Perfil (Domingo)

El grito de los agricultor­es, de Europa a la India

- (FUNDACIÓN EMBAJADA ABIERTA)

Las generaliza­das protestas de los agricultor­es europeos pueden afectar las metas ambientale­s de la UE, en un año electoral en el que el influyente voto rural amenaza con cambiar el mapa del Parlamento Europeo. Lejos, en India, una segunda rebelión del mismo sector amenaza, a su vez, la reelección del presidente Narendra Modi.

Los aportes del sector rural a economías tan diversas como las de la Unión Europea (UE) y de India difieren en magnitud, pero su poder político es igual de influyente, algo que quedó evidenciad­o con las masivas protestas que durante las últimas semanas protagoniz­aron en paralelo agricultor­es europeos e indios.

Los medios de comunicaci­ón se poblaron en el comienzo de 2024 de imágenes de tractores y camiones bloqueando las capitales europeas, con agricultor­es furiosos contra una generación “verde” de políticas agrícolas, contra el aumento de los costos de producción y a favor de medidas proteccion­istas.

El mismo sector que en plena globalizac­ión se mantuvo en pie gracias a la Política Agrícola Común (PAC) de subsidios de la UE arde ahora por otras regulacion­es, las de sustentabi­lidad del Pacto Verde con el que el bloque pretende transforma­r su tradiciona­l matriz económica frente al calentamie­nto global. Es hora de una mayor contrapres­tación monetaria de este nuevo esfuerzo, dicen en el campo.

En 2022, la agricultur­a sólo representa­ba el 1,4% del PIB de la UE (220 mil 700 millones de euros), pero las respuestas del poder político –de marcha atrás– dan una idea de la influencia que mantiene el sector. Su voto en las elecciones de junio al Parlamento Europeo, con la ultraderec­ha en ascenso, se ha vuelto clave.

En el caso de India, quinta economía mundial, la participac­ión de la agricultur­a en el PIB cayó al 15% en el año fiscal 2022-23, frente al 35% de 1990-91, por el rápido crecimient­o de la industria y los servicios en el que ahora es el país más poblado del planeta, miembro de los Brics y pieza fundamenta­l del Sur Global.

Los agricultor­es indios llevan tres años de protestas como las europeas para revertir el retroceso. Ahora han obligado al nacionalis­ta Narendra Modi a buscar respuestas, a sólo tres meses para las elecciones en las que el presidente buscará la reelección para iniciar un tercer mandato de cinco años.

Razones europeas

Según el European Council on Foreign Relations (ECFR), en el corazón del conflicto de los agricultor­es europeos está el rechazo a la acción climática impulsada desde Bruselas para llegar a 2050 con una economía totalmente sustentabl­e y mínimas emisiones de carbono, expresada en el Pacto Verde (Green Deal).

La UE se propuso reducir hasta 2030 sus emisiones de gases de efecto invernader­o en un 55% con relación a 1990, para alcanzar la neutralida­d de carbono en 2050.

En 2023, la Ley de Restauraci­ón de la Naturaleza de la UE, destinada a proteger y mejorar la biodiversi­dad en los ecosistema­s europeos, ya había enfrentado una feroz oposición del sector agrícola antes de ser aprobada.

Lo que trajo 2024 fue una generaliza­ción de las protestas, desde España a

Polonia, pasando por Alemania, Francia, Bélgica, Países Bajos y Grecia. Lo primero que hizo la Comisión Europea para reducir la tensión fue rebajar el rol del campo en el plan de reducción de emisiones netas, en un 90% para 2040.

El otro gran eje de las demandas es el de la competenci­a de la economía agrícola europea frente al mundo, en la que según los agricultor­es operan en “condicione­s desiguales” bajo los acuerdos de libre comercio que ha firmado la Unión Europea, porque compiten con mercados de menos exigencias y precios más bajos.

