El foquismo ya no alcanzaba
Se pasó de la lucha armada en las montañas u otros refugios de la naturaleza al cemento. El “foquismo”, pregonado por los cubanos, admirado como una gesta romántica y libertaria –la exaltación del Che–, ya no era suficiente para enfrentar a los custodios del sistema, a las fuerzas armadas y de seguridad. La lucha armada fue una iluminación que enceguecía y taponaba la racionalidad. Una religión con fieles convencidísimos. Tan convencidos como los peronistas revolucionarios, que consideraban que Perón uniría los diferentes y extremos bandos que separaban al peronismo, conciliaría intereses, gestaría un nuevo proyecto de país y superaría la crisis estructural que crecía como una bola de nieve. Esa era la vana esperanza. Así como la izquierda latinoamericanista del ERP tenía a Cuba como ejemplo de un “cambio de fondo”, ya que había acabado con los casinos y la prostitución y se había convertido en faro del continente y del mundo al demostrar que el socialismo y el logro de un “hombre nuevo” quedaban cerca, para la izquierda peronista el cambio no resultaba un imposible. Sólo se trataba de poner esfuerzo, tesón y resistencia armada, sin importar el costo en vidas humanas. El objetivo de los protestatarios, los jóvenes revolucionarios latinoamericanos y argentinos, era acabar con el sistema, a cualquier costo, y sustituirlo por el que ellos soñaban, que nunca llegaron a definir en su totalidad.