Un dream team que por doblar la apuesta pierde dinamismo
Red 2 viene a confirmar que la parodia de estereotipos ha devenido pandemia. Hollywood vive una especie de fiebre del oro que, demasiado rápido, ha hecho raquítico algo que ya había arrancado levemente amalgamado con ese pe- gamento industrial que es el combo nostalgia + saber no enciclopédico del cine + franquicia (ecuación base del cine contemporáneo). Una plastimasa presente en todos los estratos del coeficiente intelectual Hollywood: ultracool (la no estrenada This is
the end), cabeza ( Rápidos y
furiosos), troglodita jubilado con necesidad de reinserción laboral (la saga Expendables) y, obvio, en el vector geronte cool (en la hoy saga Red). Red
2 usa el factor “guiño guiño, codazo codazo” y al ya cansino en su modo tortuga enojada Bruce Willis como plataforma de despegue para una idea de acción absurda que, reciclaje caricaturesco mediante, usa actores “elegantes” para hacer una Bond más cercana a Luc Besson que a Sam Mendes. Entre esos actores elegantes están la reina Helen Mirren, John Malkovich, Brian Cox y en esta segunda y más flácida
Red Sir. Anthony Hopkins (en modo Lecter: ufff, la gimnasia de la franquicia) y Catherine Zeta-Jones (con rostro demasiado estirado para generar cualquier sentimiento).
Hay algo que Red 2 pierde en su agigantar la apuesta: la dinámica. Ya no es tanto una mezcla de acción y sinsentido, sino una comedia de frases hechas o que sólo se genera comedia desde la reiterada idea de poner un actor “nominado al Oscar” a realizar una acción, que a los ojos más bien ñoños se ve absurda (Mirren dando consejos sentimentales mientras tira ácido sobre un cadáver como extremo positivo, y contado con los dedos, de esa insistencia).