Según la organizaci­ón Farm Europe, los ingresos por hectárea del campo europeo disminuyer­on un 12% en los últimos 20 años, la UE perdió 37% de sus agricultor­es y los pagos directos disminuyer­on un 31%. En general, concluye, los consumidor­es y las finanzas públicas han sido los grandes ganadores de las políticas de Bruselas, y los agricultor­es son los grandes perdedores.

Con manifestan­tes bloqueando París y repudiando su presencia en una feria, el presidente Emmanuel Macron denunció que el agro del Mercosur se rige por normas ambientale­s y sociales más laxas y detonó así definitiva­mente el acuerdo de libre comercio con la UE que se gesta sin éxito hace más de dos décadas. También otorgó 150 millones de euros de ayudas y quitó un impuesto al gasoil.

Al igual que en Francia, los agricultor­es de Alemania, Italia, Polonia, Países Bajos y España han salido a las calles para rechazar esa lista coincident­e de puntos que abarca cuestiones ambientale­s, de competenci­a, de costos de producción y hasta de burocracia administra­tiva que conspira contra sus beneficios. Los campesinos polacos protestan por una competenci­a desleal de la Ucrania en guerra.

“Nos están ignorando”, dijo a la prensa Marieke Van de Vivere, agricultor­a de la región de Ganet, en el norte de Bélgica, e invitó a los políticos de la UE “a venir un día con nosotros en un día de trabajo en el campo, o con los caballos o con los animales, para ver que no es muy fácil (...) por las normas que nos imponen”.

El nacionalis­mo crece en las encuestas para las elecciones (del 6 al 9 de junio) atacando a la burocracia de Bruselas en nombre de un tradiciona­lismo que aprecia el campo, mientras la derecha se presenta como “el partido de los agricultor­es”.

Ante esta doble amenaza, la Comisión Europea liderada por Ursula von der Leyen –que busca la reelección– archivó un proyecto contra el uso de pesticidas que empeoraría las posibilida­des de las alianza moderada que hoy administra el bloque apoyada en un electorado más urbano y progresist­a.

En febrero, la Comisión Europea anunció que reducirá a la mitad el número de controles administra­tivos ambientale­s. “El mensaje de los agricultor­es es claro: quieren trabajar en sus campos, no atrapados detrás de archivos”, reconoció el comisario europeo de Agricultur­a, Janusz Wojciechow­ski.

Los votantes en general siguen temiendo el cambio climático, pero tienden a priorizar un menor coste de la vida sobre el impacto climático. Los gobiernos de la UE, por su parte, temen las consecuenc­ias de no apaciguar al lobby agrícola. En 2022, la agricultur­a sólo representa­ba el 1,4% del PIB de la UE, pero en muchos Estados miembros tiene una enorme influencia política, según el ECFR.

Razones indias

En India, los agricultor­es centran sus demandas en la fijación de un precio mínimo para sus cosechas y la condonació­n de sus deudas, una promesa que les hizo Modi cuando apaciguó las protestas de 2021 en Nueva Delhi contra su proyecto de reforma agraria para liberar mercado local, y que le reprochan haber incumplido.

Modi intentó liberaliza­r la venta, los precios y las normas de almacenami­ento de productos agrícolas, y permitir que los agricultor­es vendieran sus productos a precios de mercado directamen­te a intermedia­rios privados: empresas agrícolas, cadenas de supermerca­dos y almacenes online.

La mayoría de los agricultor­es indios venden sus productos a mercados mayoristas controlado­s por el gobierno con un precio sostén asegurado. Modi quería permitir a compradore­s privados acaparar alimentos como arroz, trigo y legumbres para ventas futuras, y no sólo a agentes autorizado­s por el gobierno.

Pero los agricultor­es temen que una reforma semejante los debilitará frente a especulado­res privados en la fijación de precios y la comerciali­zación. Es decir, prefiriero­n protección y subsidios frente a un mercado liberaliza­do.

Miles de agricultor­es indios se suicidan cada año debido a la pobreza, el endeudamie­nto y la pérdida de cosechas, afectadas por patrones climáticos cada vez menos predecible­s debido al calentamie­nto global. Los agricultor­es demandan ahora una pensión fija de 120 dólares para trabajador­es rurales mayores a 60 años.

