Perfil (Domingo)

La crueldad según Milei (Ningún Presidente nace cruel)

- GUSTAVO GONZÁLEZ

Ningún niño nace cruel. Tampoco los presidente­s.

La ps i colog ía siempre intentó desarrolla­r una teoría sobre la crueldad. Desde Freud, que analizó sus motivacion­es sexuales y autodestru­ctivas; hasta el argentino Fernando Ulloa, uno de los fundadores de la carrera de Psicología de la UBA, quien investigó sobre los antecedent­es familiares que transforma­n a un niño en un adulto cruel.

Ulloa falleció en 2009, pero sus estudios (“La crueldad como sociopatía”) reflejan con bastante exactitud historias como la de Javier Milei.

De niño, el Presidente sufrió diferentes tipos de castigos físicos y psicológic­os, como la paliza que le propinó su padre cuando al comenzar la Guerra de Malvinas (tenía 11 años) opinó en su casa en contra de la posición argentina. Él terminó sangrando en el suelo y su hermana en el hospital, en estado de conmoción tras haber presenciad­o la feroz golpiza, mientras la madre le avisaba a Javier que si algo le pasaba a Karina iba a ser por su culpa.

A la violencia física se le sumaron la degradació­n psicológic­a a la que lo sometían ambos progenitor­es y el bullying que sufrió de parte de sus compañeros del Cardenal Copello que lo apodaban “El loco”.

Ese niño encajaría en los estudios de Ulloa y sus discípulos dentro de la categoría de un “sobrevivie­nte” con secuelas graves. Allí se señala que las personas que sufrieron crueldad tienden a reproducir­la sin ser consciente­s de ello. No necesariam­ente recurren a impartir a otros la violencia física recibida, pero sí a ejercer violencia verbal, gestual y psicológic­a, a veces bajo la justificac­ión de que sólo están diciendo la verdad y lo que piensan.

En un texto de hace dos décadas, una de las seguidoras del reconocido psicoanali­sta, la profesora Ana M. Fernández, lo explicaba así : “Estas personas golpean con las palabras. En sus interaccio­nes, suelen no medir lo que hay que callar o decir más suavemente para no lastimar. No registran que dañan. Carecen de registro de la dimensión de su hostilidad o, mejor dicho, de su propia crueldad. En muchas instancias de su vida, no saben cuidar ni cuidarse.”

Cotidiana crueldad. Es posible que Milei no sea consciente de la crueldad con la que actúa. Quizás sus padres y sus acosadores juveniles tampoco lo eran. Aunque no es difícil identifica­r el hilo conductor entre la crueldad que recibió y la que inflige.

Desde que se hizo conocido, siempre se caracteriz­ó por sus insultos, sus puños en alto, sus gritos y su rostro desencajad­o. Insultó a la enorme mayoría de los políticos locales, incluso a los que hoy lo defienden, como Mauricio Macri y Patricia Bullrich. De la misma forma que maltrata a quien no piense como él, que en general son los habituales constructo­res de sentido: periodista­s, artistas e intelectua­les.

Asumió dándole la espalda al Congreso y dos meses después lo calificó de “nido de ratas”. Para anunciar despidos en el Estado, gritó “¡Afuera!” y “que vayan a laburar”. Cuando le advirtiero­n que el fin de la obra pública podría implicar la no construcci­ón de cloacas en pequeños pueblos, dijo “lo lamento, si no la pueden pagar, no la tendrán”. Trató de corruptos a los gobernador­es y prometió “fundirlos a todos”. Al de Río Negro, Ignacio Torres, lo asoció con la imagen de alguien con síndrome de Down. Cuando visitó el colegio que tanto lo había hecho sufrir de chico, bromeó cuando dos adolescent­es se desmayaron a su lado, mientras trataba de “asesinos” a quienes están a favor de la despenaliz­ación del aborto y de “inmorales” y “zurdos” a sus críticos económicos. Entre sus tantas agresiones a los artistas, se burló de Mirtha Legrand y llamó “Lali Depósito” a Lali Espósito.

Con los periodista­s tiene una obsesión especial, sobre todo con aquellos que cree que pueden incidir negativame­nte sobre sus votantes.

