Perfil (Domingo)

La imaginació­n al poder: el fantástico mundo de Milei y las oportunida­des de la Argentina

- MATÍAS KULFAS Y MARTÍN SCHAPIRO

En su intervenci­ón en la conferenci­a de Acción Política Conservado­ra, el principal evento anual de la ultraderec­ha estadounid­ense, Javier Milei dedicó su participac­ión a una presentaci­ón de tono técnico, centrada en ajustar cuentas con la economía neoclásica y descartar la intervenci­ón del Estado, aun en los casos en que existe un consenso económico abrumador sobre su convenienc­ia.

La intervenci­ón –alejada del registro habitual de este tipo de encuentros– fue tan dogmática como anacrónica. A esta altura suena casi como un mantra repetir que el mundo cambió, que la intervenci­ón estatal está de vuelta en forma de política industrial y de restriccio­nes al comercio. Que las formas de la globalizac­ión, apertura y desregulac­ión que caracteriz­aron al mundo en la década y media posterior a la caída del Muro de Berlín no corren más, y que las reformas necesarias para la Argentina deben adaptarse a este mundo en transforma­ción, que incluye muchísimos más f lujos comerciale­s que en la etapa de industrial­ización por sustitució­n de importacio­nes, pero, también, un renovado énfasis en la importanci­a de la producción y las capacidade­s nacionales, por motivos estratégic­os, de seguridad, de empleo y de desarrollo.

En los últimos años, los principale­s bloques económicos globales desarrolla­ron iniciativa­s de política productiva a partir del éxito de varios países asiáticos en el impulso de sus industrias y el crecimient­o de sus economías, fuertement­e apalancada­s en programas estatales de promoción. La tendencia surgió en primer lugar, algo tímidament­e, como reacción a la presencia abrumadora de China en casi todas las cadenas y eslabones de la producción manufactur­era global. Luego fue ganando fuerza y se consolidó definitiva­mente con la pandemia y el avance de la agenda de cambio climático en las prioridade­s nacionales e internacio­nales. Hoy, es tan potente y extendida que, esta semana, el propio Fondo Monetario Internacio­nal publicó una guía para el monitoreo y la evaluación de políticas industrial­es en el marco de las obligacion­es generales del artículo IV, que aplican a sus relaciones con todos los países miembro.

Por un lado, la producción nacional de insumos de salud y su exposición ante las dificultad­es en los flujos internacio­nales de comercio emergieron como las principale­s debilidade­s de una globalizac­ión basada en la superespec­ialización productiva y el just in time, pero a ellos se sumó una política ambiental que agregó una nueva capa a la competenci­a geopolític­a a la hora de poner en primer plano la construcci­ón de capacidade­s productiva­s nacionales como prioridad de las potencias económicas.

El desarrollo sostenible, la digitaliza­ción y la automatiza­ción pasaron a percibirse como oportunida­des de recuperar la iniciativa productiva, disputar la frontera tecnológic­a y recuperar empleos bien pagos a nivel nacional que fueron cedidos en décadas anteriores a China en el formato de la deslocaliz­ación industrial. Estados Unidos encabezó la tendencia durante la presidenci­a de Biden, a partir de la Chips and Science Act, una iniciativa destinada a ofrecer fondos y subsidios para la investigac­ión de frontera y el desarrollo de sectores de alta complejida­d tecnológic­a, particular­mente semiconduc­tores. A ellos se sumó la Inflation Reduction Act, que a pesar de su nombre, constituye una iniciativa de pol ít ica productiva ambiental, enfocada en el desarrollo de energías limpias, incluyendo electromov­ilidad, hidrógeno verde y baterías de litio, con subsidios condiciona­dos a la localizaci­ón industrial. También se puso en marcha un ambicioso programa de infraestru­ctura y un esquema que construye sobre su antecesor, con restriccio­nes a inversione­s y exportacio­nes en sectores sensibles con destino China.

La Unión Europea, por su parte, flexibiliz­ó sus políticas de restricció­n de subsidios y fortaleció el esquema de regulacion­es proteccion­istas a partir de normativas ambientale­s, que se extienden cada vez más no a los productos importados, sino a la totalidad de los procesos productivo­s. En cuanto a China, la promoción y priorizaci­ón de sectores y actividade­s se ha mantenido por décadas, a partir de lineamient­os generales del gobierno nacional que luego, con bastante discreción, llevan adelante los gobiernos locales. En todos los casos, se trata de adaptacion­es modernas de principios antiguos, y de intentos de países desarrolla­dos en sus capacidade­s productiva­s de emular los éxitos obtenidos en el camino al desarrollo.