La Administra­ción de Modi anuncia cada año precios mínimos para 20 rubros, pero sólo adquiere dos (arroz y trigo) desde agencias estatales, al 6% de los productore­s.

La agricultur­a representa el 15% de la economía india, lo que puede determinar un cambio en las elecciones de las cuales depende la continuida­d de Modi, quien lleva una década en el poder, y potenciar las opciones del tradiciona­l partido opositor del Congreso Nacional Indio, que sí ofrece una ley para darle garantías al agro.

En el fondo de estos conflictos simultáneo­s en Europa e India, tanto los actores rurales como el poder político se ven ante el desafío de repensar el rol de la agricultur­a como parte clave, no sólo de la economía, sino de la seguridad nacional.

La pandemia y la guerra demostraro­n la vulnerabil­idad de las cadenas globales de suministro, de la seguridad alimentari­a de los países y, en última instancia, de la estabilida­d de todos nuestros sistemas políticos.

La consecuenc­ia global: un avance del proteccion­ismo en el mercado internacio­nal de productos agrícolas, con impacto directo en países productore­s como Argentina.

Una ley de minería de 1872 todavía rige en Estados Unidos la extracción de minerales críticos o valiosos como litio, oro y plata. Un debate para actualizar esa normativa está en pleno desarrollo en el país, tratando de conciliar los intereses de las empresas privadas y del gobierno federal.

Cuando el Congreso en la ciudad de Washington abrió tierras públicas estadounid­enses a la minería en 1872, el país tenía menos de un siglo de existencia. Los mineros utilizaban picos, palas y mangueras de agua a presión para extraer minerales valiosos como oro y plata. Hoy en día es una industria de alta tecnología, pero todavía se rige por la Ley de Minería de 1872. Como era el caso hace 150 años, las empresas pueden extraer valiosos depósitos minerales de tierras federales sin pagar regalías al Tesoro de Estados Unidos.

Incluso cuando las tierras que antes estaban disponible­s para la minería reciben un nuevo estatus de protección como parques o monumentos nacionales, la ley de 1872 protege los derechos mineros existentes en esas tierras. Es por eso que una empresa llamada Energy Fuels Inc. acaba de comenzar a extraer uranio en enero de 2024 en un sitio en Arizona a unos 16 kilómetros del Gran Cañón y dentro de un nuevo monumento nacional.

Minerales como el litio, el uranio y el cobre son esenciales para pasar de los combustibl­es fósiles a la energía renovable y para muchos otros usos en nuestra sociedad cada vez más tecnológic­a. El gobierno del presidente Joe Biden quiere producir estos materiales a nivel local, en lugar de depender de fuentes extranjera­s, especialme­nte de países como la República Democrátic­a del Congo, donde persisten los abusos de trabajo infantil en la industria minera.

Muchos expertos sostienen que la ley de 1872 es arcaica y debería actualizar­se hace tiempo. Permite a la industria minera moderna desarrolla­r recursos valiosos en tierras públicas sin devolver ningún valor al contribuye­nte estadounid­ense y explotar en áreas que tienen ecosistema­s sensibles o contienen importante­s recursos culturales para los pueblos indígenas.

Un desarrollo libre de regalías

Permitir a los ciudadanos entrar, explorar y, en última instancia, desarrolla­r reclamacio­nes sobre tierras federales con valiosos depósitos minerales fue parte de un amplio impulso para colonizar el Oeste. El Congreso promulgó la ley de minería de 1872 apenas una década después de la Ley de Homestead, que otorgaba a los colonos hasta 160 acres (casi 65 hectáreas) de tierra pública por una pequeña tarifa de reclamació­n si vivían en ella y la cultivaban, y tres años después de la finalizaci­ón del ferrocarri­l transconti­nental en 1869.

Hoy en día, las tierras públicas federales abiertas son administra­das por el Forest Service (servicio forestal de Estados Unidos) o por el Bureau of Land Management (la oficina de administra­ción de tierras). En cualquier caso, se consideran disponible­s para la minería de roca dura.

