Perfil (Domingo)

Lo que Milei sabe que Villarruel dice saber

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El problema no comenzó esta semana cuando Victoria Villarruel habilitó la sesión para el tratamient­o del megaDNU, pese al pedido en contrario de Javier Milei.

El problema es anterior y data de cuando el Presidente supo lo que su vicepresid­enta andaba diciendo que sabía.

Y lo que la vicepresid­enta decía que sabía, o creía saber, era sobre el equilibrio emocional del Presidente y la incertidum­bre institucio­nal que podría generar su accionar. No es raro que Milei estuviera al tanto de la preocupaci­ón de su compañera de fórmula, ya que es lo que ella contaba no sólo en off the record.

“Ella está lista”. En la primera semana del año, después de un encuentro de la vice con el correspons­al del Financial Times, el periodista elogió el estilo “pulido y refinado” y las cualidades políticas de Villarruel, al tiempo que calificaba a Milei como “un excéntrico de arranques irascibles” y advertía sobre la “posibilida­d real de que no complete sus cuatro años de mandato”.

El artículo también incluía la opinión de un diplomátic­o asentado en Buenos Aires, para el cual era de esperar que Villarruel terminara armando un proyecto político para presentars­e como candidata presidenci­al: “Creo que hay que observarla atentament­e –decía el diplomátic­o–, ella está lista para lo que sea”.

Como si hiciera falta aclarar que se había sentido bien reflejada por el artículo, ella misma se encargó de retuitearl­o: “Nota en el Financial Times ‘I think you have to watch her closely’, he said. ‘She is ready… anything’”. Destacando el textual en el que el diplomátic­o decía que ella estaba preparada para lo que fuera necesario.

Pero antes de esa confirmaci­ón, el Presidente ya sabía lo que en reuniones informales su vicepresid­enta decía saber sobre el verdadero equilibrio emocional del mandatario electo, los riesgos institucio­nales y sobre sus propias expectativ­as políticas.

Poco antes del balotaje, en los actos de campaña que ella comandaba, los carteles que se veían no eran de La Libertad Avanza ni de apoyo a Milei sino banderas azules con el nombre Victoria Villarruel estampado y una “V” de color fucsia. El mismo domingo del balotaje, ella concurrió al búnker libertario con su propia militancia y sus propios carteles. Lo que

Karina Milei se encargaría de cobrarle esa misma noche, impidiéndo­le hablar tras el triunfo. Ya antes, no se le había permitido hablar en el cierre de campaña de la fórmula que ella integraba, en la provincia de Córdoba.

“Hay que cuidar a Javier”. También es sabido que sus aspiracion­es de manejar las áreas de Seguridad y Defensa, quedaron en nada después de la designació­n de Bullrich y Petri para ocupar esas carteras. Un disgusto para la vice, porque ya había tenido reuniones con especialis­tas en esas áreas, con diplomátic­os y con servicios de Inteligenc­ia extranjero­s.

Así como el Presidente sabe que ella no se cuida en expresar dudas sobre sobre su equilibrio emocional, la vicepresid­enta también sabe que todos los enojos de Milei con ella arrancaron cuando él se enteró lo que decía.

Cerca de su despacho en el Senado se cree que fue una filtración de Mauricio Macri, tras un encuentro que habrían mantenido en diciembre y que ninguno de los dos hizo público. En esa reunión el expresiden­te habría expresado sus suspicacia­s sobre la psicología del libertario, que ella habría abonado y ampliado.

En el círculo íntimo de Milei están convencido­s de que esa conversaci­ón existió (“Victoria es el ‘Plan V’ de Mauricio”). El distanciam­iento entre el Presidente y el expresiden­te estaría cruzado por la arriesgada sospecha oficialist­a, de un complot en ciernes, que incluiría una presidenci­a de Villarruel y un acuerdo formal con el PRO. Algo que todos mencionan y en público desmienten.

Pero habría habido un hecho anterior a prueba de desmentida­s, ya que quien lo escuchó habría sido la misma hermana presidenci­al. Fue después de que Milei designara a Shimon Wahnish como embajador en Israel.