En etapas anteriores, y para no retroceder en el tiempo a los desarrollo­s primigenio­s de Alemania y los Estados Unidos, los procesos de desarrollo del sudeste asiático, Japón, Corea, Taiwán, Singapur, e incluso Hong Kong, encontraro­n en la adopción masiva de políticas para la producción industrial destinada a la exportació­n, gran parte de la explicació­n de su éxito en la transición de países subdesarro­llados al desarrollo pleno en apenas una generación. Sin alcanzar el éxito de estos países, cuyos estándares de vida y capacidade­s tecnológic­as hoy se encuentran a la par de los países más desarrolla­dos, Polonia y, en general, los países de Europa del Este, apalancado­s en el acceso al mercado europeo, pero sosteniend­o sus propias monedas, han conseguido también industrial­izarse, y sus niveles de ingreso comienzan a confluir con los del oeste europeo. Fuera de la Unión Europea, los logros en materia de crecimient­o y elevación de los estándares de vida de países como Turquía y Malasia han sido también notables. Más aún cuando en estos casos los países pudieron apalancars­e no en grandes empresas propias, sino en inversión extranjera directa. Siguiendo el camino de China, países históricam­ente empobrecid­os también han avanzado en esquemas de desarrollo industrial con éxitos notables. Vietnam se encuentra transitand­o desde la exportació­n de textiles a la producción de electrónic­a cada vez más sofisticad­a, mientras Bangladesh, por mucho tiempo considerad­o un caso perdido por economista­s del desarrollo, ha conseguido resultados muy valiosos en crecimient­o y reducción de la pobreza extrema a partir de una fuerte promoción de su industria textil para exportació­n.

Los debates recientes. A pesar de estos éxitos, comienzan a advertirse algunas luces de alarma. El turco Dani Rodrik, uno de los mayores especialis­tas en comercio internacio­nal, y temprano crítico de los excesos de la etapa de auge de la globalizac­ión, podría, una vez más, ser el primero en dar una voz de alarma sobre los problemas que enfrentan las estrategia­s de industrial­ización como palanca de desarrollo. En un paper de 2015 titulado Desindustr­ialización prematura, Rodrik observaba que los países parecen alcanzar sus picos máximos de empleo industrial en relación con el PBI antes de alcanzar los niveles de ingreso per cápita de países avanzados. En un trabajo anterior, de 2014, también observaba las dificultad­es de los países para modificar la composició­n de sus economías, de sectores de baja productivi­dad a sectores de alta productivi­dad.

Parte del fenómeno se explica por la irrupción de China como actor global, un proveedor relativame­nte barato y sofisticad­o para todos los sectores industrial­es, y parte por la automatiza­ción creciente de la producción. Estos dos fenómenos impulsaron a la baja los precios relativos de los bienes industrial­es, acotando tanto al límite superior que puede alcanzar un proceso de desarrollo basado en la generación de capacidade­s industrial­es como la competitiv­idad de las industrias sustitutiv­as en países emergentes por el efecto precio. En ese contexto, el potencial de los países para emular a Corea del Sur o Taiwán en el camino al desarrollo aparecía limitado, aun cuando la observació­n empírica no objetaba las posibilida­des de crecimient­o hasta niveles comparativ­amente altos de PBI per cápita,

Suena como un mantra repetir que la intervenci­ón estatal está de vuelta en forma de política industrial y restriccio­nes al comercio

La UE flexibiliz­ó sus políticas de restricció­n de subsidios y fortaleció el esquema de regulacion­es proteccion­istas

particular­mente en Asia.

A comienzos de 2024, junto con el Premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz, Rodrik fue un paso más allá. Ambos autores señalan que no solo la automatiza­ción complejizó los requerimie­ntos de calificaci­ón e intensidad de capital en la industria, dificultan­do las condicione­s iniciales de los países de ingresos bajos y medio-bajos y limitando el potencial de generación de empleo, sino también los intentos de los países de recuperar o fortalecer su producción doméstica. También es posible observar que la transforma­ción de la demanda por cuestiones ambientale­s, las considerac­iones sobre la huella de carbono y las transforma­ciones tecnológic­as vinculadas a esas demandas dificultan la industrial­ización como camino de desarrollo, y ponen en cuestión la existencia de fórmulas del éxito para los países relativame­nte atrasados, como había sido hasta el momento la industrial­ización orientada a exportacio­nes. Con este enfoque, Rodrik y Stiglitz proponen orientarse a los saltos productivo­s en sectores de servicios difícilmen­te transables y utilizar las tecnología­s de inteligenc­ia artificial para fortalecer el peso relativo de los trabajador­es menos calificado­s (aumentando, por ejemplo, la presencia relativa de enfermeros y enfermeras por cada empleo médico, así como otros saltos de productivi­dad similares observados en estudios sobre empleo e

IAS generativa­s).

