Perfil (Sabado)

Sus cuerpos son megaempres­as, pero todavía los manejan sus propios papis

Los nuevos socios del Barcelona facturan fortunas. Sin embargo, aún con espíritu amateur, sus carreras las siguen administra­ndo sus padres.

- MARCELO RODRIGUEZ

Pep Guardiola intentó lo imposible con la persona posible: llamó al padre de Neymar para convencerl­o de que su hijo no jugara para el Barcelona; que Tito Vilanova, le dijo, no le daría el protagonis­mo que él le brindaría en Bayern Munich. El papá del nuevo Pelé escuchó y agradeció, pero dijo que su hijo tenía un compromiso con el equipo del nuevo Maradona. Antes de que el crack brasileño tocara la primera pelota con la camiseta blaugrana, el señor Neymar Da Silva hizo un gol a nombre de la familia: “Mi hijo me ha dicho que el sueño de jugar con Messi es más grande que jugar una temporada completa con Cristiano Ronaldo”.

Barcelona es el equipo TT. Como un espejo de la red social Twitter, el modelo del mundo cambió a Tito por Tata. Para que Martino fuera el entrenador del conjunto catalán, el apellido Messi fue la séptima llave para abrir el cofre: “Imagino que Leo y su papá han tenido influencia en la decisión”, reveló el propio DT el día de su presentaci­ón. Jorge, fanático de Newell’s, tenía un ídolo: Martino.

Tata ayer se dio el gran gusto de dirigir a dos grandes fenómenos en una composició­n de fútbol surrealist­a: Maradona y Pelé juntos; Brasil y Argentina del mismo lado. Dos talentos, dos máquinas de facturar millones de euros y provocar fanatismos conectados por la misma pelota. Dos superhombr­es de carne y hueso que son héroes en los videojuego­s. Dos estrellas de una galaxia que convive entre pasiones y marketing. Dos de los tipos más famosos de la tierra. Dos nenes. A los dos los representa su papá. Hombre de acero. Jorge Messi era empleado de la metalúrgic­a Acindar cuando llamó a una prima de su mamá que vivía en Lérida para preparar el desembarco. El país de la crisis de 2001 vomitó a los Messi, que no tenían dinero suficiente para que Leo se sometiera a un tratamient­o hormonal. Mientras Barcelona evaluaba el fichaje del pequeño fenómeno, Jorge le escribió una carta al club: “Mi situación y la de mi familia es gravísima (...). Hoy me encuentro sin previsione­s de nuevos cobros y sin un interlocut­or que me informe cuáles serán las acciones a seguir”. La carta surtió efecto. Y la relación intrínseca entre padre-nene-club aún funciona inalterabl­e. Jorge es la voz del chico sin voz. Es el que dice que las fotos publicadas recienteme­nte por un medio amarillist­a argentino “son truchas”. El que preside la empresa familiar que explota la imagen del Messi de oro, incluido en los catálogos de Pepsi, Adidas, Stork Man, Bimbo, Herbalife, Piguet y el etcétera más largo de mundo. Jorge, también, es el que decidió invertir los primeros 3 mil euros de Leo en un emprendimi­ento inmobiliar­io en Barce-

lona. Por entonces, el padre de la criatura figuraba como “informador de partidos”; era la manera que tenía el Barça de justificar la residencia de los Messi en la ciudad. Jorge nunca hizo esa tarea, aunque en Rosario haya sido entrenador de fútbol infantil en Grandoli, el club en el que por primera vez Leo hizo parecer a los demás jugadores como si fueran de plastilina.

Guardianes del tesoro. El gran capricho de Neymar era un auto de alta gama. Millonario desde los 13 años, cuando firmó su primer contrato con el Santos, el brasileño de los raros peinados nuevos quería manejar un Porsche. Sentir que aceleraba, también, fuera de la cancha. Su padre, que hasta entonces sólo le dejaba gastar el 10% de sus ingresos, se lo negó. O mejor dicho, le dio una posibilida­d remota: para ganárselo, Neymar debía ser campeón con Brasil en el Sudamerica­no Sub 20 de Perú 2011, ser el goleador y marcar dos veces en la final. Brasil le ganaba 3 a 0 a Uruguay y el delantero, que hacía una semana había cumplido 19 años, todav ía no había convertido. Hizo el cuarto y su papá se lamentó: “Rogaba que no hiciera otro”. Cuatro minutos después de su primer gol, Neymar festejaba el quinto de Brasi l mo - viendo imaginaria­mente un volante de auto.

El señor que marca de cerca a su hijo maneja gran parte de la fortuna. El diezmo va para la iglesia Batista Peniel. Mediocre ex jugador de equipos del interior de Brasil, el papá considera que el ADN de Neymar Jr. es un milagro. “Por eso seguimos donando el mismo porcentaje a la iglesia”. Neymar llegó al Barça por 57 millones de euros.

Las inversione­s de la familia Messi hace rato superaron los miles de euros. En la actualidad, llevan adelante un emprendimi­ento inmobiliar­io en Rosario de 20 millones de euros: construyen un barrio privado en la localidad de Fighiera, sobre un terreno de 105 hectáreas. Leo ni se entera. Leo, ni siquiera, ve fútbol. Leo se aburre cuando ve partidos por televisión.

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ALTA SOCIEDAD. Festeja el Barça ante el Santos, ayer en el 8-0. Messi y Ney se abrazan. Abajo, las estrellas con sus padres: Jorge Messi y Neymar Da Silva
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FOTOS: AFP ymar a.

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