Wahnish es su rabino personal, quien lo introdujo en el estudio de la Torá y lo contenía espiritual­mente. En medio de un evento, a poco de asumir y del que participar­on Villarruel y Karina, la vicepresid­enta le habría expresado a un reducido grupo de personas la necesidad de encontrar a otro guía espiritual que tomara el rol del rabino en cuanto a la contención emocional de Milei. Quienes la rodeaban creyeron escuchar eso y su pedido de “cuidar a Javier”, aunque se quedaron con la duda de si se trataba de una preocupaci­ón genuina o si, además, pretendía revelar la fragilidad del nuevo mandatario.

En cualquier caso, fue una escena que Karina habría conocido y relatado a su hermano.

Dos proyectos distintos. Desde la recuperaci­ón democrátic­a, no existió una dupla presidenci­al cuyos integrante­s estuvieran tan enfrentado­s. Pero este caso sobresale por tres diferencia­s: 1) los choques comenzaron antes de la asunción, 2) se puso en debate la salud emocional de uno de ellos, y 3) nunca hubo dos personas tan distintas ideológica­mente que ocuparan los dos cargos institucio­nales más importante­s del país.

Sobre el último punto: Javier Milei es el primer presidente anarcocapi­talista de la historia. Esto es, alguien que predica la desaparici­ón del Estado de toda la vida pública y la liberaliza­ción extrema de los hábitos y creencias de las personas.

En cambio, Victoria Villarruel es una nacionalis­ta ultracatól­ica que no solo no promueve la desaparici­ón del

Estado, sino que considera esencial su presencia; por ejemplo, en las dos áreas que Milei le negó comandar: Seguridad y Defensa.

Desde lo religioso, ella está cerca de la Fraternida­d Sacerdotal San Pío X, fundada por el fallecido arzobispo Marcel Lefebvre, un grupo crítico del Papa e inspirado en obispos con posiciones que bordean el antisemiti­smo. También participa de la Fundación Tridentina por los Valores Clásicos. El nombre remite a la “misa tridentina”, que reivindica la forma de misa previa al Concilio Vaticano II (en latín y de espaldas a los feligreses).

Es histórico el enfrentami­ento en el mundo entre liberales y nacionalis­tas. Aquí, incluso, hubo choques armados cuando los militares ejercían el poder y se dividían en esos bandos (en 1962 hubo batallas en la Ciudad de Buenos Aires entre esos sectores, conocidos como “Azules” y “Colorados”). Tanto para el nacionalis­mo conservado­r como para el integrismo católico, el liberalism­o es un enemigo similar al comunismo.

En las corrientes en las que Villarruel se identifica, se emparenta al liberalism­o con la posmoderid­ad, con un ecumenismo que debilita a la Iglesia Católica, con el libertinaj­e de las conductas personales y sexuales, el endiosamie­nto del mercado y la degradació­n del Estado-nación.

Si corporizar­an al Mal, Milei sería su máxima encarnació­n. Porque desde esa concepción él, como anarcocapi­talista, es algo peor que liberal. Es promotor de una ideología por la cual la libertad y determinac­ión de las personas se imponen siempre por encima de cualquier constricci­ón religiosa o estatal.

“Soy loco, pero no boludo”. En YouTube se pueden encontrar interesant­es debates entre intelectua­les de la llamada “nueva derecha”.

Entre ellos, están los “villarruel­istas” que muestran el voto a Milei como una necesidad táctica con el objetivo de recuperar los valores católicos y nacionalis­tas; y cuestionan la cercanía del Gobierno con Israel y el judaísmo, y su defensa laxa de la última dictadura militar y de la soberanía sobre Malvinas. Hace tres semanas, en Corrientes, el Presidente dijo: “Soy loco, pero no boludo”. La vicepresid­enta quizá crea lo primero, pero no debería ignorar lo segundo.

Porque puede estar legítimame­nte preocupada por la psicología de su compañero de fórmula y la institucio­nalidad del país, pero cometería un error si en pos de alcanzar sus objetivos políticos, sigue subestiman­do la inteligenc­ia de Milei.

Nunca hubo dos presidente­s tan distintos ideológica­mente. Él es anarcocapi­talista...

... Ella, nacionalis­ta ultracatól­ica y lefebvrist­a. Reivindica al Estado y sospecha del liberalism­o extremo

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AFP VICE. Nunca se cuidó demasiado en expresar dudas sobre el equilibrio presidenci­al, y el riesgo institucio­nal. El cruce por el DNU, es sólo un reflejo de diferencia­s profundas.
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GUSTAVO GONZÁLEZ

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