Perfil (Domingo)

Las institucio­nes liberales

- JAIME DURAN BARBA*

Hasta la primera Revolución Industrial, la riqueza y el poder estaban concentrad­os en manos de reyes y religiosos por la gracia de Dios. Con el maquinismo apareciero­n empresario­s que podían generar recursos con su propio trabajo y apareciero­n subversiva­s ideas liberales que decían que el poder está en el pueblo.

En 1776 se fundaron los Estados Unidos, cuya Constituci­ón anunció que se formaban por voluntad de “we the people”, establecie­ndo un gobierno laico en el que no participab­an nobles, ni líderes religiosos. En 1799 se produjo la Revolución Francesa, que terminó con la monarquía, instaurand­o una democracia. Nacieron las institucio­nes liberales.

Los ilustrados nacieron luchando en contra de la autoridad absoluta y pretendier­on que no gobiernen iluminados. Dividieron el manejo del Estado en tres poderes independie­ntes, Ejecutivo, Legislativ­o y Judicial, para que se controlen mutuamente y no se pueda instalar una tiranía. Creían que el poder menos concentrad­o, defiende a la gente de los extravíos de los dirigentes.

Terminado el monopolio de la verdad, surgió una sociedad pluralista, en la que distintos partidos, representa­ntes de variados intereses, se alternan en el poder, según lo que decide la mayoría de los ciudadanos. La democracia supone que se respete la separación de poderes, la vigencia de las institucio­nes y las minorías. Quienes ganan las elecciones deben garantizar los derechos de los que perdieron, para que puedan disputar el poder en igualdad de condicione­s.

En America Latina, superada una etapa inicial en la que existieron los imperios Brasileño, Mexicano y algunas ideas monárquica­s como las de Belgrano, que pensó en entronizar en el Río de la Plata al inca Juan Bautista Túpac Amaru, casi todos los países optaron por la República. Argentina nació federal: se formó por una alianza de provincias autónomas, de las cuales la última en asociarse al estado federal fue la de Buenos Aires.

En dos siglos de independen­cia nuestros países adquiriero­n distintos grados de complejida­d. Colombia, México, Chile, Brasil, Uruguay, mantuviero­n democracia­s estables en las que se desarrolla­ron élites políticas más sofisticad­as. Argentina, Perú, Ecuador, Bolivia experiment­aron una historia conflictiv­a en la que se alternaron gobiernos democrátic­os con dictaduras militares. Desarrolla­ron élites desiguales con dirigentes preparados y otros más improvisad­os. La primera Revolución Industrial ayudó al enriquecim­iento de la Argentina.

El desarrollo de los barcos a vapor y de los frigorífic­os permitió que el país exportara una enorme cantidad de carne y granos, lo que le convirtió en una de las economías más prósperas del mundo.

En el siglo XX se sucedieron en el poder el radicalism­o que defendía tesis republican­as y, desde la década del 40, el peronismo, que promovía la justicia social. Ambos se alternaron con gobiernos militares, que periódicam­ente ponían en orden una economía que se alborotaba con el manejo de los civiles.

Durante un siglo ningún gobierno que no sea peronista pudo completar su período, por la oposición de los sindicatos. Hasta que en 2018 Mauricio Macri terminó su mandato constituci­onal, se había instalado el mito de que los únicos que pueden gobernar la Argentina son los peronistas.

En el 2018 ganó las elecciones Alberto Fernández, quien presidió un gobierno multicéfal­o que condujo al peronismo y al país a una crisis profunda. La economía explotó, los sindicatos permanecie­ron paralizado­s, perdieron las elecciones muchos gobernador­es de provincias tradiciona­lmente peronistas.

En la sociedad de internet está instalado que es necesario el cambio.

La palabra no significa mucho, pero ha servido por igual para que ganen las elecciones Pedro Castillo en Perú, Gustavo Petro en Colombia, Jair Bolsonaro en Brasil, Donald Trump en Estados Unidos. En la Argentina ayudó para que gane las elecciones Javier Milei, quien se ha convertido en una figura mundial, justamente, porque es el dirigente que más representa lo distinto.

En la campaña adelantó que quería hacer un cambio radical del país, que lo pagaría “la casta”, los políticos que habían gobernado los últimos cien años. En la primera vuelta obtuvo el 30% de los votos, frente al 37% de Sergio Massa. En la segunda vuelta le apoyaron los electores que rechazaban al gobierno de los Fernández y alcanzó el 56% de los votos.

En cuanto asumió el poder, redactó una ley ómnibus y un DNU con los que cambiaba cerca de seiscienta­s leyes referidas a todos los órdenes. Pidió al Congreso que lo apruebe en el plazo perentorio de un mes.

En la democracia contemporá­nea no hay otra experienci­a, en la que un Presidente haya decidido, en las primeras semanas de su período, cambiarlo todo con una sola ley, sobre todo si cuenta solo con una pequeña minoría en el Congreso, su partido no gobierna ninguna de las 22 provincias, y no tiene inserción en las organizaci­ones sindicales, sociales, de artistas, de científico­s y otras que conforman el tramado de la sociedad. Su única fuerza es el respaldo de la opinión pública, que en todos lados es efímero.

Alberto Fernández llegó al 70% de aceptación, que le duró un año, al igual que casi todos los presidente­s latinoamer­icanos elegidos en estos años. Iniciaron su período con un gran apoyo y se desplomaro­n a los pocos meses, a pesar de no haber tomado medidas que afecten la vida cotidiana de la gente, como las que ha tomado Milei.

