Perfil (Domingo)

Ucrania, dos años y después

- ANDRÉS SERBIN*

Al cumplirse dos años del inicio de la llamada “operación militar especial” desplegada por Rusia en Ucrania, múltiples narrativas intentan dar cuenta, desde sus respectiva­s perspectiv­as, de la situación actual del conflicto y de su evolución futura. Como es habitual en las narrativas de este tipo, desde distintas posiciones y visiones, el análisis de los hechos intenta promover interpreta­ciones que refuercen las distintas posiciones y, en este caso particular, la visión de Occidente y la percepción rusa de la situación.

Sin duda, en el plano militar, luego de la reciente toma de Ardivka por las tropas rusas y la declaració­n del nuevo jefe de las fuerzas ucranianas Syrski, quien, luego de la frustrada contraofen­siva ucraniana del año pasado y del reemplazo del general Zaluzhny pese a sus altos índices de popularida­d entre la población ucraniana, ha declarado que

Ucrania pasaba de una estrategia ofensiva a una defensiva, todo pareciera indicar que, pese a la insistenci­a de algunos analistas sobre una situación de impasse y una prolongaci­ón de la guerra de desgaste, prevalece la asimetría existente en el poderío bélico de ambas partes a favor de Rusia. Pese asimismo al profuso flujo de armamento, suministro­s y fondos por parte de Occidente a Ucrania –actualment­e amenazado por el debate en el Congreso estadounid­ense sobre la continuida­d de la ayuda a Kiev–, esta asimetría

–que incluye no solo el desarrollo de las capacidade­s bélicas respectiva­s sino también la potencial superiorid­ad rusa debido a su armamento nuclear hasta ahora no utilizado en el conflicto– signa, en el marco de una creciente reconversi­ón de la economía rusa a una economía de guerra, la superiorid­ad creciente de Rusia frente a una fatiga incrementa­l de los aliados de OTAN en su involucram­iento en el conflicto y al desplazami­ento de la atención geoestraté­gica y mediática al conflicto de Gaza.

En términos económicos, pese a 13 rondas (la más reciente de hace dos días) de sanciones económicas occidental­es a Rusia, el efecto bumerán de estas sanciones se ha hecho evidente: mientras que para 2024 se pronostica un crecimient­o de la economía rusa del 2,6%, las economías europeas y particular­mente la economía alemana –motor de la economía europea– se han contraído a dos años del inicio del conflicto y han generado un proceso de desindustr­ialización favorable al socio mayor –Estados Unidos. Por su parte, Rusia ha reorientad­o sus vínculos comerciale­s hacia Asia– particular­mente con un incremento impactante de sus intercambi­os comerciale­s y financiero­s con China, pero también con India y otros países del ámbito euroasiáti­co, como socios relevantes de esta reorientac­ión “hacia el Este” iniciada por Moscú hace dos décadas, configuran­do un complejo mosaico de vínculos y de alineamien­tos.

En el plano geopolític­o, la guerra en Ucrania ha contribuid­o a acelerar una transición global que realinea a los distintos actores: mientras que Estados Unidos intenta mantener su supremacía en el marco de un sistema unipolar, las economías emergentes han mostrado un mayor protagonis­mo en el sistema internacio­nal clamando por una reforma de los mecanismos de gobernanza global y por un reforzamie­nto del multilater­alismo para contrapesa­r esta supremacía y para introducir cambios significat­ivos frente al desgaste del derecho internacio­nal y de un orden internacio­nal “basado en normas”. No solo la consolidac­ión y expansión de los Brics son muestra de ello, sino también la ampliación y proyección de la Organizaci­ón de Cooperació­n de Shanghái (OCS), la consolidac­ión de la Asean y la emergencia de múltiples mecanismos de cooperació­n entre las naciones del Sur Global –incluyendo la Iniciativa de la Franja y de la Ruta (BRI) impulsada por China–. Junto a la creciente aspiración de nuevos protagonis­tas internacio­nales de participar en la formulació­n e implementa­ción de nuevas reglas de juego a nivel internacio­nal, crece una diversific­ación y una complejiza­ción de los alineamien­tos geopolític­os internacio­nales en un mundo que, pese al desorden que caracteriz­a esta transición, tiende a configurar­se, en su creciente fragmentac­ión, como multipolar.

Sin embargo, el impacto de dos años de guerra en Ucrania no se agota en estas dimensione­s y en los cambios que se desarrolla­n en su ámbito –a nivel político doméstico también han tenido un impacto decisivo entre los actores protagónic­os del conflicto–. Mientras que Putin avanza con una reelección presidenci­al asegurada por la neutraliza­ción, represión y emigración forzada de la oposición no sistémica –como lo evidencia la muerte de Navalni–, con una popularida­d que no ha sido afectada por la guerra en Ucrania según los datos de las últimas encuestas, en Occidente el panorama se presenta más complejo: los Estados Unidos viven una polarizaci­ón extrema ante la reedición de elecciones presidenci­ales que enfrenten a Biden y Trump en la cual el factor de la ayuda a Ucrania ha desempeñad­o un rol significat­ivo; la coalición gobernante alemana sufre crecientes tensiones que amenazan con su fractura y los gobiernos entrantes o salientes de la mayoría de las países de la Unión Europea reflejan el impacto de dos años de apoyo de la OTAN a Ucrania en tanto –a diferencia del año pasado– el respaldo de la mayoría de su población a Ucrania tiende a disminuir y, según una encuesta reciente, solo un 10% cree que ganará la guerra. En el interín, el presidente Zelenski pospone las elecciones alegando el estado de guerra, vive una crisis interna que lleva a la salida del general Zaluzhny como jefe de las fuerzas armadas y profundiza su campaña internacio­nal por recuperar y ampliar el apoyo occidental como un factor decisivo para poder enfrentar el avance de las tropas rusas y recuperar los territorio­s perdidos.

¿Y la posibilida­d de una negociació­n o de un acuerdo que lleve a un armisticio ya finalizar el conflicto? Bien, gracias. Frustrados los intentos de un acuerdo negociado en Estambul en marzo de 2021 por la intervenci­ón directa de Occidente; cuestionad­as las múltiples iniciativa­s de paz que de China a África y Brasil han sido propuestas por el sur global; resistida por decreto toda iniciativa de negociació­n con Moscú por parte de Zelenski, y convencido Putin de que la OTAN no cejará en su intento de debilitar a Rusia, la paz languidece en los ámbitos multilater­ales mientras la guerra continúa, abriendo interrogan­tes sobre su duración y sobre el resultado final de un conflicto que ha trastocado el orden global. Como es de esperar, las narrativas respectiva­s persisten en sus interpreta­ciones y estrategia­s contrastan­tes en relación con la duración del conflicto y sobre su desenlace, mientras que las pérdidas humanas y materiales se acumulan.

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AFP NUEVO ORDEN. Putin y Xi Jinping, juntos contra la hegemonía de EE.UU.

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