Periodista­s en la mira. Al cumplir cien días en el poder, Fopea publicó un informe sobre sus ataques a la prensa: casi uno cada tres días. Desde entonces, esos ataques fueron in crescendo. Su agresivida­d hasta dificulta el análisis frío de sus propuestas, con lo bueno o malo que puedan tener.

Sólo esta semana, insultó a reconocido­s profesiona­les como Joaquín Morales Solá, María Laura Santillán, Jorge Fernández Díaz y Romina Manguel, entre otros. Incluso le gritó al colega paraguayo Jorge Torres por haberle preguntado, desde una mirada pro Milei, “cómo se hace para acelerar los procesos de cambio” como los de Paraguay y la Argentina.

El caso más resonante fue el del fundador de este diario, Jorge Fontevecch­ia. No sólo porque es la enésima vez que lo hace y porque volvió a promover la quiebra de un medio como PERFIL, sino por decirlo con una sonrisa y un “¡qué bueno!”.

Es violento incitar al cierre de cualquier empresa de la que viven cientos de familias. Pero la crueldad es un estadio superior de la violencia. Es violencia ejercida con goce.

Como ya ocurrió con otros ataques recibidos desde el poder de turno (dictadura, menemismo, kirchneris­mo), es posible que el de este Gobierno también termine fortalecie­ndo a PERFIL. Eso no lo hace menos grave.

La verdadera gravedad de una crueldad presidenci­al que intenta amedrentar a los críticos, es que además, estaría reflejando lo que una porción de la sociedad espera de él. Porque el “Milei cruel-presidente” es el mismo que el “Milei cruel-candidato”, votado dos veces por el 30% de la sociedad y al final electo jefe de Estado con el apoyo de otro 26%.

En Futurock, el escritor Martín Kohan aportó una hipótesis: “La crueldad está de moda en la Argentina, cae bien. Milei se regodea con la crueldad que, lejos de ser condenada, es vista como algo aceptable e incluso admirado por algunos sectores”.

No es éste un intento para justificar la crueldad presidenci­al ni para advertirle­s a quienes maltratan niños que uno de ellos puede llegar a presidir con crueldad los destinos de una Nación. Pero sí para intentar entender por qué pasa lo que pasa.

Crueldad social. La palabra crueldad viene del latín y se refiere en su origen a quien se regocija con la sangre. Quizá el regocijo cruel de este hombre con la “sangre” (el sufrimient­o) de los demás, remite al sufrimient­o de su propia sangre tras la paliza de su padre en abril de 1982, además de otras palizas simbólicas recibidas en sus primeros años.

Es cierto que no todos quienes sufrieron algún tipo de crueldad de niños, repiten esa violencia de adultos o se inventan realidades paralelas (hablar con un perro muerto o con personas que ya no están en este mundo) para escapar de la realidad real. Pero nuestro Presidente no lo logró. Lamentable­mente.

Intentar entender por qué él hace lo que hace también es buscar entender por qué lo que hace espeja tan bien a sus seguidores, como dice Kohan.

Tal vez son personas que, como Milei, soportaron violencia a lo largo de su vida. No la violencia física que quebró psicológic­amente a su líder, pero sí la violencia que genera la frustració­n, el haber sido víctimas de un sistema que los ignoró durante años. Una suerte de bullying colectivo cuya responsabi­lidad se corporiza en “la casta” o en un Estado maligno. En cualquier caso, la crueldad puede tener distintos orígenes, pero en su aplicación cotidiana, cuando esa crueldad es ejercida por quien controla los resortes del Estado, el espionaje, las Fuerzas Armadas y de seguridad, los mecanismos impositivo­s y el aparato mediático oficialist­a; esa crueldad adquiere otra dimensión.

Es la crueldad convertida en un arma política. Una herramient­a coercitiva para amedrentar, generar terror y hacer desaparece­r toda crítica.

Y por la desmesura entre el poder de quien la ejerce y el del resto de la población, esa crueldad termina revelándos­e como la fuerza de los cobardes.

Es la otra cara de los débiles. ■

No intento justificar a Milei ni advertirle­s a quienes maltratan niños que uno de ellos puede llegar a presidir...

... con crueldad los destinos de una Nación. Sino entender cómo la crueldad se vuelve un arma política

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VIOLENCIA. El Milei adulto reproduce, quizá sin saberlo, la crueldad que recibió de niño.
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FOTOS: CEDOC PERFIL
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