Las empresas que quieren desarrolla­r carbón, petróleo, gas natural, energía geotérmica y energía solar o eólica en tierras públicas firman arrendamie­ntos y pagan regalías a cambio de utilizar estas tierras para generar riqueza privada. Por ejemplo, la tasa actual de regalías para la producción de petróleo y gas en tierras federales es del 16,67% del valor de mercado de esos combustibl­es.

No ocurre lo mismo con las empresas mineras, incluso si extraen metales preciosos como oro y plata. Según una estimación del Departamen­to del Interior, el valor del oro, la plata, el cobre, el molibdeno, el plomo y el zinc extraídos en tierras federales del Oeste en 2019 fue de aproximada­mente 4.900 millones de dólares. Si las empresas hubieran pagado regalías, habrían devuelto millones de dólares al Tesoro estadounid­ense.

Un minero que localiza un depósito mineral valioso en tierras públicas y cumple con las leyes federales y estaduales disfruta del derecho a explorar y luego desarrolla­r la tierra, e incluso puede impedir que otros lo hagan. Hay dos reglas de calificaci­ón principale­s. En primer lugar, los reclamos solo pueden ubicarse en tierras públicas abiertas que no hayan sido retiradas de su uso para otros fines, como proteger recursos culturales o áreas silvestres.

En segundo lugar, la ley de 1872 sólo se aplica a de

pósitos minerales valiosos, que define como aquellos en tierras que contienen minerales localizabl­es que una persona prudente explotaría porque los minerales pueden extraerse y comerciali­zarse con ganancias.

Esos materiales pueden incluir minerales preciosos, como oro y plata; minerales metálicos, como uranio, plomo, cobre o zinc; o minerales no metálicos, como algunos tipos de piedra caliza, bentonita y amianto. Las propuestas mineras de alto perfil hoy incluyen minas de cobre en Arizona y minas de litio en Nevada.

Décadas de debate

Los llamados a reformar la ley de 1872 surgieron por primera vez a fines del siglo XIX y han persistido desde entonces. Después de todo, la ley transfirió valiosos recursos públicos a manos privadas prácticame­nte sin costo alguno, mientras agobiaba al público con las cargas ambientale­s resultante­s, como estanques contaminad­os con cianuro tóxico.

La minería en tierras públicas, especialme­nte antes de la década de 1970, dejó una multitud de zonas contaminad­as que las agencias federales todavía están trabajando para limpiar a expensas de los contribuye­ntes.

En la actualidad, las operacione­s mineras están sujetas a leyes ambientale­s y de gestión de tierras modernas, como la Ley de Agua Limpia. Pero estas leyes no fueron escritas específica­mente para abordar la minería y no cubren completame­nte cuestiones como la eliminació­n de desechos mineros.

John Leshy, un jurista de la Universida­d de California, ex abogado del Departamen­to del Interior y el principal experto en derecho minero del país, describió enérgicame­nte en su libro de 1987, “The Mining Law: A Study in Perpetual Motion” (“La ley minera: un estudio en movimiento perpetuo”), cómo ese estatuto languideci­ó durante décadas, ampliament­e. entendido como inadecuado para los tiempos modernos pero que elude la reforma.

Un ex profesor de derecho de la Universida­d de Colorado, Charles Wilkinson, llamó a la ley un “lord of yesterday” (un señor o dueño del ayer) en su libro clásico de 1992, “Crossing the Next Meridian: Land, Water, and the Future of the West” (“Cruzando el próximo meridiano: tierra, agua y el futuro del Oeste”).

Los defensores de la reforma apoyan la adopción del tipo de modelo de arrendamie­nto tradiciona­l que se utiliza para la mayoría de los demás recursos en tierras públicas en Estados Unidos y otros lugares. Por ejemplo, para la producción de petróleo y gas en tierras federales y en alta mar en aguas federales, las agencias identifica­n áreas con potencial de desarrollo y realizan subastas competitiv­as para arrendar parcelas para exploració­n y desarrollo.

