¿El mercado sigue soñando (y nosotros ya no)?
El pensamiento de izquierda, dueño y portavoz de las utopías del siglo XX, parece haber perdido la capacidad de soñar, arrinconado en posiciones defensivas o nostálgicas, mientras el capitalismo controla todo el planeta como nunca antes y atraviesa nuestras subjetividades. Y no solo eso: desde algunos de sus enclaves, sigue proyectando diversos tipos de utopías.
“Hoy es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo” es una frase que nos cansamos de ver en redes sociales, sea en su versión original o con las variaciones del caso. La pronunció Slavoj Žižek durante su discurso a los manifestantes de Occupy Wall Street en octubre de 2011 tomándola del primer capítulo de "Realismo capitalista", el exitoso ensayo de Mark Fisher de 2009, que a su vez la cita de Fredric Jameson, quien a su vez, en su libro "Arqueologías del futuro", de 2005, se la atribuye a un “alguien” indefinido. Paradójicamente, la frase que mejor describe la imposibilidad contemporánea de pensar un futuro distinto del presente viaja autoralmente hacia el pasado. Para encontrar el fin del futuro, nosotros también deberemos ir al pasado.
Vida y muerte de Utopía
“La utopía, lejos de estar en ningún lugar, ha estado siempre en algún lugar: en Esparta, en la cristiandad primitiva, en los monasterios, entre los pueblos indígenas del Nuevo Mundo”, dice el historiador Gregory Claeys. En efecto, el impulso utópico no es un ejercicio fantasioso sino una especulación realista que toma experiencias concretas como modelos para futuros realizables. Así, Platón respondió a la crisis de la polis ateniense con una idealización del campamento espartano; Tomás Moro, a la crisis del feudalismo con una idealización de la vida monástica. Durante el siglo xvi, mientras Europa conquistaba el mundo y el capital comenzaba a acumularse, escritores como Tommasso Campanella, Johann Valentin Andreas y Francis Bacon absorbieron el desarrollo científico de la época para concebir sociedades progresistas y visionarias, sin resignar por eso elementos de alquimia o teocracia.
Siguiendo ese impulso, cada capitalismo demostró capacidad para imaginarse distinto. El capitalismo 1.0, con sus pesares y sus posibilidades, inspiró a los llamados socialistas utópicos. Henri de Saint-simon, Charles Fourier, Étienne Cabet y Robert Owen fueron hombres de acción, involucrados políticamente en sus proyectos, decididos a domar el cambio tecnológico con ingeniería social. A Saint-simon le debemos la