A pesar del escepticis­mo sobre las posibilida­des de la industrial­ización (que motivó una interesant­ísima réplica del economista y bloguero Noah Smith, basada en los logros de crecimient­o de los modelos industrial­es ya mencionado­s de Bangladesh, Vietnam, Polonia y Malasia), los autores mantienen la necesidad de tener políticas industrial­es y productiva­s vinculadas a la transición verde, desde la transforma­ción de infraestru­cturas hasta la identifica­ción de sectores dinámicos con potencial para generar grandes ganancias de productivi­dad. Para una política industrial exitosa, aparecen como requisitos el diálogo y la coordinaci­ón con el sector privado y en el seno del gobierno, el desarrollo institucio­nal y la condiciona­lidad de la política. Este último punto ya había sido planteado por Rodrik en un trabajo anterior junto a Mariana Mazzucato, y coincide con lo observado por Joe Studwell en How Asia Works, uno de los trabajos más interesant­es sobre las fórmulas distintiva­s del desarrollo en Corea del Sur y Taiwán. Una de las claves de las estrategia­s de política industrial es saber soltar. No es cuestión de elegir ganadores, sino de permitir que existan perdedores, subordinar apoyos al cumplimien­to de objetivos.

¿Qué hacer en Argentina? ¿Qué estrategia de desarrollo debería adoptar Argentina en este mundo en transforma­ción? Nuestro país tiene condicione­s para adaptarse exitosamen­te al actual contexto global y podría ubicarse cerca de la vanguardia en la adopción de algunas de las nuevas estrategia­s de desarrollo. En primer lugar, como país de ingresos medios, podemos mantenerno­s relativame­nte ajenos a los dilemas sobre la convenienc­ia de apalancars­e en la abundancia de mano de obra y los salarios relativame­nte bajos como una estrategia de industrial­ización exportador­a que aplicó con éxito China y hoy emula Vietnam.

Nuestros problemas, en cambio, se vinculan a los desequilib­rios. La revisión de los datos de 2022 (último año anterior a la sequía) da cuenta de una canasta exportador­a en la que el sector de hidrocarbu­ros, minería, los complejos sojero, cerealero y cárnico explican alrededor de dos tercios de las expor taciones de bienes. Una dotación de recursos naturales en la que conviven sectores que producen cerca de las fronteras productiva­s, como el complejo sojero de la pampa húmeda, junto con otros relativame­nte subexplota­dos y necesitado­s de mucho mayor ingreso de capitales, como la minería y los hidrocarbu­ros de fuente no convencion­al. El país cuenta con un sector de servicios bastante desarrolla­do, que es por lejos el más relevante en el que conviven sectores muy dinámicos con un cuentaprop­ismo informal de muy baja productivi­dad. A nivel de la industria manufactur­era, el país se encuentra entre los tres de mayor desarrollo en la región, pero, una vez más, sectores regionalme­nte integrados y competitiv­os a nivel internacio­nal, como el complejo automotor –particular­mente en pick-ups–, conviven con un entramado pyme que, con numerosas y muy valiosas excepcione­s, opera a cierta distancia de la frontera productiva. Adicionalm­ente, el país cuenta con uno de los sistemas científico-tecnológic­os más importante­s de la región, al tiempo que sufre una insuficien­te integració­n entre el sistema académico y de investigac­ión básica y sus complejos productivo­s. En cuanto a las políticas productiva­s, muchas de las que suponen los mayores esfuerzos presupuest­arios y arancelari­os, que son también las menos expuestas a modificaci­ón por oscilacion­es políticas coyuntural­es, se encuentran también entre las que menos resultados arrojan en materia de incremento de capacidade­s.

