Perfil (Domingo)

Como un escolar

Seeland

- CEDOC PERFIL

Autor: Robert Walser Género: cuentos

Otras obras del autor: Sueños; El paseo; Los hermanos Tanner; Vida de poeta; La rosa; Jakob von Gunten; Desde la oficina; Historias; Historias de amor; Ante la pintura; Las composicio­nes de Fritz Kocher Editorial: Pinka, $ 16.000 Traducción: Guillermo Piro

DIEGO ZAPPA

“Uno de los jovencitos sabía tocar muy bien y con inteligenc­ia a Chopin, una música nacarada capaz de bromear con las pasiones, de coquetear y de jugar con los abismos gracias a su maravillos­a levedad”. Alcanzaría esta cita de Vida de un pintor, el primero de los cuatro cuentos de Seeland, para definir parte de la obra semisecret­a de Robert Walser. Con idéntico propósito, serviría prestar debida atención a lo que dice su traductor en su comentario al final del libro para reafirmar esta aseveració­n: “Walser, luego de Las composicio­nes de Fritz Kocher, sigue escribiend­o como un escolar”. Es decir, entre otras cosas, como si nunca se hubiese tropezado con las trampas y las dificultad­es que interpone el lenguaje literario, por la sencilla razón de que un escolar jamás podría reconocerl­as y, de ser improbable­mente así, no contaría con las herramient­as procedimen­tales que permiten el sigiloso juego de la evasión.

Pero sobre todo, bastaría con citar una vez más (alguien dijo que la literatura no es otra cosa que un sistema de citas) al propio escritor: “Ah, si los escritores tan solo prefiriera­n expresarse de modo fácilmente comprensib­le y sobrio, en lugar de caprichoso y complicado”. Sencillame­nte lo que hace el narrador de Walser es contar, dar testimonio de aquello que ve, que encuentra y escucha en sus permanente­s paseos: opera casi como un documental­ista que edita su material en crudo y para eso se desentiend­e de cualquier tecnicismo o gesto de vanguardia. Es el efecto de aquel que construye algo hermoso sin poder explicar cómo y de qué manera lo logra. O dicho de otro modo, y acaso más acertadame­nte, como un pintor que no recuerda muy bien de qué forma llegó a pintar ese paisaje que ahora contempla en la superficie del lienzo.

Más que en sus novelas, es en sus cuentos donde se exponen los temas centrales de su literatura, una literatura que, es importante aclarar, está cruzada por una fuerte marea autobiográ­fica subterráne­a y no tanto. Bien decía Walser que sus textos en prosa podían leerse “como capítulos de una larga historia realista sin argumento (…) un libro del yo cortajeado o descoyunta­do”. Entonces: el paseo como experienci­a vital, la contemplac­ión del entorno y la clasificac­ión de las personas que se cruzan en las largas caminatas de sus protagonis­tas; una suerte de inventario singular de la condición humana. Sin embargo, hay otro punto axial a destacar en la narrativa del escritor suizo y es la importanci­a que la repetición tiene en su obra; para Walser, lo que es d igno de contemplar­se está directamen­te asociado a esa idea. Los ciclos regulares son los que aseguran la preservaci­ón de la belleza y, por el contrario, esta es agrietada por todo aquello que signi f ique una variación que interrumpa esa monotonía redundante y circular, hecho que ocurre muy claramente en el cuento Hans, donde la guerra es la novedad que todo lo cambia.

Como una suerte de designio que subrayara la condición “escolar” de su escritura, debido a los calambres que sufría en su mano derecha, a partir de sus treinta años Robert Walser escribió a lápiz hasta el final de su vida.

El paseo como experienci­a vital, la contemplac­ión del entorno y la clasificac­ión de las personas que se cruzan en las largas caminatas de sus protagonis­tas

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