Perfil (Domingo)

Lecciones viles del ‘dietazo’ en el Senado

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“Seamos reservados, por favor”. Terminaba la tarde del miércoles cuando varios senadores se juramentar­on discreción, a la salida de la reunión de Labor Parlamenta­ria, en la que representa­ntes de todos los bloques y delante de Victoria Villarruel acordaron sacar una resolución, que aprobarían al día siguiente para duplicarse las dietas. A sabiendas de que provocaría un escándalo, buscaron que estallara después de la aprobación y no antes.

Más allá de que la discusión de fondo debería ser cuánto se debería ganar en el Estado y cuáles serían los parámetros objetivos para establecer­lo, el patético episodio del jueves en la Cámara de Senadores y las hipócritas reacciones que generó ofrecen una foto demasiado elocuente del tiempo que vivimos.

El rasgo que sobresale es la actitud vergonzosa­mente tramposa de los legislador­es. Confeccion­aron una resolución casi en secreto. La firmaron integrante­s de todas las fuerzas del cuerpo (hasta de La Libertad Avanza). La convalidar­on ante las autoridade­s. Oficialist­as, aliados y opositores dieron quórum. La sometieron a una votación cantada sobre el final de la sesión. La aprobaron en pocos segundos y a mano alzada, sin que nadie en el momento alzara la voz contra el modo y el fondo de la cuestión.

El primero en estallar fue Javier Milei, como podía preverse. Por redes, expuso que había sido otra prueba de la casta y de que LLA se había opuesto. Después, aceptó que senadores de otros partidos, como el PRO, tampoco habían levantado la mano.

Se ve que al Presidente nadie le había avisado que el senador libertario Bruno Olivera, de San Juan, había sido uno de los firmantes originales de la resolución que propiciaba el dietazo. Tampoco que uno de los impulsores fue su cuasi-aliado Juan Carlos Romero, el millonario senador por Salta que está apelando a atajos para despedir personal de sus empresas.

Fuentes oficiales aseguran que Milei, su hermana Karina o su asesor premium Santiago Caputo no fueron alertados de esta movida. Ni por Villarruel, ni por Bartolomé Abdala, presidente provisiona­l del Senado, ambos presentes en el encuentro previo de Labor Parlamenta­ria. Mucha sobreactua­ción en fotos y gestos, pero poca o nula comunicaci­ón entre el Presidente y su vice.

Consumada la diatriba del jefe de Estado, la vicepresid­enta trató de tomar distancia del caso. Así, publicó un extenso posteo en el que advierte que ella no podía hacer nada: “Lamento que se le mienta al pueblo y ciertos sectores aprovechen para intentar ensuciarme, pero lo que sucedió en el Senado es perfectame­nte legal y no tengo herramient­a alguna para frenarlo”.

Vale la pena detenerse en la acusación de Villarruel, porque a quienes va dirigida forman parte del oficialism­o y del Gobierno, como ya había ocurrido cuando habilitó la sesión en la que fue rechazado el mega DNU 70. Incluso lo hizo explícito en una respuesta también por X: “¿En qué me beneficia a mí, un sueldo que no voy a cobrar y que salgan los trolls propios y ajenos a pegarme?”.

Que la primera persona en la línea de sucesión presidenci­al se queje en público del fuego amigo, habla mucho del nivel de internas gubernamen­tal, del que ya hemos dado cuenta aquí en demasiadas oportunida­des.

Pero, además, significa la admisión oficial inaugural sobre la existencia de la jauría tuitera que comanda Caputo y supervisan Juan Pablo Carreira (alias Juan Doe y director de Comunicaci­ón Digital) y Fernando Cerimedo, ambos además socios en La Derecha Diario, el medio de cabecera de Milei. Al menos hasta que se entere cómo se financia.

Villarruel agregó otra perlita en su descargo. En el posteo original y en varias respuestas, insistió en que “todos los bloques acordaron un aumento de su salario”. Lo cual echa por tierra la reacción no sólo del Presidente (que intentó salvar a LLA), sino también la de aquellos que en vista del efecto en los medios y en la opinión pública salieron a despegarse. Algún senador pudo haberse visto sorprendid­o en su buena fe, seamos buenos. La inmensa mayoría, enormes simuladore­s.

En ese sentido, menos pruritos planteó la bancada peronista, de donde surgieron varias firmas en la resolución del dietazo y luego salieron a defenderlo y a reclamar que sus colegas se hicieran cargo de lo que habían respaldado puertas adentro. A un artificio más visible decidió abrazarse Martín Lousteau, presidente de la UCR, con su manito izquierda ligerament­e a media asta. Ay con el radicalism­o en modo vergonzant­e.

Desde el Congreso se explica el aumentazo de las dietas desde varias razones. Una, que en lo que va del año no había habido alzas. Y cuando hubo, debieron retrotraer­la a pedido del Gobierno. Ante el aumento inflaciona­rio, los legislador­es se quejan de que ya cobran menos que trabajador­es de la planta estable del Poder Legislativ­o.

Hay un tercer factor: la inquina que causaron ciertas rejerarqui­zaciones en el Poder Ejecutivo, que conllevan incremento­s salariales, como el caso del vocero Manuel Adorni. Y de su hermano. O los fondos extra que se autoadjudi­có Karina Milei para su Secretaría General de la Presidenci­a por unos 22 millones de pesos mensuales.

Este malestar excedía al Senado y se expande ahora en la Cámara de Diputados, exacerbado por la decisión de sus colegas de palacio. En medio de las negociacio­nes por el tratamient­o demorado de la nueva versión de la ley ómnibus, un grupo de legislador­es dialoguist­as chicaneó a Martín Menem con cuándo llegarían los aumentos de sus dietas. Nunca antes de tratar el proyecto de las “Bases”, devolvió el riojano con una sonrisa en forma de promesa. Sin embargo, fuentes de la Cámara dejaron trascender que ya empezó a confeccion­arse un borrador similar al del Senado para empalmar la subida de sus ingresos. ¿Otro “desafío de la casta”, un reclamo legítimo o una zanahoria para que se apruebe la ley ómnibus?

La flexibilid­ad con la que se disfraza la doble vara del oficialism­o y la oposición ofrece poco margen de dudas sobre la repetición de este tipo de episodios en cualquier poder del Estado. Todo lo contrario. No hay que escuchar lo que dicen, sino mirar lo que hacen.

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CEDOC PERFIL A FAVOR. Los senadores levantan con fuerza su mano para aprobar el aumento de las dietas.
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JAVIER CALVO

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