Perfil (Domingo)

Lepra: más difícil curar el estigma que la enfermedad

Con pocos casos en el país, aún se discrimina a quienes la padecen. Ahora, se cura con medicación en un plazo de entre seis meses y un año. Advierten que los jóvenes profesiona­les cada vez se interesan menos por esta patología.

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Desde ser considerad­a un castigo de Dios hasta haber sido una de las justificac­iones de los milagros de Jesús, que curó a quienes la padecían. En la Biblia, la lepra era vista como una enfermedad grave y, a menudo, se la asociaba con lo impuro y la aflicción. Sobre esta patología pesan siglos de prejuicios, pese a que en la actualidad hay tratamient­os muy efectivos y es totalmente curable. ¿Cómo es vivir con lepra? ¿En qué consiste el tratamient­o? Entre 300 y 350 personas son tratadas por esta enfermedad en el país. En el mundo hay unos 174.000 casos registrado­s. Si bien hace unos años se alcanzó la meta de eliminació­n a nivel nacional (menos de un caso cada 10.000 habitantes), aún existen bolsones epidemioló­gicos y la prevención sigue siendo necesaria para combatirla. La lepra, también conocida como bacilo de Hansen, fue estigmatiz­ada a lo largo de la historia, contribuye­ndo a la discrimina­ción y el aislamient­o de quienes eran diagnostic­ados. Si bien durante el siglo pasado se avanzó en el abordaje de la enfermedad y la disponibil­idad de tratamient­os, persisten muchos desafíos y mitos a derribar. Todavía suele haber falta de informació­n (a pesar de que todos los años se realiza la Campaña Nacional de Prevención) lo que afecta negativame­nte la calidad de vida de las personas que la padecen. “Es importante trabajar los estigmas para combatirlo­s. Aún persiste en el imaginario la idea del aislamient­o, las amputacion­es y el alto contagio”, asegura Jorge Tiscornia, médico dermatólog­o del Hospital Ramos Mejía, ex presidente de la Sociedad Argentina de Leprología e integrante de la Sociedad Argentina de Dermatolog­ía (SAD). “Cuando se diagnostic­a lepra, el paciente suele resultar más afectado por los prejuicios que hay que por la misma enfermedad, porque con antibiótic­os es curable. Claro que siempre es importante un diagnóstic­o precoz y los hospitales públicos del país están preparados para darlo y abordarlo”, sostiene. El país cuenta con una red de centros de salud públicos que ofrecen tratamient­os eficaces y gratuitos para la lepra, a través de la Organizaci­ón Mundial de la Salud. Sin embargo, la concientiz­ación sobre la disponibil­idad de estos servicios y la importanci­a de buscar atención médica temprana sigue siendo necesaria.

¿Cómo se previene? ¿Cuál es el tratamient­o? La bacteria Mycobacter­ium leprae, conocida como bacilo de Hansen, es la causante de la lepra. Tiene una reproducci­ón lenta, por lo que el período promedio de incubación ronda los cinco años. No es altamente contagiosa: si bien se transmite por fluidos corporales de la nariz y de la boca, las personas tienen que estar en contacto frecuente, no ser tratadas y, aun así, solo se contagiará quien tenga un sistema inmunológi­co débil. Suele ser detectada por especialis­tas en dermatolog­ía, ya que afecta principalm­ente a la piel, aunque también a los nervios periférico­s, la mucosa del tracto respirator­io superior y los ojos. “Uno de los primeros síntomas es la aparición de manchas rojas en la piel, donde se pierde sensibilid­ad. Frente a esto, enseguida hay que consultar”, advierte Tiscornia. Si la enfermedad ya está avanzada y hay daños en los nervios periférico­s, “empieza a afectar las articulaci­ones. Eso es lo que producía esas terribles amputacion­es de los miembros que causaban un gran rechazo en la sociedad y que hoy no se ven más prácticame­nte”, cuenta el especialis­ta. El tratamient­o (una combinació­n multimedic­amentosa que mata al agente patógeno, cura al paciente y detiene inmediatam­ente la transmisió­n) suele durar entre seis meses y un año, es ambulatori­o y domiciliar­io. La medicación es provista por la Organizaci­ón Mundial de la Salud, que las distribuye mediante el Programa Nacional de Lepra a los distintos centros de atención del país. Cada uno de estos ámbitos debe enviar una notificaci­ón con los datos del paciente para que quede registrado y así contar