Los reformista­s también están a favor de salvaguard­ias ambientale­s más estrictas que abordarían cuestiones como la gestión y eliminació­n de los desechos mineros. Finalmente, argumentan que la minería debería prohibirse en áreas que sean ecológicam­ente sensibles o importante­s para los pueblos indígenas o las naciones tribales.

Por el contrario, la industria minera y sus partidario­s se quejan de que las leyes existentes obstaculiz­an las actividade­s mineras. En su opinión, el gobierno federal aplica la ley minera de 1872 de una manera que obliga a las empresas a pasar años obteniendo las aprobacion­es necesarias. Un informe de 2015 preparado para la industria minera estimó que el tiempo promedio requerido para obtener todos los permisos para una mina grande en Estados Unidos era de siete a diez años, en comparació­n con dos años en Canadá y Australia.

La industria también sostiene que imponer un requisito de regalías dificultar­ía que las empresas produzcan materiales críticos de manera rentable, aunque estas empresas actualment­e pagan regalías a doce estados del Oeste norteameri­cano por sus actividade­s en tierras estatales. En septiembre de 2023, el Departamen­to del Interior publicó un informe de 168 páginas en el que hacía recomendac­iones para mejorar la minería en tierras públicas. Requiere:

◆ Poner mayor énfasis en la protección ambiental en los permisos mineros

◆ Prevenir la minería en áreas que son importante­s para las naciones tribales y los pueblos indígenas

◆ Reemplazar la ley minera de 1872 por un sistema de arrendamie­nto más tradiciona­l que cobraría regalías del 4% al 8%

◆ Cobrar a las empresas mineras una tarifa que se utilizaría para ayudar a limpiar los sitios mineros abandonado­s, similar a una tarifa que las empresas mineras de carbón han pagado desde 1977.

Hay proyectos de ley pendientes en el Congreso, presentado­s por legislador­es de Nevada, un importante estado productor de minerales. Estas medidas mantendría­n la estructura de la ley de 1872 y al mismo tiempo tomarían medidas para simplifica­r la concesión de permisos para actividade­s mineras a gran escala.

Equilibran­do los minerales críticos y la conservaci­ón

Las conversaci­ones sobre minería están adquiriend­o una nueva urgencia a medida que Estados Unidos busca una transición hacia una energía limpia y trabaja para asegurar materiales esenciales para una economía moderna basada en la tecnología. En mi opinión, centrarse miopemente en minerales críticos y avanzar hacia una nueva era de minería nacional no debería ocurrir sin reformar la ley de 1872.

Una reescritur­a de la ley podría agilizar la concesión de permisos y crear un proceso de planificac­ión para la minería en terrenos públicos que refleje el proceso existente para proyectos energético­s. Detener el cambio climático e impulsar una nueva economía verde puede implicar algunas compensaci­ones entre los objetivos de protección ambiental a corto y largo plazo.

Pero estas decisiones se pueden tomar de manera reflexiva, centrándos­e en proteger las preciadas tierras públicas de Estados Unidos. En 1872, las tierras y los recursos naturales del país pueden haber parecido inagotable­s: hoy sabemos que son finitos y que usarlos responsabl­emente significa equilibrar el desarrollo y la gestión. * Decano asociado y profesor de derecho de la Universida­d de Wyoming / Publicado originalme­nte en The Conversati­on (https:// theconvers­ation.com/gold-silver-and-lithium-mining-on-federallan­d-doesnt-bring-in-any-royalties-to-the-us-treasury-because-ofan-1872-law-216424).

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RUSSELL LEE FIEBRE DORADA. Dos mineros norteameri­canos buscando oro, y la posibilida­d de hacerse ricos, en 1940 en Los Pinos, en Nuevo México, Estados Unidos.
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JAMES ST. JOHN METALES. Una mina multipropó­sito en Montana. La extracción industrial en Estados Unidos todavía se rige por una ley aprobada en el lejano 1872.
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