El actual ajuste económico es el más dramático de la historia argentina. La inflación es peor que la que había antes, los precios suben sin control y los salarios no. Mucha gente está perdiendo el empleo. En esta sociedad lúdica la paciencia se acaba rápidament­e. Varias encuestas independie­ntes que he podido revisar, dicen que el Gobierno está perdiendo apoyo. Espero tener pronto un estudio propio para saber lo que puede pasar en prospectiv­a.

El apoyo al Gobierno no se incrementa­rá porque baje la tasa de inflación o porque cualquier dato de Excel evolucione favorablem­ente. La gente busca siempre resultados concretos. Su problema no son las cifras de los economista­s, sino las angustias y alegrías cotidianas de su familia y de sus hijos. Si no sienten que mejoran se pondrán en contra del Gobierno.

En un contexto como éste, las esperanzas de que venga inversión extranjera se debilitan. Los empresario­s buscan incrementa­r sus ganancias, van a países que ofrecen

Hay una interpreta­ción equivocada de las encuestas, cuando dicen que la mayoría rechaza a los políticos. Eso es cierto, pero no significa que, en cada provincia, el gobernador y los legislador­es elegidos hace pocos meses no son populares. Muchos de ellos no son conocidos a nivel nacional y los rechazan cuando están en ese colectivo odioso de “los políticos”, pero representa­n bien a su electorado. Sumado, el respaldo local de los gobernador­es tiene más peso que el de Milei, sobre todo si ellos son los que defienden a la gente en contra del ajuste del gobierno nacional. Por lo demás, los mandatario­s provincial­es saben que, si no se unen, pueden ser atropellad­os por un entusiasmo mesiánico que parece incontrola­ble.

estabilida­d para sus capitales. Invierten en la China comunista, porque es poco probable que en seis meses asuma un presidente que reemplace a Xi Jinping, y lance una ley con seisciento­s artículos que vuelva al país al maoísmo. A quienes nos dedicamos a hacer estudios sobre distintos países, lo que nos preguntan siempre es si el gobierno en funciones terminará y si, cuando eso ocurra, sus políticas seguirán, o se producirá un cambio. En el gobierno de Mauricio Macri, cuando se esperaba que lleguen las inversione­s, muchos empresario­s dijeron que iban a esperar, para ver si se consolidab­a para invertir.

Lo que ven los inversioni­stas en la prensa internacio­nal no es alentador. En las pantallas se ven imágenes de “masivas protestas en Argentina en contra del Gobierno”, se sabe que el Presidente dice que el Congreso es un nido de ratas, se anuncian paros sindicales, las reformas propuestas por Milei no se aprueban en el Congreso, y si se aprueban, parece que la Justicia puede anularlas, todos los políticos se acusan mutuamente de corruptos. Nadie en sus cabales puede invertir en un país con esas caracterís­ticas.

Una de las razones para el rechazo al kirchneris­mo y a los políticos, fue que la gente sintió que se dedicaban a pelear entre ellos por intereses y cuestiones personales, y no a solucionar sus problemas. En estos setenta días, el Gobierno se ha comportado como político. El Presidente insulta todos los días a alguien: artistas, abogados, sindicalis­tas, científico­s, universida­des, a los que ganan las elecciones en Boca, a todo el que se mueve.

Los agravios a los legislador­es y a los gobernador­es son personales, hacen difícil un retorno al diálogo. Hay una interpreta­ción equivocada de las encuestas cuando dicen que la mayoría rechaza a los políticos. Eso es cierto, pero no significa que, en cada provincia, el gobernador y los legislador­es elegidos hace pocos meses no son populares. Muchos de ellos no son cono

cidos a nivel nacional y los rechazan cuando están en ese colectivo odioso de “los políticos”, pero representa­n bien a su electorado.

Sumado, el respaldo local de los gobernador­es tiene más peso que el de Milei, sobre todo si ellos son los que defienden a la gente en contra del ajuste del gobierno nacional. Por lo demás, los mandatario­s provincial­es saben que, si no se unen, pueden ser atropellad­os por un entusiasmo mesiánico que parece incontrola­ble. Parece que la estrategia del Gobierno es la de aislarse.

No tiene sentido atacar de manera tan violenta a personas respetable­s como Alejandro Borensztei­n o a Ricardo López Murphy. Menos todavía insultar a artistas reconocida­s y combatir el apoyo del Estado a las actividade­s culturales y festivales.

No se trata solamente de conseguir que se apruebe una ley en el Congreso, por un voto conseguido con presiones y dádivas. Desde las elecciones del 2011 en que Cristina Kirchner ganó en una sola vuelta con el 54%, a Hermes Binner con el 17%, en todas las elecciones posteriore­s, el país se ha dividido en dos partes casi iguales. Macri le ganó a Scioli en la segunda vuelta por 51% a 49%;

Fernandez a Ma c r i en una v uelta por 4 8% a 40%; Milei a Massa en la segunda v uel ta por 56% a 44%. Aunque se logre la mayor ía en el C on g re so ¿ c abe q ue las reformas queden firmes, sin ningún diálogo con los representa­ntes de la mitad de la población? ¿No será posible que pronto vuelva al poder el peronismo y promulgue un DNU con seisciento­s artículos anulando todo lo dispuesto por Milei?

Vivimos una ola de paros que se incrementa­rá, organizada por sindicatos, piqueteros, movimiento­s sociales y vienen los más peligrosos movidos por gente autoconvoc­ada, cuya vida cotidiana se ha convertido en un infierno.

el Presidente insulta todos los días a alguien, a todo lo que se mueve Desde las elecciones de 2011, que ganó CFK, el país se ha dividido en dos mitades

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IMAGEN: PABLO TEMES
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