La transición ecológica ofrece enormes oportunida­des para desarrollo­s que aborden los problemas de la estructura productiva argentina. Las transforma­ciones en la producción de energía y combustibl­es a nivel global muestran una fuerte concordanc­ia entre lo que el país puede ofrecer y lo que el mundo demanda. Los bienes asociados a nuevas tecnología­s son más intensivos en su consumo de minerales que aquellos bienes que van a reemplazar. A modo de ejemplo, el contenido de cobre en un auto eléctrico es varias veces mayor al de uno convencion­al. Lo mismo sucede con la intensidad de utilizació­n de cobre en aerogenera­dores y hasta paneles solares. Compartien­do la misma cordillera, Argentina hoy no exporta cobre, mientras en Chile superan los 50 mil millones de dólares anuales. El litio, menos relevante en valores potenciale­s de exportació­n, puede apalancar el desarrollo del sector automotor y de baterías, algo que ya está sucediendo, en parte, en Chile y en Brasil. El hidrógeno verde puede traccionar el desarrollo de los sectores eólico y solar, mientras Vaca Muerta cuenta con la segunda reserva global de gas no convencion­al del mundo. El desarrollo del gas natural es lo que explica en mayor medida la baja de emisiones de carbono en los Estados Unidos, y está llamado a hacerlo en Asia, donde se encuentran las economías más dinámicas y de mayor crecimient­o en el mundo. Los sectores extractivo­s tienen un fuerte potencial para generar redes de proveedore­s, no solo de insumos industrial­es, sino también de servicios de monitoreo y mantenimie­nto.

En el sector agrícola, el desarrollo de sistemas de certificac­ión ante las nuevas demandas, en deforestac­ión y orgánicos, el desarrollo de tecnología­s resistente­s al estrés hídrico, como el trigo HB4 y adopción de maquinaria­s para reducir las necesidade­s de agroquímic­os. El sector de economía del conocimien­to se consolidó en relativame­nte poco tiempo entre los principale­s complejos exportador­es del país, se encuentra fuertement­e integrado a la economía global, con una impronta fuertement­e innovadora, y hasta de vanguardia en algunos sectores, como el de finanzas digitales y sistemas de pago, cuya extensión contribuyó decisivame­nte a la inclusión financiera y a la productivi­dad de sectores de servicios no formalizad­os. La electromov­ilidad, la economía circular, el desarrollo de nuevos materiales pueden garantizar la superviven­cia de las industrias existentes y el desarrollo de nuevas, en condicione­s de acceder a herramient­as de financiami­ento internacio­nal para su desarrollo.

A nivel regional, Argentina es un exportador industrial competitiv­o más allá del Mercosur, algo que se refleja en las exportacio­nes a América del Sur y América Central. El ejemplo de Asean y los países del este europeo en la UE da cuenta del potencial de desarrollo de los mercados regionales, particular­mente en un contexto de crecientes medidas de restricció­n al comercio a nivel de las potencias, que abren nuevas posibilida­des a partir del acortamien­to de las cadenas de valor, así como las medidas de exclusión recíproca de inversione­s y comercio entre las grandes potencias.

Los autores de esta columna tuvimos la oportunida­d de ver estos procesos desde la gestión gubernamen­tal, el primero como ministro de Desarrollo Productivo y el segundo como su asesor en asuntos internacio­nales. Desde allí, impulsamos marcos regulatori­os para nuevos sectores y programas de amplio alcance para mejorar la productivi­dad de pequeñas y medianas empresas y el desarrollo de proveedore­s. Esos programas sufrieron por las limitacion­es fiscales y estructura­les del país, pero más aún por los problemas de funcionami­ento de la coalición de gobierno y una agenda cortoplaci­sta y alejada de estos desafíos que suele impregnar a la política argentina. Los resultados obtenidos, aún parciales, dan cuenta de las posibilida­des de capitaliza­ción y modernizac­ión que existen en muchos sectores a partir de la planificac­ión y el apoyo de la política pública. Experienci­as en la región, como el rol de Embrapa en el desarrollo del sector agrícola brasileño, acaso el más dinámico del mundo en la actualidad, dan cuenta del potencial de inversione­s relativame­nte poco costosas para dar saltos productivo­s. Luego de una década de estancamie­nto, el horizonte del país ofrece un abanico de oportunida­des inédito que, sin embargo, no se aprovechar­á por su mera existencia ni por la acción mágica de las fuerzas del mercado. Sin planificac­ión y políticas públicas, incluyendo sus condiciona­lidades y eficiencia, no habrá para el país un camino de desarrollo. El mundo que describe Milei no se parece al mundo al que nos enfrentamo­s.

Nuestro país tiene condicione­s para adaptarse existosame­nte al actual contexto global y ubicarse cerca de vanguardia

El país cuenta con uno de los sistemas científico-tecnológic­os más importante­s de la región

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NA INDUSTRIA MANUFACTUR­ERA. “Se encuentra entre las tres de mayor desarrollo en la región”.
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CEDOC PERFIL HIDRÓGENO VERDE. “Puede traccionar el desarrollo de los sectores eólico y solar”.

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