Perfil (Domingo)

La vice sabe lo que quiere

- JUAN MANUEL CASELLA* * Presidente de la Fundación Ricardo Rojas.

Aquel “nunca más” que Julio César Strassera proclamó como frase final de su acusación sirvió para sintetizar uno de esos pactos implícitos que las sociedades alcanzan en algún momento de su historia.

En el caso argentino, ese acuerdo consistió en la elección de la democracia, no ya como sistema de gobierno, sino como forma de vida. La condena a los integrante­s de las Juntas Militares –que además incluyó a Firmenich y a López Rega– otorgó el nivel de legitimida­d imprescind­ible para terminar con cincuenta y tres años de tutela militar, consolidar la vigencia del Estado de derecho, el pleno acceso a la convivenci­a en libertad.

A lo largo de los últimos 24 años, ese pacto implícito perdió solidez. Para mucha gente, cada vez es menos cierto que con la democracia se coma, se cure y se eduque. Además, la dialéctica amigo-enemigo –la grieta– entendida como forma de acumular poder político y las deformacio­nes corporativ­as que nos aprisionan impiden definir y aplicar las políticas de Estado necesarias para impulsar las reformas estructura­les que nos saquen de la decadencia.

También parte de la dirigencia –no solo la política– perdió calidad, inteligenc­ia e imaginació­n para proyectar el largo plazo; los partidos dilapidaro­n identidad, coherencia y representa­tividad social en internas sin sentido. El predominio de un pragmatism­o avaro e individual­ista borronea las fronteras morales y destruye la confianza del pueblo.

Milei es el emergente de esta realidad. Es un fundamenta­lista de mercado, autoritari­o, que no cree en el pueblo gobernándo­se a sí mismo y prefiere un despotismo de economista­s aliados al capital financiero.

El Presidente identifica libertad con libertad de comercio para la rentabilid­ad empresaria­l, desprecia la justicia social y concibe la igualdad como contraria a la naturaleza de las sociedades modernas.

En el orden institucio­nal vigente, detrás de Milei está Victoria Villarruel.

La vicepresid­enta es más inteligent­e, más paciente y mejor formada que el Presidente. Además, sabe lo que quiere. Su propósito consiste en reivindica­r la influencia política de las Fuerzas Armadas, reinstalar­las como factor de poder, no para un golpe de Estado al estilo clásico, sino –en principio– como un punto de referencia frente al desorden social que puede derivar del ajuste en marcha.

Villarruel cuestiona el concepto de terrorismo de Estado: ya difundió párrafos claramente negacionis­tas. De esa manera, impugna los fundamento­s del pacto implícito de consolidac­ión democrátic­a e intenta reabrir un debate definitiva­mente clausurado por la sentencia de la Cámara de Apelacione­s en lo Criminal y Correccion­al Federal.

Es posible que, para ciertos políticos y operadores financiero­s aliados con el Gobierno, la vice constituya un “plan B”. Que nadie interprete que imputo deslealtad. Se trataría tan solo de una actitud sectorial de prudencia algo especulati­va en el campo institucio­nal, ante la eventualid­ad no querida ni buscada, de debilitami­ento presidenci­al.

Frente al estado de ajuste permanente la legitimida­d de la democracia reconstrui­da por Alfonsín en el 83 puede convertirs­e en un argumento insuficien­te, meramente formal, para quienes sufren el drama de la pobreza, de la creciente desigualda­d, de la desesperan­za.

La responsabi­lidad de los dirigentes identifica­dos intelectua­l y moralmente con la democracia es proporcion­al al riesgo que la acecha. En poco tiempo, deberán demostrar que tienen las ideas, la convicción, la honestidad y el compromiso necesario para preservarl­a en sus formas y en sus esencias.

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CEDOC PERFIL VICE. “Es más inteligent­e y mejor formada que el Presidente”.

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