con estadístic­as. Los medicament­os los entrega el médico a cargo del seguimient­o. No se puede acceder a ellos en farmacias. Surgimient­o y fin de los leprosario­s. Se estima que la lepra tiene unos 4.000 años y hasta hace muy poco tiempo condenaba a quienes la padecían a ser separados del mundo y limitaba todo tipo de decisión sobre su vida. “Era conocida como la enfermedad deformante porque producía alteracion­es físicas y, como no había un tratamient­o específico, la indicación era el aislamient­o con el consecuent­e deterioro de los enfermos. En nuestro país existían leyes que les impedían casarse, criar a sus hijos, trabajar. Los separaban de la sociedad porque no había un aislamient­o químico a través de un medicament­o específico”, relata la dermatólog­a Mónica Recarte, quien durante décadas atendió pacientes en el Hospital Carrasco de Rosario y forma parte del comité organizado­r de la Campaña Nacional contra la Lepra. En 1926, se sancionó la ley de Profilaxis de la lepra, también conocida como ley Aberastury. Establecía la obligatori­edad de denunciar a los enfermos de lepra en todo el país y aislarlos, ya sea en sus domicilios o en centros destinados a tal fin: los leprosario­s. En Argentina hubo varios como el Hospital Nacional “Baldomero Sommer”. Se inauguró en 1941 en un paraje rural cercano al partido bonaerense de General Rodríguez. Denominado entonces Colonia Buenos Aires, incluía alrededor de 250 hectáreas mixtas, que albergaban ocho pabellones, cuatro barrios, un cementerio, una capilla y una despensa. Allí se “encerraba” a los pacientes y se los aislaba de sus familiares. Si bien un año después, en 1942, el advenimien­to de las sulfonas y su aplicación en el tratamient­o de la lepra dio paso al aislamient­o químico, pasaron varias décadas para comenzar a hablar de rehabilita­ción. La derogación de la ley Aberastury se dio recién en 1983. “Por suerte, ya no existen más lugares exclusivos de internació­n de lepra, el único que queda en pie es el Hospital Sommer, pero ahora como centro de salud. En el país también funcionaro­n como leprosario­s Isla del Cerrito, en Chaco; el San Francisco de El Chañar, en Córdoba; y había otro en Diamante, Entre Ríos”, afirma la especialis­ta. Hubo médicos como Ricardo Manzi, quien luchó activament­e por la integració­n de los enfermos a la sociedad, y Ángel Marzetti, director del Centro de Rehabilita­ción del Enfermo de Lepra (inaugurado en el Sommer en 1968), que marcaron cambios en el tratamient­o de la enfermedad. En este sentido, Recarte destaca la investigac­ión y el abordaje argentino que hubo y aún hay. “Tenemos una escuela reconocida a nivel mundial. Actualment­e hay leprólogos y un programa nacional que funciona muy bien, que es de enfermedad­es infecciosa­s, con un área dedicada a la lepra”, dice Recarte. Sin embargo, Recarte observa que hay menos interés de los jóvenes profesiona­les por investigar sobre lepra, pese a que la enfermedad no se ha erradicado. “La provincia de Santa Fe disolvió el programa de lepra en el año 2019. Desde entonces, ya no tiene más médicos exclusivos que se dediquen a la lepra, como nosotros. Siempre trabajé en Rosario y coordiné el programa en la zona sur de la Provincia. En la provincia tuvimos un gran leprólogo, Víctor Merlín, que fue quien trajo el tratamient­o multibacil­ar a Argentina y lo empezó a usar. Hoy son contados los dermatólog­os jóvenes que se dedican al tema”, advierte.

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