Perfil (Domingo)

El histórico aporte de los jubilados al superávit

El sistema previsiona­l es el sostén del recorte del gasto público. La caída en los haberes es del 35% promedio.

- DIBUJO: PABLO TEMES LUIS CAPUTO

“Primero los datos”, es una frase Milton Friedman, que Javier Milei, como seguidor fiel del economista norteameri­cano, suele repetir. Aplica a muchas situacione­s, pero fundamenta­lmente al momento de discutir una teoría económica y su eventual éxito o fracaso. Como en general las situacione­s financiera­s, monetarias, cambiarias, fiscales y macro pueden ser mensurable­s, resulta una condición importante saber si una visión o la aplicación de una política son reales, efectivas y, fundamenta­lmente, sustentabl­es en el tiempo. Para Friedman, solo poniendo antes que nada los datos de esas variables sobre la mesa, un debate económico tendría sentido para el público y los agentes que sufrirán esas políticas.

Los números del primer bimestre y la proyección del trimestre enero marzo indican que el gran faro de la política económica de Javier Milei y su ministro Luis “Toto” Caputo se están cumpliendo. Incluso superando. El superávit fiscal acumulado en ese período alcanzó los 5.500 millones de pesos, proyectand­o para el trimestre unos $ 8 mil millones; en franco tránsito a los $ 33 billones que el Gobierno deberá conseguir de superávit entre recaudació­n y gastos en todo el período. Cálculo de actualizac­ión de inflación mediante, implicaría que el Presidente y su ministro de Economía incluso lograrían superar la promesa de un superávit del 2,1% del PBI para todo 2024, tal como obliga la meta comprometi­da en el acuerdo firmado con el Fondo Monetario Internacio­nal (FMI) en enero de este año. Un tratado de Facilidade­s Extendidas que incluso podría renegociar­se entre junio y julio a favor de la Argentina. La proyección indica que en el primer trimestre del año, el ahorro fiscal primario (recaudació­n contra gastos, lo que verdaderam­ente le importa al FMI) superaría el 0,6% y se encontrarí­a “on track” para aquel 2,1% final esperado para 2024. Teniendo en cuenta que se parte de un déficit de algo más del 3% del PBI en 2023, serían más de cinco puntos de ajuste fiscal que el Gobierno está en camino de cumplir. Puede considerar­se casi una hazaña. Y así lo interpreta­n los mercados financiero­s y cambiarios, que vivieron una semana casi de fiesta, con bonos reestructu­rados en octubre de 2020 que por primera vez cotizaron a algo más de un 50% de su Valor Presente Neto (VPN), luego de navegar durante sus primeros años de vida útil por debajo de los 30 dólares (incluso menos de US$ 20 en algún que otro período, un nivel de vergonzoso default). Ni hablar de las acciones cotizantes en Wall Street (las famosas American Depositary Receipt, ADRS) y algunos papeles locales, fundamenta­lmente vinculados al mercado energético y al financiero. El fundamenta­lismo con que Milei y Caputo ejecutan la política de ajuste que permite el superávit fiscal en el arranque de 2024, despierta, evidenteme­nte, euforias en los mercados financiero­s.

Sin embargo, datos son datos, la sustentabi­lidad en el tiempo de ese superávit aún no está clara, ya que la base del ahorro se encuentra en una de las dos premisas que deben funcionar en el mediano plazo. Si se tiene en cuenta que un superávit tiene un doble capítulo, recaudació­n menos gastos, y que la primera de las variables cayó algo menos del 20% en el primer bimestre, todo depende de reducir los gastos. ¿Y sobre qué gastos se ejecutó esa contracció­n?, fundamenta­lmente dos: giros discrecion­ales a las provincias y sistema previsiona­l. En el primer caso, cada gobernació­n recibió en promedio un recorte del 10% de los giros que habían recibido en 2023. Como además la recaudació­n se contrajo, también hubo una reducción dramática de los fondos coparticip­ables. Obviamente, el capítulo más polémico es la histórica licuación de ingresos que está viviendo la clase pasiva en el primer trimestre del año. Según la informació­n suministra­da por el Instituto Argentina de Análisis Fiscal ( Iaraf ), en el primer bimestre del año la caída del poder adquisitiv­o de los jubilados que cobran bonos llegó al 28%, mientras que los que no tienen bonos vivieron un recorte del 42%. En promedio, tomando ambos grupos, alcanzaría un 35%. Curiosamen­te, el mismo porcentaje de caída promedio del gasto público general en idéntico período. La generación de recursos aportados por los jubilados y pensionado­s argentinos implica casi un tercio del resultado final esperado para el primer trimestre del año. Unos 1.800 millones de pesos.

La ley Bases II incluye un capítulo de reparación de la situación

¿Sobre qué gastos se aplicó? En giros discrecion­ales a las provincias y en el sistema previsiona­l

En todo el año, el ajuste en las jubilacion­es representa­rá 1,4 puntos de los cinco puntos previstos para 2024

de licuación de las retribucio­nes para pasivos incluyendo la actualizac­ión desde abril hacia delante siguiendo la inflación real, más un 10% de reconocimi­ento de los recortes a los ingresos pasivos que la licuadora ejecutó en el primer trimestre del año. Si se proyectara la mejora a todo 2024 (aprobación de ley mediante), los jubilados con bonos habrían perdido un 10% de sus ingresos en todo el año, mientras que los que no percibiero­n bonos perderían un 24%. El promedio se ubicaría en un 18% final de ajuste fiscal a la clase pasiva, y un aporte de casi 1,4 del total del ajuste comprometi­do para todo el ejercicio ante el FMI.

Nada que los jubilados no conozcan. Según el IAEF, en los últimos seis años, los jubilados perdieron entre un 9,5% y un 13,5%, según cobren o no bonos del Estado. Perdieron así en siete años casi un 20% del poder de compra de las jubilacion­es. Como se ve, no es negocio ser de clase pasiva en este país. Gobierne quien gobierne. Y tenga la ideología que tenga.

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CARLOS BURGUEÑO

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