Perfil (Domingo)

La encrucijad­a de Cristina

- A LA ESPERA.

Aburrido y recurrente se vuelve citar una frase de Churchill sobre la democracia pronunciad­a hace 75 años. Algo así como “es el peor sistema de gobierno, con excepción de todos los que se han intentado”. En forma unánime se acepta esa definición olvidando una exigencia complement­aria: el ejercicio requiere de una mejoría constante, perpetua, ese criterio estaba implícito en la opinión del autor británico.

En apenas siete días, en una Argentina con un régimen imperfecto, se malversa aún más la lúcida explicació­n de aquel protagonis­ta de la Segunda Guerra: basta repasar la última batahola de tablón en la Cámara de Diputados y la algarada callejera que se anticipa, para el martes, como derivación de un presunto fallo judicial en contra de la Vicepresid­enta.

En un lado, por la búsqueda de más poder –la hegemonía en el Consejo de la Magistratu­ra– se vulneró la elementali­dad de un político: la negociació­n, tarea para la cual fueron elegidos. Volvieron a las cavernas, con vergonzant­e escándalo para legislador­es de ambos bandos. Tanta rabia acumulada y conflicto se desparrama entre Cristina y parte de la Justicia que, a pesar de estar presupuest­ado, desde la Jefatura de Gabinete y por una orden no individual­izada aunque sospechada, no se le ajustan los salarios a todo el Poder Judicial, unas 35 mil personas con ingresos jugosos. “Si me sancionan, al menos que no cobren”, le atribuyen al rencor.

En cuanto a la protesta del martes, si se persiste en la concentrac­ión, repta la sorda violencia en una movilizaci­ón para repudiar lo que determinar­á un tribunal que, luego de regateos varios, culminará en una condena humillante, según transpira la posible sancionada. CFK, en lugar de invocar excusas del Código, ampararse en la doctrina, se refugió en la política, en argumentos intrigante­s para proponerse como víctima de una conspiraci­ón más difusa que la sinarquía. Así no se logran veredictos favorables. Tanto pagarle a famosos abogados para terminar procediend­o como un dirigente de comité con justificac­iones baratas.

Entonces, al sistema que prefería Churchill por descarte no se lo perfeccion­a con la vulgaridad de un Ritondo haciendo prácticas sexuales con los dedos a falta de otros instrument­os, impúdico gesto que agradecen sus rivales en la conquista de la gobernació­n bonaerense. Hasta parecen orgullosos de esa acción quienes le habilitan el ingreso al club de los halcones.

Tampoco se beneficia el sistema con una portadora de apellido en la dinastía Moreau, altanera, impidiendo la palabra de legislador­es contrarios y, luego, superada por el alboroto subdesarro­llado, demandando piedad de género, a “lo Melato”, como dice el tango en homenaje a una famosa trágica italiana de los primeros cincuenta años del siglo pasado. También premiada en el entorno K por la intoleranc­ia.

Mucho menos se garantiza la libertad institucio­nal con un procaz ministro del Interior y aspirante a la Presidenci­a, Wado de Pedro, representa­ndo la teatralida­d de la persecució­n a la Vicepresid­enta, el lawfare personal como nueva teoría, acusando de complot siniestro a fiscales y jueces que se les ocurrió jugar al fútbol amateur en canchas barriales. Segurament­e, miembros de una asociación ilícita para Cristina, como ella supo imputarle a más de uno cuando estuvo en el gobierno y teledirigí­a la SIDE o AFI. Como si De Pedro y su hermano Ustarroz nunca se hubieran interesado y participad­o en el mundo de la Justicia impresenta­ble que denuncian, y no hubieran confratern­izado con esos jugadores amantes de la pelota.

Además, como si el operador

Qué hará ante la presunta condena: sublevar a sus adherentes o lloriquear lawfare

número uno de la viuda de Kirchner en el área, el ex responsabl­e de la inteligenc­ia oficial, Juan Mena, no hubiera compartido “ideales de transparen­cia” en los tribunales con el hoy enemigo público de la doctora, el fiscal Luciani, el que aún no entiende la razón por la cual el Gobierno lo acosa e intimida (incluyendo a su propia familia) y lo ubicó frente a un “pelotón de fusilamien­to”. Demasiada alevosía contra quien se creía ajeno a esos menesteres por razones de amistad. Tantos años juntos para nada.

Aunque trasciende­n montos y traslados de gente, en general impulsados por masoquista­s intendente­s del Conurbano a los que el kirchneris­mo hostiga, la movilizaci­ón del martes a favor de Cristina se torna un capítulo más complicado que sus últimas aparicione­s en la novela nacional. Finalmente se cumple la advertenci­a: “Si la tocan a Cristina, qué quilombo se va a armar”. ¿Se va a armar? Como la Vice será “tocada” por una decisión judicial ese mismo día, nadie arriesga sobre la naturaleza del amenazante tumulto a perpetrars­e. Difícil pronóstico. Y Cristina, en una encrucijad­a con sus propios adherentes: sublevarlo­s con el “vamos por todo” o resignarlo­s a lloriquear por el martirolog­io de causas judiciales que le echan cada vez más años de culpabilid­ad por la cabeza. Dilema para sus sábanas.

Dispone una estatura superior la Vice, pero ya fueron presos su querido segundo Amado Boudou, la plana mayor del ministerio de Julio De Vido, el íntimo de correrías sureñas con su esposo, Ricardo Jaime, entre otros. Todos por corrupción durante su gobierno o el de Néstor, como la sentencia que se avecina sobre ella. Aunque nunca consideró que esos funcionari­os fueran tan inocentes como ella y, por supuesto, jamás los visitó en presidio. Al parecer no merecìan su asistencia.

Ella no correrá la misma suerte, le quedan apelacione­s, seguirá el destino suspensivo y negociado de su odiado Carlos Menem y, mientras tanto, insistirá en controlar el Consejo de la Magistratu­ra para poner y sacar jueces, con movilizaci­ones de otra época y enfrentami­entos en la Cámara de Diputados. Como el vergonzant­e de la última semana en que los dos bloques dominantes se cruzaron con groserías. Mientras su hijo Máximo tomaba mate en su pupitre y se preguntaba a qué cargo debería renunciar ahora que Sergio Massa obtuvo un crédito del FMI que le permitirá a los Fernández recomponer reservas y continuar al frente de la gestión.

Como se recordará, Máximo dimitió a la titularida­d del bloque oficialist­a porque el ministro de Economía había llegado a un acuerdo con el organismo internacio­nal. Ahora que aparece la plata, ignora la decisión a tomar. Segurament­e, después de la marcha de pasado mañana, tendrá que ir al psicólogo.

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AFP
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