotidiano: El tiempo pérdido, un documental que se sienta en un bar junto a un grupo de lectores que hace 18 años leen y releen, discuten y piensan, el clásico de Proust, En busca del tiempo pérdido. ¿Cómo generar un recorte de la empresa que lleva a cabo estos lectores con un libro tan clásico? La directora responde: El tiempo perdido fue una tarea titánica de edición. Tuve que selecciona­r ciertos ejes temáticos y personajes dejando muchísimo afuera, casi todo. Hice una hiper reducción de la novela, tratando de lograr la esencia del perfume. Llegué a tener un armado de edición que duraba como veinticinc­o horas. Todo el material en el mismo espacio, con los mismos personajes. A partir de ahí, tuve que reducir la obra a su mínima expresión para que funcione como una unidad de sentido”. Y suma: “Al mismo tiempo, intentar que esas lecturas y los comentario­s del grupo sobre la obra y sobre sus propias vidas tuvieran un equilibrio. Generar ese micromundo en el bar, encontrar el universo en los detalles, como hace Proust. Y también delinear a cada persona del grupo para que haya un balance entre ellos, un retrato coral. Fue un trabajo de edición muy minucioso en donde quizás un plano estuvo filmado en 2017 y su contraplan­o en 2019. Llegué al límite del trabajo intelectua­l al que puedo aspirar y es el mayor desafío creativo que me he propuesto hasta ahora”.

—¿Qué sentís que hay de la lectura de un libro en cámara que genera determinad­o aire?

—Es muy difícil adaptar a un lenguaje audiovisua­l algo tan íntimo como es la lectura. La experienci­a y las sensacione­s que produce el acto de leer son complejas de describir con palabras, mucho más en imágenes y sonidos. El hecho de que el grupo leyera en voz alta y compartier­a las impresione­s y evocacione­s que le genera el texto es lo que me motivó a animarme a hacer una película con eso. El acto de compartir. También para mí fue muy inspirador el metalengua­je que percibí en lo que estaba viendo a través de la cámara y los temas (y las formas de abordarlos) de la obra de Proust, que leí completa mientras filmaba la película. Proust en su novela escribe sobre el cambio de los rostros en la vejez, las arrugas.

—Hay un trabajo con los sonidos. El ruido de las páginas, del bar, de las tazas levantadas. ¿Por qué destacar eso?

—Al ser una película extremadam­ente independie­nte no contamos con un sonidista en el rodaje. Y fue complicado porque el bar estaba abierto al público. Las limitacion­es terminan conformand­o un estilo. Después, en la postproduc­ción de sonido, hicimos un trabajo muy fino de limpieza y de diseño sonoro, con las tazas y las copas del bar, para darle un cierto “brillo” a la película, pequeños destellos sonoros.

—¿Por qué esa fascinació­n con gente que lee Proust con esta devoción?

—Tengo una fascinació­n por la memoria. Y a mayor cantidad de años, mayor cantidad de memoria. Me interesa mucho cómo estas lectoras y lectores relacionan todo aquello que han vivido con lo que narra Proust. Como dice una de las protagonis­tas: “Todo lo que pasa en la obra de Proust, en algún momento de mi vida yo lo he sentido, exactament­e como lo describe Proust”. Este diálogo entre la realidad (la vida, la memoria) y la ficción (el arte) es algo que me interpela muchísimo y siento que es el eje principal de mis tres películas.

La cadena Cinemark Hoyts celebra una nueva edición de Temporada Siniestra, un ciclo que finaliza el 8 de noviembre con Jeepers Creepers, La reencarnac­ión y que pasea por grandes éxitos del horror de este año (El exorcismo de Dios, Scream 5, Jack en la caja maldita, La medium: todas proyectada­s, una por día, del 5 al 14 de noviembre). Pero lo que viene a dejar en claro el ciclo es algo que es tendencia mundial: el suceso irrefrenab­le del horror en las salas de cine. En un momento donde el cine sigue gritando, o sus avatares, por su muerte, contra Marvel, contra las plataforma­s, o a favor de todo aquello, el horro ha logrado lo que nadie sospechaba: ha logrado seguir siendo redituable en la pantalla grande, al mismo tiempo que su convocator­ia es perfectame­nte coherente con su modelo de producción (por supuesto que esto se aplica a Estados Unidos, pero también a muchas regiones como Argentina, donde película somo Sonríe son un suceso de ventas de entradas). De esta forma, la famosa maldición del cine, ese no entender a adonde va, hay un género que por ahora ha sorteado ese griterío: el terror. No solo logran números buenos, en mercados locales o globales. Han destrabado la famosa maldición de nuestros días: la franquicia.

¿Qué quiere decir esto último cuándo vemos títulos como Jeepers Creepers, que vuelven, o Scream 5 en Temporada Siniestra? Lo siguiente: película como El teléfono negro, que también es parte del ciclo, han hecho casi 170 millones de dólares en todo el mundo. Una suma módica, seguro, pero su costo es de 17 millones. Ergo, su ganancia es sideral al lado del costo de una película de superhéroe­s (que hoy se encuentra en los 300 millones de dólares incluyendo una campaña de marketing global). Terrifier 2, un éxito indie en Estados Unidos, tuvo una salida limitada en su país de origen y costó menos de 80.000 dólares (y facturó 2 millones). En esa misma lista, sin ese costo tan bajo, aparecen títulos nuevos, no nacidos de franquicia­s, como Sonríe o Barbarian, que sí han sido éxitos locales en Argentina, y que muestran cómo el público, ahora condenado a secuelas o sagas, puede responder bajo determinad­as condicione­s a determinad­os títulos, sin tanta necesidad del aparato comercial que hoy pareciera creer Hollywood que es infalible. Un ciclo simple que deja en claro que detrás del terror hay mucha más complejida­d de la que venimos videos: una herida que muestra quizás otra forma posible de seguir yendo a las salas de cine y dejar que patalear por lo que hacen las plataforma­s y otras revolucion­es.

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FOTOS: GZA. PRENSA JULIETA BILIK
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FOTOS GZA. CINEMARK
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